Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
SHESA debe morir
No, no se trata de matar a nadie, por supuesto, pero permítanme parafrasear al maestro William Shakespeare, que puso estas mismas palabras en boca de Bruto refiriéndose a su mentor Julio César. Y es que la Sociedad de Hidrocarburos de Euskadi (SHESA) ha perdido ya toda razón para continuar con su actividad, que ahora mismo resulta ya nociva para los intereses de una ciudadanía vasca que pide un cambio de modelo energético hacia fuentes renovables que no afecten de manera tan negativa a nuestro entorno y a nuestra salud como lo hacen los combustibles fósiles.
Una apuesta decidida por luchar contra el Cambio Climático pasa inexorablemente por dejar los restos de los combustibles fósiles bajo tierra. Y eso significa renunciar a la inversión en exploración y explotación de los recursos fósiles, precisamente la razón de ser de SHESA, cuyas últimas actuaciones apostando por el fracking como método de explotación de unos recursos gasísticos que sabemos desde mediados del siglo pasado son escasos y demasiado repartidos para ser rentables, tanto económica como energéticamente, han resultado bastante ridículos viendo el recorrido que esta apuesta ha tenido allí donde se ha llevado a cabo hasta sus últimas consecuencias. En Estados Unidos, la burbuja del fracking está en plena explosión, dejando un paisaje desolador a su paso.
Carece de sentido que por una parte el Gobierno Vasco plantee una estrategia para luchar contra el Cambio Climático y por otra mantenga una empresa pública que lo favorece con sus actuaciones. Si realmente nos creemos que la lucha contra el Cambio Climático es vital, la existencia de SHESA deja de tener sentido. Antes de que sea tarde, el Gobierno Vasco, al igual que el central y los ayuntamientos, tienen que adaptar sus actuaciones de forma decidida por un modelo realmente sostenible. Evidentemente, esta apuesta requiere renunciar a las visiones cortoplacistas y/o partidistas, por lo que es imprescindible que se abra de una vez por todas un debate serio sobre el modelo energético que necesita nuestra sociedad a futuro y que culmine con un pacto entre partidos y organizaciones sociales que permita desarrollar las políticas adecuadas para evitar que la adaptación a los cambios climáticos que ya estamos sufriendo se haga de forma traumática.
Una vez más, la sociedad civil va un paso por delante de las instituciones. Una parte de la ciudadanía vasca ha tomado conciencia del problema y ha decidido apostar por un nuevo modelo energético basado en las renovables. Ese intento de exprimir al máximo el actual modelo que supuso la pretensión de aplicar en Euskadi la perniciosa técnica del fracking en “yacimientos” que no son (jamás lo fueron) rentables ni económica ni energéticamente, paradójicamente actuó de catalizador para esta respuesta negativa de la sociedad a seguir por un camino sin salida. Pero el camino no ha hecho más que empezar: sin la presión decidida de la sociedad, las instituciones dominadas por los partidos tradicionales, respaldados por los todopoderosos lobbies de la energía, van a continuar por una senda que hipoteca de forma decisiva nuestro futuro a medio y largo plazo.
El hecho de que hayamos superado ya el pico de producción de petróleo crudo y de estar cerca de hacerlo en otros tipos de productos de origen fósil en los que se basa el actual modelo de sociedad nos obliga ya a ir pensando en arrinconar un modelo que, además, es insostenible si queremos realmente cumplir con los objetivos marcados en el Acuerdo de París contar el Cambio Climático. Por estas razones es perentorio replantear ya como utilizamos la energía en sectores como el transporte, el mayor nicho de despilfarro energético y el más pernicioso de cara a contener el Cambio Climático en parámetros más o menos aceptables. Y por eso es por lo que hay que plantearse la desinversión en energías fósiles cuanto antes. Empresas como SHESA, aunque sea por el propio instinto de supervivencia, continúan impulsando un modelo que sabemos (ellos también los saben) insostenible. El ahorro y la eficiencia energética no son suficientes, hay que tomar decisiones decididas para dejar los combustibles fósiles donde están: bajo tierra.
No, no se trata de matar a nadie, por supuesto, pero permítanme parafrasear al maestro William Shakespeare, que puso estas mismas palabras en boca de Bruto refiriéndose a su mentor Julio César. Y es que la Sociedad de Hidrocarburos de Euskadi (SHESA) ha perdido ya toda razón para continuar con su actividad, que ahora mismo resulta ya nociva para los intereses de una ciudadanía vasca que pide un cambio de modelo energético hacia fuentes renovables que no afecten de manera tan negativa a nuestro entorno y a nuestra salud como lo hacen los combustibles fósiles.
Una apuesta decidida por luchar contra el Cambio Climático pasa inexorablemente por dejar los restos de los combustibles fósiles bajo tierra. Y eso significa renunciar a la inversión en exploración y explotación de los recursos fósiles, precisamente la razón de ser de SHESA, cuyas últimas actuaciones apostando por el fracking como método de explotación de unos recursos gasísticos que sabemos desde mediados del siglo pasado son escasos y demasiado repartidos para ser rentables, tanto económica como energéticamente, han resultado bastante ridículos viendo el recorrido que esta apuesta ha tenido allí donde se ha llevado a cabo hasta sus últimas consecuencias. En Estados Unidos, la burbuja del fracking está en plena explosión, dejando un paisaje desolador a su paso.