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Opinión - Lección de dignidad. Por Esther Palomera

Salud mental, jóvenes y soledad no deseada

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De nada sirve tener más o menos posibilidades vitales si nuestra salud mental está dañada. De nada sirve desarrollar nuestras capacidades humanas o profesionales si nuestro bienestar emocional no está bien. De poco sirven nuestros valiosos derechos civiles, políticos, sociales, económicos o culturales si no tenemos ganas de ejercerlos, de disfrutarlos y sobre todo de vivirlos. 

Afrontar la salud mental nos exige cuidar la vida cotidiana y poner todos los recursos y políticas públicas necesarias para posibilitar vidas buenas, que no dependan del barrio en el que vives, ni tampoco de tu cuenta corriente. Porque hablar de salud mental es hablar de estrés, de ansiedad, de insomnio; es hablar de conciliación, de hábitos de consumo, del acceso a la vivienda, de precariedad e inestabilidad laboral. Porque los problemas de salud mental no son sólo problemas individuales, sino también colectivos, son problemas sociales que van mucho más allá de estar enfermos. 

Sin duda, la infancia y la juventud son uno de los grupos de población más vulnerable y afectado en relación a la salud mental. Ellas y ellos además de ser el presente son el futuro de nuestra ciudad. Sólo en Bilbao, según datos del Eustat, viven 48.361 personas jóvenes de entre 15 y 29 años. Sin duda, representan un grupo de población cuantitativamente importante y cualitativamente fundamental para nuestro desarrollo urbano. Y por eso es importante poner el foco en todos ellos. ¿Cómo se sienten? ¿Qué expectativas de vida tienen? ¿Qué se les está ofreciendo desde la sociedad adulta? ¿De qué manera les impactan los condicionantes sociales? Y lo más importante, ¿qué debemos hacer desde las instituciones públicas para abordar mejor la salud mental? ¿Qué podemos hacer desde el Ayuntamiento de Bilbao para cuidarles mejor? 

En este contexto, el pasado 28 de septiembre se celebró en el Ayuntamiento de Bilbao el primer pleno municipal del nuevo mandato y desde Elkarrekin Bilbao quisimos comenzarlo destacando la importancia del bienestar psíquico de las personas y sobre todo de nuestros jóvenes. De este modo y aun siendo conscientes de que las competencias municipales en materia de salud pública son limitadas, nos hemos marcado como objetivo político exprimir hasta la última gota competencial para mejorar la salud de los bilbaínos y bilbaínas. Hasta el punto de lograr el compromiso del equipo de Gobierno para seguir dando pasos concretos en materia de salud mental.  

Concretamente, hemos logrado el compromiso de actualizar el Diagnóstico de Salud cuantitativo y participativo de Bilbao. Algo básico para conocer cómo estamos y poder así diseñar el ‘II Plan Municipal de Salud’. Un plan que va a incluir un programa específico de ‘Salud Mental y Emocional’. Adicionalmente también se van a desarrollar las medidas que se contemplan en el ‘Programa de Salud Infantil de Osakidetza’ y en la nueva ‘Estrategia de Salud Mental’. Y por último,  también hemos logrado que, en el marco de la ‘Estrategia Municipal contra la Soledad no deseada y el aislamiento social’, se preste especial atención a la situación de la niñez y la juventud de Bilbao. 

En este sentido, aunque resulta lógico que cuando hablamos de soledad automáticamente pensemos en las personas mayores, los datos también reflejan que cuatro de cada diez personas en situación de soledad no deseada son jóvenes. La juventud representa casi la mitad de los casos identificados y no es un tema menor, ya que la soledad no deseada aumenta la morbilidad y el riesgo de muerte prematura, incidiendo directamente en el aumento de los casos de suicidio. 

En definitiva, y como dice el psicólogo y terapeuta Iñaki García Maza hablar de salud mental es hablar de asuntos “inter- nos”, asuntos que ocurren en la sociedad, entre nosotras, entre las personas. Por todo ello, consideramos que ha llegado la hora de repensar la salud mental desde las Instituciones Públicas, como un elemento fundamental de nuestro sistema público de salud y también como un pilar básico de nuestra pequeña democracia local. 

De nada sirve tener más o menos posibilidades vitales si nuestra salud mental está dañada. De nada sirve desarrollar nuestras capacidades humanas o profesionales si nuestro bienestar emocional no está bien. De poco sirven nuestros valiosos derechos civiles, políticos, sociales, económicos o culturales si no tenemos ganas de ejercerlos, de disfrutarlos y sobre todo de vivirlos. 

Afrontar la salud mental nos exige cuidar la vida cotidiana y poner todos los recursos y políticas públicas necesarias para posibilitar vidas buenas, que no dependan del barrio en el que vives, ni tampoco de tu cuenta corriente. Porque hablar de salud mental es hablar de estrés, de ansiedad, de insomnio; es hablar de conciliación, de hábitos de consumo, del acceso a la vivienda, de precariedad e inestabilidad laboral. Porque los problemas de salud mental no son sólo problemas individuales, sino también colectivos, son problemas sociales que van mucho más allá de estar enfermos.