Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
¿Es revolucionario destrozar una biblioteca?
Ni aunque tenga en primera fila Mein Kampf. Podría terminar aquí este artículo, pero me temo que se precisa alguna explicación ulterior. Hace días que en la UPV/EHU se ha desarrollado unas dizque jornadas revolucionarias con ocupación de espacios (aulas, normalmente destinadas a la docencia) y, como remate, de edificios completos. La solución por parte del equipo de gobierno ha sido la habitual: antes de que me lo rompan, lo cierro. Dicho de otro modo, a los trabajadores de la universidad nos dan fiesta algunos estudiantes (y algunos que no lo son). Nada nuevo, lleva pasando desde hace la tira. Antes de verme en los papeles, lo que sea. El problema de esta estrategia es que al final puedes verte igualmente en los papeles, porque hace falta ser ingenuo para creer que quienes propulsan de verdad estos actos se habrán de conformar con que cierres el chiringuito.
Es lo que ha pasado en el campus de Álava. El responsable universitario, el vicerrector de campus, ha actuado con la mejor fe posible. No es peloteo, entre otras cosas porque de peloteo es de lo último que tengo ganas con este equipo rectoral, pero es verdad. Ha tratado de negociar con los que promovían estas protestas, ha aguantado lo indecible, ha estado por todo el campus tratando de evitar lo peor… hasta le han echado pintura encima por ello. El vicerrector ha podido así, jugándosela personalmente, evitar lo peor, los ataques personales, pero la realidad es que los sedicentes revolucionarios han hecho lo que les pedía el cuerpo: atacar la biblioteca.
A mí me jode en el alma, porque la biblioteca es sagrada. Es curioso, porque esta biblioteca, la del campus de Álava ha sido dos veces sagrada: primero como capilla de una institución religiosa y para quienes participaban de la creencia y luego como templo laico desde su conversión en biblioteca universitaria cuando era vicerrector un anarquista profeso. Quizá por ello luce hoy para quien quiera verlo el candil de la luz de la razón (Ilustración, Aufklärung, Enlightenment, Lumiere) en una de las vidrieras del techo.
Pues bien, esta biblioteca ha sido atacada por quienes van de revolucionarios y super izquierdistas y no demuestran ser más que unos pijos. ¿En qué consiste esta revolución pija? Con toda claridad: en la legitimación estética, solamente en eso. No es casual que en lo primero que piensa un pijo-revolucionario es en grabar y subir a Twitter su ekintza. Es imprescindible. Más aun, sin eso es que no hay ekintza, no hay revolución. La legitimación está en la performance. Una pregunta que lo aclara: ¿por qué era la protesta que ha llevado a destrozar la biblioteca? ¿Acaso importa? Pues miren, era, supuestamente, para protestar contra la peregrina idea del anterior ministro de Educación de reducir el grado a tres años y aumentar a dos el máster… algo que ya está descartado y que la conferencia de rectores acaba de rechazar de plano. Entonces la pregunta es otra: ¿de qué se trataba? La respuesta no puede ser más que una: de destrozar la biblioteca y de subir inmediatamente las imágenes a Twitter. Eso es lo que legitima la ekintza, la performance. Eso es una revolución pija.
Mientras escribo esto entra en el despacho el personal de limpieza, femenino, claro. Es muy probable que estén trabajando por un miserable salario, y que la empresa que las subcontrata se quede con una buena tajada. Ellas sí que trabajan hoy, faltaría más. Dicho de otro modo, son el mejor ejemplo que puede verse en un campus universitario del destrozo social que la mano invisible del capitalismo es capaz de hacer. Al pijo-revolucionario esto le trae al pairo. Jamás he visto en el campus una pintada, un cartel, una convocatoria para protestar por ello. ¿Por qué? Porque a ver qué tipo de ekintza podría montarse que pudiera twitearse. No vas a compararlo con un pijo-revolucionario spray en mano haciendo una pintada en un puesto de lectura de la biblioteca, aunque la pintada sea contra algo que ya ha sido rechazado. Tampoco con unas estanterías por el suelo, con los libros, los sagrados libros, destrozados y llenos de espuma de extintor. Eso sí que es super, o sea, super revolucionario.
Supongo (qué digo supongo: estoy seguro) de que esto no lo leerá ningún pijo-revolucionario. Puede que a estas horas esté ya esquiando para aprovechar las últimas nieves. Las de aquí, Las Nieves (es el nombre de nuestra biblioteca), ya las aprovechó, para destrozarlas y la conciencia la tiene tranquila desde que las imágenes están twiteadas. Pero por si acaso a alguno le llega esto, un mensaje (tiene menos de 140 caracteres): lo revolucionario no es destrozar libros, es leerlos
Ni aunque tenga en primera fila Mein Kampf. Podría terminar aquí este artículo, pero me temo que se precisa alguna explicación ulterior. Hace días que en la UPV/EHU se ha desarrollado unas dizque jornadas revolucionarias con ocupación de espacios (aulas, normalmente destinadas a la docencia) y, como remate, de edificios completos. La solución por parte del equipo de gobierno ha sido la habitual: antes de que me lo rompan, lo cierro. Dicho de otro modo, a los trabajadores de la universidad nos dan fiesta algunos estudiantes (y algunos que no lo son). Nada nuevo, lleva pasando desde hace la tira. Antes de verme en los papeles, lo que sea. El problema de esta estrategia es que al final puedes verte igualmente en los papeles, porque hace falta ser ingenuo para creer que quienes propulsan de verdad estos actos se habrán de conformar con que cierres el chiringuito.
Es lo que ha pasado en el campus de Álava. El responsable universitario, el vicerrector de campus, ha actuado con la mejor fe posible. No es peloteo, entre otras cosas porque de peloteo es de lo último que tengo ganas con este equipo rectoral, pero es verdad. Ha tratado de negociar con los que promovían estas protestas, ha aguantado lo indecible, ha estado por todo el campus tratando de evitar lo peor… hasta le han echado pintura encima por ello. El vicerrector ha podido así, jugándosela personalmente, evitar lo peor, los ataques personales, pero la realidad es que los sedicentes revolucionarios han hecho lo que les pedía el cuerpo: atacar la biblioteca.