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Los retos económicos de las ciudades. El caso de Bilbao
Según un Informe de 2011 de la Comisión Europea, ya algo lejano, pero todavía vigente, titulado Ciudades del Mañana: Retos, visiones y caminos a seguir, los retos futuros de las ciudades se relacionaban con la diversidad, la cohesión social y territorial, la sostenibilidad, la flexibilidad y la competitividad. No está mal como programa. Todos sabemos que la forma en que los retos se formulan nunca es neutral, reflejan valores y prioridades políticas e ideológicas. Y esta era una propuesta alentadora y ambiciosa.
Para responder a estos desafíos en el XXIV Congreso del CLAD (Centro Latinoamericano de Administración para el Desarrollo) sobre la Reforma del Estado y de la Administración Pública, celebrado recientemente en Buenos Aires, se añadía la necesidad de desarrollar nuevas formas de gobernanza y de impulsar la innovación en la gestión pública.
Esta nueva gobernanza de la que se habló en el Congreso del CLAD se caracteriza por su capacidad para adaptarse con rapidez y activamente a un contexto cambiante, por poner el foco en la estrategia, por prestar atención a la evaluación de resultados y procesos, por impulsar la coordinación interinstitucional aplicando el principio de subsidiariedad que significa que los asuntos deben ser resueltos por aquella administración más cercana al objeto del problema, por acercarse al ciudadano y contar con su participación en todos los problemas que les atañen, por poner en marcha prácticas de innovación en la gestión y, en fin, por contar con instituciones que basan su legitimidad no solo en su elección democrática cada cuatro años sino también por una gestión profesionalizada y transparente.
De todos los ámbitos de la política urbana, aquellos relacionados con la ordenación urbanística y del territorio, la gestión de los servicios y los residuos, la movilidad sostenible, el cambio climático y la conectividad y la vertebración interna, etc. suelen acaparar el primer plano y la mayor atención, quedando en segunda instancia todos aquellos otros relacionados con la competitividad y el desarrollo económico.
Precisamente, de la experiencia comparada con diversas ciudades que han tenido éxito en sus estrategias de desarrollo económico se resaltó la importancia de disponer de una visión del entramado urbano coherente con su historia y estructura económica que inspire una política multisectorial (servicios avanzados, turismo, industria creativa y cultural, industria digital, etc.). Las políticas locales y regionales de competitividad se fundamentan en la movilización de los recursos endógenos y del capital social, en su capacidad para utilizar todos los instrumentos de promoción económica disponibles (locales, regionales y estatales o multilaterales) y, en fin, requieren contar con el acompañamiento de las empresas líderes locales.
Esta política urbana de competitividad tiene su origen en la necesidad de dotarse de un tejido empresarial emprendedor, capaz de incorporar las más modernas técnicas de gestión económica, financiera, comercial y digital y que cuenten con la habilidad de innovar y de visualizar su proyecto en el marco más amplio posible (temporal y de mercado). Para desarrollar este tejido se necesita formación, infraestructuras económicas (viveros de empresas, aceleradoras de startups) y de comunicaciones, un ecosistema potente que facilite la cooperación interempresarial (clústeres) e instrumentos de fomenten la cooperación publico privada.
Este tipo de empresas necesita de un entorno urbano dinámico, culturalmente atractivo, diverso y abierto, capaz de atraer talento externo, que preste una atención especial a la formación y educación en todos sus niveles, sin descuidar todos aquellos otros elementos relacionados con la mejora de las condiciones de vida de los ciudadanos (salud, vivienda, deporte, cultura, etc.).
Todo ello aplicado al caso de Bilbao introduce algunos elementos que debieran ser objeto de atención en el futuro.
El primero de ellos es la necesidad de disponer de una estrategia metropolitana con el afán de aumentar el área de influencia de la ciudad. No es lo mismo hablar de un municipio de 350.000 habitantes que de una aglomeración de 1.100.000 o incluso ampliando más su área de influencia disponer de capacidad para llegar a una población de tres o cuatro millones. Bilbao debiera disfrutar de las ventajas de una ciudad pequeña con una aglomeración urbana intermedia. Siempre poniendo en marcha políticas de gana-gana con el resto de los interesados, es decir con una mirada amplia y generosa. El tren de alta velocidad que conectará las tres capitales vascas y el País Vasco con Madrid ayudará también a mejorar la accesibilidad y el intercambio económico, cultural y comercial. Mejoraremos la colaboración económica y el desarrollo de proyectos conjuntos culturales y turísticos entre las tres capitales vascas, pero todavía estamos lejos de considerar Euskadi en su conjunto como una gran metrópoli urbana.
Los barrios están adquiriendo cada vez una mayor importancia en la política local, no solo como un microcosmos donde se puede proporcionar una mejor calidad de vida a sus habitantes, sino como base para garantizar el tejido de la pequeña empresa y el comercio local, amenazado por las grandes franquicias multinacionales y por el comercio electrónico. Barrios con unas tasas de envejecimiento muy elevadas que necesitan de una política activa e innovadora de rejuvenecimiento. Surgirán, al mismo tiempo, nuevas áreas de expansión, como la península de Zorrozaure o Abando, espacios mixtos no especializados, mezcla residencial, empresarial y de ocio, pero donde será necesario mantener los equilibrios y no crear nuevas barreras físicas o arquitectónicas.
Bilbao, y el País Vasco, deberán en un contexto de creciente globalización, utilizar las posibilidades que ofrece la cooperación interregional e insertarse en corredores como los de la Eurorregión Atlántica (especialmente la cornisa cantábrica, con economías muy complementarias), el Valle del Ebro (con una autopista que conecta el Pais Vasco con Navarra, Rioja, Aragón, hasta Cataluña, en menos de cinco horas) o el Mediterráneo con el fin de no quedar marginados de los principales ejes de desarrollo metropolitanos europeos.
Nada de todo esto se puede hacer sin los ciudadanos. Por eso, se necesita ser muy sensibles a sus exigencias: democracia participativa, transparencia, burocracia amable, digitalización accesible, diversidad, compromiso con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), eficiencia, igualdad de género y oportunidades o cercanía al ciudadano. Cumplir con estas demandas será clave para contar con su apoyo. Y todo ello debe hacerse sin cerrar los ojos a los problemas: barrios marginados, problemas de seguridad, comercios en riesgo, bloqueo del ascensor social, conflictos sin resolver con los menores no acompañados, envejecimiento de la población y una todavía tímida apuesta por el sector terciario avanzado como motor del futuro económico. La autosatisfacción- un excesivo orgullo por nuestra ciudad- un pecado al que somos muy dados los bilbaínos, es siempre es mala consejera.
*Juan Miguel Sans es experto en estrategia y política económica
Según un Informe de 2011 de la Comisión Europea, ya algo lejano, pero todavía vigente, titulado Ciudades del Mañana: Retos, visiones y caminos a seguir, los retos futuros de las ciudades se relacionaban con la diversidad, la cohesión social y territorial, la sostenibilidad, la flexibilidad y la competitividad. No está mal como programa. Todos sabemos que la forma en que los retos se formulan nunca es neutral, reflejan valores y prioridades políticas e ideológicas. Y esta era una propuesta alentadora y ambiciosa.
Para responder a estos desafíos en el XXIV Congreso del CLAD (Centro Latinoamericano de Administración para el Desarrollo) sobre la Reforma del Estado y de la Administración Pública, celebrado recientemente en Buenos Aires, se añadía la necesidad de desarrollar nuevas formas de gobernanza y de impulsar la innovación en la gestión pública.