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Los tiempos en que nos tocó vivir

Alex Larragoiti

Zigoitiarra —

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Alarma, estupor y miedo.

Hace algunas semanas se encendió alarma roja en nuestras comunidades. Fuimos conscientes de la hecatombe que proyecta la empresa Solaria S.A. y que pretende atropellar a la comarca de Gorbeialdea y al conjunto de Araba.

Tras el estupor inicial, tratamos de conseguir un mínimo de información que nos ayudara a saber en qué situación real estábamos. Para ello nos dirigimos a las personas que en nuestras comunidades tienen delegada una función de representación pública, y ello nos llevó del estupor, al miedo y el peligro de parálisis.

Los vecinos no propietarios de terrenos observamos atónitos la alarmante falta de información que sufríamos; pero resultó que los propietarios y miembros de las juntas administrativas tenían una información sesgada e intencionadamente descontextualizada por parte de la empresa. Cabe pensar que este fue también el caso de los propios ayuntamientos, pues ya habían tenido contactos con la empresa agresora.

Después supimos que esta empresa del Ibex35 desde hace mucho tiempo ha estado trabajando como lobby energético puro y duro. Y lo ha hecho tanto en las principales instituciones de la CAV y de Araba, como a nivel de los Ejecutivos o de las principales representaciones en sus respectivas cámaras de representación. También ha tenido y tiene una privilegiada relación con las fuerzas políticas más representativas de Araba.

“…No se puede hacer nada...”. Del miedo a la indignación.

Tratamos de objetivar la situación, no creyendo que quienes son nuestros representantes pudieran tolerar semejante atropello, pero “no se puede hacer nada...”,  nos dijeron.

Cómo era posible que ese fuera el planteamiento, no ya de quienes nos gobiernan desde hace muchas décadas, sino especialmente y porque se les presupone otra cultura política, de quienes tienen que representar la que actualmente es la posición política principal en nuestra comarca y tienen además la obligación de representar también un modelo alternativo, democrático, participativo y popular de país. Sorprende y —quisiera no tener que decirlo— también indigna.

Si bien es cierto que la transición energética es parte del debate público y también objeto de debate en la izquierda soberanista, no es aceptable la “oposición de perfil bajo” y que todo parezca indicar que se esté “dejando hacer” desde la más alta representación institucional de este, nuestro bloque político. Desearía fervientemente estar equivocado respecto a esa posición, pero a la evidencia me remito.

Es evidente la dificultad que algunos de estos más altos representantes han encontrado para llevar a cabo un debate sosegado sobre la necesaria y urgente transición energética, más allá del llevado entre sus propias filas. Pero pretender que ese debate haya concluido, es falso y quisiera no tener que pensar que esconde la intención de imponer un modelo de transición energética. Un modelo inconfesable en tanto que agresor, brutal con el territorio y nuestra sociedad, e indefendible entre la propia base social. La vía no puede ser hurtar el debate. 

La autoasignación de roles de expertos infalibles, aprobando con el PNV leyes en forma de hipoteca futura y rechazando veladamente las opiniones cualificadas de muchos de los mejores expertos en las materias directamente emplazadas, muestra también praxis muy preocupantes y el germen de una desconexión futura respecto al propio movimiento popular y la sociedad en general. El debate sobre la parte “macro” de la transición energética, ni ha sido claramente desarrollado, ni mucho menos está cerrado, ni socializado. Y en tiempos de apariencias, acaso ha sido ocultado; como es también aletargado en estos momentos cruciales, el impacto que esto supone en nuestras comunidades.

Indigna también que una empresa de este tipo haya encontrado semejante bienvenida. Y sí, se trata de una empresa con intención de depredar territorio, aprovecharse de los propietarios más débiles, con demostrado dolo en su praxis y sin escrúpulo alguno para con nuestra sociedad. Al fin y al cabo, tras el disfraz Green, no hay ningún atisbo de modelo ejemplar para esa nueva sociedad que decimos pretender construir.

No sorprende que los principales voceros del partido gobernante en Araba den a la sociedad mensajes confusos. Tampoco sorprende que el PNV estructure un gobierno en la CAV y en la Diputación de Álava claramente enfocados en facilitar este tipo de atropellos. Ni el marco legal propiciado durante años de forma negligente o, lo que es peor, premeditado (la ordenación del territorio caótica y propiciatoria de la ley de la selva, y la Ley de transición energética). Creo que es su genética política y ya no sorprenden.

La administración parece propiciar además los monopolios encubiertos como el de esta empresa, las expropiaciones y en consecuencia un nuevo modelo de acaparamiento y latifundismo. De paso, también avanzan en el aplastamiento antidemocrático de nuestras comunidades rurales, o la paulatina desaparición de las iniciativas económicas agrícolas. Aun así, sí sorprende cómo el marco administrativo actual siquiera permite la tramitación de borradores de proyectos como estos, que son manifiestamente una chapuza, pero que como la propia empresa en actitud de desprecio dice: adaptarán cuantas veces necesiten, hasta salirse con la suya.

Son proyectos que no consideran con un mínimo de responsabilidad, ni el impacto medioambiental, ni el económico o social, pero que además con sorprendente descaro, manipulan u ocultan parámetros para mitigar los daños objetivos que pretenden ocasionar a nuestra sociedad, economía, paisaje y ecosistema. Pero aun así, se les permite amenazarnos.

Genera indefensión manifiesta que la empresa describa además en los proyectos Solaria-Zierbana 2-3-4, solo tres proyectos de 49,5 MW (más de 110 hectáreas cada uno) y sus consiguientes macro subestaciones eléctricas, además de la línea de alta tensión de postes de más de 100metros de altura en varios puntos y capaz de transportar más de 1.400 MW y de 101km de distancia. Un fácil cálculo da una dimensión real de lo que pretenden.

Tolera pues la administración, en previsible alianza político-empresarial, un proceso de simulación garantista que no es sino otra muestra de indefensión para los afectados. Reconocen sin escrúpulo y con impunidad, que tienen más de 30 proyectos más como estos para el territorio alavés y alrededores cercanos, “necesarios” para “completar” la capacidad de esa línea. Sin embargo, jugando con nuestras comunidades, tratan de ahogarnos emplazándonos a alegar una pequeña parte de los proyectos por separado, siendo la administración pública conocedora y partícipe de esa trampa. Ocultan también, porque saben que rompe la cohesión de nuestras provincias, que gran parte de esa energía va a la bahía de Bizkaia y que es para propiciar la transición “green” de los más “black”. Destrucción irreparable del territorio alavés, para propiciar el desarrollismo salvaje que nos ha traído aquí.

Nos tendrán en frente. “La peor lucha es la que no se hace”.

Pero nuestras comunidades son maduras y conscientes. Se han organizado y se defienden. Son también solidarias y conocen perfectamente los retos de la transición energética e incluso que supondrá un esfuerzo colectivo, pero de ninguna manera pueden aceptar ser machacadas y ninguneadas bajo el amparo, es obligado recordarlo también en este y otros muchos asuntos, de un desequilibrio de representación en las propias Juntas Generales de Araba, donde entre todas las cuadrillas tenemos 7 representantes, Ayala tiene 5, y 38 más son elegidos solo por Vitoria-Gasteiz. Esta anomalía antidemocrática y desvertebradora de Araba propicia también que sean descabezadas las áreas rurales y sean continuamente sometidas a la megacefalia y urbanita vitoriana. 

La transición debe hacerse sí, pero no así. La endofagia no es la solución. Confieso no tener muchas esperanzas en aquellos que repetidamente dan muestras de confundir la patria con el negocio, pero no puedo sino exigir a la que se pretende alternativa política, que haga una oposición firme a este atropello. No una calculada oposición de “perfil bajo”, una oposición “dejando hacer”, con el mantra interno de que “algo hay que hacer en pos de la urgente soberanía energética”, sabiendo que eso propiciará nuestra destrucción y esperando que sean otros los que paguen el precio político.

Las comunidades de nuestros municipios son conscientes y lo han demostrado con su movilización, que “sí se puede hacer mucho”, y que, parafraseando a Marx, “la peor lucha es la que no se hace”.

Es preciso recordar cuál es la fuerza política más votada de nuestro territorio y cuál es la evolución electoral en Araba. ¿Se atreverá el PNV a semejante salvajada, si como debieran EHBildu y sus responsables institucionales, hacen una oposición firme?  Sirvan pues estas líneas para tratar de hacerles recapacitar y pedirles que no nos dejen solos ante esta agresión.

En tiempos de altas aspiraciones políticas, en tiempos de amistades peligrosas, a aquellos que seguimos creyendo en que la izquierda soberanista es la herramienta transformadora que Euskal Herria necesita, y que lo es además por la integridad ética que se le presupone, Alfonso Daniel Rodriguez Castelao, referente universal, nos dejó esas sabias palabras:

“…no os acerquéis a ellos, porque pueden robaros algo de vuestra razón y transmitiros su tontería. Dejadlos pasear, hablar, danzar y crecer en su mundo. Y si algún tonto llega a ser autoridad no os asombréis, porque son cosas del sistema que combatimos y de los tiempos en que nos tocó vivir”.  

Optemos, pues, por cambiar los tiempos que nos tocaron vivir, y exijamos que esa invitación a danzar en el mundo de las élites, no conduzca a nuestros representantes a sacrificar al pueblo que los puso ahí.

Alarma, estupor y miedo.

Hace algunas semanas se encendió alarma roja en nuestras comunidades. Fuimos conscientes de la hecatombe que proyecta la empresa Solaria S.A. y que pretende atropellar a la comarca de Gorbeialdea y al conjunto de Araba.