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¡Sr. Puigdemont: …! (Carta navideña al Señor Puigdemont)
Sr. Puigdemont, espero que haya pasado una feliz Nochebuena.
En la mañana del día siguiente le escribo esta breve misiva a sabiendas de que no le producirá otra reacción que alguna ostentosa carcajada y, quizás, un corte de mangas. Pero creo que es pertinente alertarle de que usted no ha ganado las Elecciones del 21 de Diciembre en Cataluña. Por tanto, sus bravuconadas amenazantes no vienen a cuento, parecen más propias de un osado o de un descarado sin principios éticos que de alguien que desea conducir (o reconducir) a una comunidad humana hacia un modelo de convivencia razonable.
No sé por qué pero usted me ha recordado a esa estatua tan visitada en Bruselas -el Manneken Pis ('Hombrecillo que orina')- no solo por las hechuras de la estatua sino por la misma actitud: tanto el hombrecillo como usted se están “meando”, si bien la estatua se ha convertido en una institución allí, bien aceptada por todos, mientras que usted es un prófugo, un huido, que ya se cree ungido por los dioses. Su fotografía, adornado con la bufanda de hincha del Girona Club de Fútbol, sólo es propia de un provocador. Desde luego que habrá otros catalanes que sean capaces de llevar esa bufanda con dignidad, por ejemplo los emigrantes que habrán salido de sus hogares gerundenses en busca de la vida, pero su imagen desvirtúa la honradez de esas personas, y su cinismo es más una agresión para el Girona que un apoyo.
En todo caso, dejaremos esto en una anécdota. No así el hecho de que usted se erija en un todopoderoso, tras el 21 de Diciembre, sin haber ganado las Elecciones. Su actitud solo demuestra su escasísima dotación democrática y una soberbia propia de quien no sabe ni respetar ni leer la realidad. Usted, Sr. Puigdemont, no ha ganado las Elecciones catalanas, y le debe algún respeto a quien sí las ha ganado, de modo que en tanto la ganadora Sra. Arrimadas no abandone su anhelo, usted debe ser discreto y educado, si no por deferencia a Inés Arrimadas, al menos sí para demostrar que es usted demócrata. ¿Lo es? (Yo no he votado a la Sra. Arrimadas, y no la votaré; tampoco le votaré a usted, pero creo que hay que respetar el procedimiento democrático, porque la Democracia y su preservación son prioritarios, y debe ser defendida y protegida de quienes, como usted, solo hablan de ella cuando les favorece).
Poco más quiero decirle en esta mañana de Navidad. Usted no ha ganado las Elecciones en ninguno de los sentidos que apunta. A su formación la han ganado en escaños, y también su quimera independentista ha caído en las urnas, porque las formaciones que se declaran tal han obtenido muchos menos votos que esas que ustedes llaman ahora “unionistas”.
Con todo, no haría usted mal en propagar sus ideas al lado del Manneken Pis ('Hombrecillo que orina'). Usted ya lo ha hecho (la micción) sobre las cabezas de los catalanes y catalanas cuando huyó, como alma que lleva el diablo, después de sus escarceos irresponsables al frente de la Generalitat. Aquí dejó a su “gran amigo” Oriol Junqueras, pero le dejó en la cárcel, quizás esperando que cumpliera su castigo y, de paso, le liberara a usted del suyo. Sin embargo Oriol Junqueras puede ser considerado un hombre de fiar (al margen de que yo no comparta sus ideas y modos) mientras que usted se queda en un tránsfuga, y como tal un desleal a la causa que dice defender.
No sería extraño que sus incondicionales impulsaran la construcción de una estatua suya al lado del “Hombrecillo”, y le hicieran partícipe de la misma inscripción o leyenda que acompaña a la estatua: “El Señor me levantó sobre una roca, y ahora elevo mi cabeza sobre los enemigos”.
Sr. Puigdemont, espero que haya pasado una feliz Nochebuena.
En la mañana del día siguiente le escribo esta breve misiva a sabiendas de que no le producirá otra reacción que alguna ostentosa carcajada y, quizás, un corte de mangas. Pero creo que es pertinente alertarle de que usted no ha ganado las Elecciones del 21 de Diciembre en Cataluña. Por tanto, sus bravuconadas amenazantes no vienen a cuento, parecen más propias de un osado o de un descarado sin principios éticos que de alguien que desea conducir (o reconducir) a una comunidad humana hacia un modelo de convivencia razonable.