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“Sólo hay un bien: el conocimiento”

“Con la ignorancia armonizan bien los errores” (C. Arenal)

Algunos lo intuíamos desde hacía tiempo, pero siempre albergamos la esperanza de estar confundidos. Desde el principio de su mandato político mostró síntomas de quedarle grande el cargo, aunque pensamos que la bisoñez, con esfuerzo y dedicación, sería superada y podría convertirse en alguien con cualidades políticas interesantes. Al ser reelegida por el lehendakari Urkullu para la legislatura actual, la mayoría aventuró el R.I.P. del Partido Nacionalista Vasco a la educación pública. Los optimistas irredentos, sin embargo, se esforzaron por buscar en el rodaje anterior los mimbres suficientes para desatascar los nudos principales de su Departamento.

Estaban equivocados. Las últimas declaraciones en prensa de la Consejera de Educación, Cristina Uriarte, confirman los peores augurios y dan la razón a quienes siempre han pensado que no está a la altura del cargo que representa. Y lo argumentan, por ejemplo, en las habilidades relacionales mostradas con las organizaciones sindicales de enseñanza, a las que califica alegremente de excesivamente ideologizadas, utópicas y alejadas de la realidad.

Sus críticos se empeñan en recordarnos que fue toda una muestra significativa de su visión simplista de los sindicatos -y no un mero traspiés de protocolo- aquel primer encuentro de delegaciones en Lakua entre CCOO Irakaskuntza y la Consejería, en el lejano año de 2012. Acudíamos, como representantes del sindicato los y las compañeras de los colectivos educativos (UPV, Pública no universitaria, Concertada, Laborales, Formación y Política Educativa y los responsables de Organización y Secretaría General). Se trataba de un encuentro institucional en la que las presencias y las ausencias significarían toda una declaración de intenciones futuras. Por el Departamento de Educación asistieron la propia Consejera, acompañada de la Viceconsejera de Administración y Servicios y del Director de Gestión de Personal; nadie más. Advertida de la escasez de cargos departamentales presentes, la propia Sra. Uriarte contestó con cierto asombro, que pensaba que se presentaba ante un sindicato para intercambiar generalidades de los temas que nos debían preocupar: salarios y jornada laboral. 

A aquella sorprendente primera reunión, que puso en evidencia un desconocimiento flagrante de la realidad que se mueve en un sindicato de enseñanza actual, le han seguido otras carencias comunicativas. Citaré tan sólo las más significativas.

La accesibilidad, por ejemplo. La Sra. Uriarte, de forma voluntaria o por indicación de terceras personas, se ha encastillado en un promontorio desde el que resulta harto difícil el diálogo con ella. La excepción la marcan las ocasiones en las que presenta o inaugura algún acto propio, o cuando responde a invitaciones que otras organizaciones le envían (incluida la propia de Irakaskuntza, el pasado marzo, en su XII Congreso Federal).  Fuera de este marco, la Consejera no ha sabido encontrar un marco de reuniones periódicas estable (¿anual? ¿por legislatura?) en las que dos organizaciones institucionales se reúnan para intercambiar algo más profundo que las realidades enfrentadas del día a día. Desconocemos si es mera estrategia política o incapacidad para buscar en otros espacios -que no sean los citados- cercanías y empatías necesarias que aproximen situaciones poliédricas.

Otra habilidad poco desarrollada desde la Consejería de Educación es la que tiene que ver con las relaciones equilibradas. La atalaya que supone el puesto de Consejera de Educación vasca es el lugar idóneo para conocer cuantas posturas manifestamos los distintos agentes educativos. Sopesar pros y contras de cada organización. La sospecha sindical, sin embargo, parte del desequilibrio manifiesto  que emplea la Consejera en sus relaciones con otras organizaciones educativas, especialmente con las patronales de la Enseñanza. No somos tratados de igual forma que Partaide, Kristau Eskola o Hetel, por citar algunas, ni en la frecuencia ni en la discusión de las temáticas de interés. La parte sindical es conocedora del papel que la sociedad –a través de la normativa jurídica- nos tiene asignado.

Parece que la Sra. Consejera se empeña en circunscribir ese campo relacional al exclusivamente laboral, olvidando intencionadamente cuestiones tan fundamentales para nuestros y nuestras representadas como la política educativa, las preferencias presupuestarias o la metodología de implantación de los programas de convivencia en las aulas, por citar sólo alguno de los “olvidos” más significativos. ¿Cómo, si no, debe entenderse que  la Viceconsejera de Educación, uno de los escasos cambios en los cargos de esta legislatura, no haya encontrado el momento de reunirse con la parte sindical, once meses después del nombramiento, pero sí haya tenido agenda libre para reunirse son asociaciones educativas de ámbitos diversos?

En este contexto se explica, por ejemplo, la renuncia de la Sra. Uriarte a trabajar con la parte sindical el marco pedagógico, primer proyecto del Plan Heziberri 2020, con el vago argumento de que estaba redactado por un equipo de expertos y sería suficiente incluir nuestra aportación en la valoración final del mismo. Es decir, siempre y cuando significara el apoyo explícito al documento. A pesar de todo, cuando tuvimos oportunidad de hacer esta primera aportación y señalamos el equivocado camino que iniciaba la Consejería con esta dinámica tan escasamente negociadora, similar a la que había utilizado el desacreditado exministro Wert con la LOMCE, se nos tachó de alarmistas y casi de manipuladores políticos.

Y es en ese espacio donde más dificultades encuentra Cristina Uriarte para explicar su concepto sobre lo que es hacer política. De sus declaraciones parece intuirse que hay buena y mala política; que la primera la realizan los partidos –como, por ejemplo, el que le ha nombrado para gestionar la cartera educativa-  y atribuye la segunda, sin embargo, a las organizaciones sindicales. Es más, de alguna de sus entrevistas se desprende que si a esa forma (negativa) de hacer política se le añade ideología, el sistema educativo vasco entrará en estado de alarma permanente y se alejará de los limpios y puros principios que debe mantener. ¡Que lejos de la vida real se encuentra si mantiene tales creencias! ¡Qué pérdida de credibilidad cuando se despacha ante los medios acusando a los sindicatos de enseñanza de hacer política de parte y olvida la otra política que ella desarrolla desde su despacho!

Es mi intención acabar estas líneas de forma positiva. Como profesional de la enseñanza y como representante sindical, me ha movido constantemente el deseo de explicar las ventajas del conocimiento frente al dogmatismo, de la competencia frente a la ineptitud. De ahí este regalo que ofrezco a Cristina Uriarte, con los mejores deseos prenavideños.

Se trata del tercer punto del preámbulo de la ponencia del XII Congreso federal de Irakaskuntza. Dentro de la declaración de intenciones, se señala que para la afiliación de una organización sindical, la Educación vasca tiene que ser un derecho universal de toda la ciudadanía, no una mercancía al servicio de las leyes del mercado; un instrumento de transformación social para el logro de una sociedad más justa y cohesionada, a la vez que un elemento de coeducación para la transmisión de valores de equidad, igualdad y  libertad. Así, la educación vasca deberá estar al servicio de toda la ciudadanía, desde el respeto a la pluralidad de sentimientos identitarios y a la diversidad. Y deberá estar apoyada en una autonomía de los centros con equipos directivos estables, con recursos suficientes, formación adecuada, seguridad y respaldo jurídico-gubernamental, con más capacidad de gestión de los proyectos educativos elaborados y compartidos por los y las integrantes de las comunidades educativas.

En ello estamos, en intentar convencer con la fuerza de esta argumentación. Pese a quien pese, guste a quien guste.

 

 

“Con la ignorancia armonizan bien los errores” (C. Arenal)

Algunos lo intuíamos desde hacía tiempo, pero siempre albergamos la esperanza de estar confundidos. Desde el principio de su mandato político mostró síntomas de quedarle grande el cargo, aunque pensamos que la bisoñez, con esfuerzo y dedicación, sería superada y podría convertirse en alguien con cualidades políticas interesantes. Al ser reelegida por el lehendakari Urkullu para la legislatura actual, la mayoría aventuró el R.I.P. del Partido Nacionalista Vasco a la educación pública. Los optimistas irredentos, sin embargo, se esforzaron por buscar en el rodaje anterior los mimbres suficientes para desatascar los nudos principales de su Departamento.