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Tormentas primaverales en la Educación

Tras un final del invierno y un comienzo desastroso de la primavera, climatológicamente hablando, las últimas semanas se vienen caracterizando por una sucesión de tormentas que, además de no aportar el agua que la tierra necesita, estropean cultivos, inundan pueblos y ciudades y no dejan satisfecho prácticamente a ningún ser vivo. Una prueba más de que la alteración climática que sufrimos los últimos años intenta señalarnos, de forma natural, la desastrosa actitud humana en el tratamiento del medio ambiente. Además, los pronósticos para el verano que ya se asoma no hacen concebir ninguna mejora significativa: aumento de la estación seca, subidas inesperadas de temperatura, aguaceros preocupantes…; en fin, una inestabilidad climatológica que poco ayudará a tranquilizar los ánimos en una época especialmente diseñada para ello.

El mundo educativo tampoco parece salvarse de esta zona tormentosa. Varias son las situaciones que producirán cierta alarma, si no somos capaces de reconducir los funestos augurios que aparecen en el horizonte. Vamos con algunos de ellos.

Empezando por el más lejano, desde el punto de vista cronológico, hablamos del resultado de las últimas elecciones locales, autonómicas y forales. Estos comicios han dejado un poso de intranquilidad evidente, al calor de algunos de los comentarios y decisiones políticas conocidas en estos días: la necesidad de pactos postelectorales entre la derecha y la ultraderecha permitirá el ascenso de esta última a posiciones de control en los que la educación se convierte en pieza angular de intercambio. Ya es conocida sobremanera la posición de VOX en asuntos como el “pin parental”, la Ley de Memoria Democrática o la violencia machista. En cualquiera de estas situaciones, la influencia de estas políticas negacionistas contrarias a la defensa de valores democráticos retrotraerá el esfuerzo realizado por miles de docentes y equipos directivos, empeñados en actualizar la sociedad española, a momentos preconstitucionales, similares a las vividas en la época de la dictadura franquista: control exhaustivo vertical desde las consejerías de educación (dos ejemplos ilustrativos recientes al respecto: uno: la obligación en la educación andaluza de que sea la inspección la única capacitada para autorizar la presencia en los centros de cualquier persona no docente que fuese invitada para dar conferencias, charlas o promover debates, además del propio profesorado; y dos: la reciente prohibición de la Universidad de Valladolid a la charla del magistrado emérito Martín Pallín sobre la democracia frente a la extrema derecha). Frances Imbernón lo explica perfectamente en su último artículo en El Diario de la Educación: “Las evidencias y las realidades vividas a lo largo del tiempo nos muestran que cuando las políticas educativas son conservadoras, neoconservadoras o neoliberales tienen tendencia a aumentar el control sobre la educación y, como consecuencia instan a la centralización educativa, la desconfianza en la tarea docente, menos participación en la tarea educativa y, por supuesto, introduciendo concepciones liberales en una práctica más autoritaria, vertical, de vuelta a lo básico, ya que se han perdido, por culpa de algún contrario, no sé cuántas cosas importantes para en la infancia, la juventud, los ciudadanos y la patria.”

Existe una falsa creencia, muy peligrosa entre el alumnado joven, pero no exclusiva de esta edad, de que la democracia, una vez conseguida, es imposible de revertir. La historia, sin embargo, está plagada de ejemplos que desmienten tal aseveración. España, Italia, Portugal, Alemania en Europa, pero también Chile, Venezuela o los mismísimos EEUU tras el intento golpista del asalto a la Casa Blanca en tiempos del trumpismo… son algunos de los ejemplos que señalan las pérdidas de libertad en un abrir y cerrar de ojos, de participación ciudadana y de derechos sociales conquistados durante largas luchas en estos países.

Bien por una inadecuada – o deficiente- formación inicial, bien por una escasísima -y no obligatoria- formación permanente, seis de cada diez docentes están insatisfechos/as con su formación y reclaman una actualización

Como con precisión enfoca Cruz Pérez Pérez, catedrático de Teoría de la Educación de la Universitat de València, “La estabilidad de los sistemas democráticos requiere de ciudadanos cívicos, concienciados de la valía de sus instituciones y que participen en las mismas activa y responsablemente”. Y este planteamiento desaparecería si fuesen las fuerzas conservadoras las que ostentaran el poder político. De ahí la importancia del papel que debe jugar la Educación. Seguimos con Cruz Pérez: “Tenemos que hacer una apuesta fuerte por la educación, pues es la conciencia democrática de un pueblo la que mantiene viva la democracia, por encima de las instituciones”.

Otro elemento tormentoso aparece al revisar las conclusiones obtenidas del informe con 44 propuestas realizadas entre el Ministerio de Educación y FP, la OCDE y la Comisión Europea para reducir drásticamente el abultado Abandono Escolar Temprano (AET) que soporta la educación española. De entre las cinco líneas de actuación que destaca el informe (identificación de centros con necesidad de recursos adicionales, fomento de la inclusión y de la diversidad, promoción de flexibilidad curricular, intercambio de buenas prácticas y formación del profesorado), en el último de ellos aparece un dato impactante: tan sólo el 40% del profesorado español considera estar adecuadamente formado para desarrollar la práctica educativa (frente a casi el 90 del dato europeo). En fin, que bien por una inadecuada – o deficiente- formación inicial, bien por una escasísima -y no obligatoria- formación permanente, seis de cada diez docentes están insatisfechos/as con su formación y reclaman una actualización que las distintas administraciones educativas niegan o no exigen. Este asunto pone de actualidad una reivindicación sindical -también asumida por colectivos docentes, como el Foro de Sevilla (a través de su programa “por otra política educativa”)- no por repetida, menos importante: la necesidad de una verdadera carrera profesional y de un estatuto docente que adecúe la necesaria formación con el reconocimiento administrativo del personal más solvente y motivado profesionalmente.

La LOMLOE, en su propio articulado, reconocía la necesidad de negociar esta carrera profesional docente y desde que el Ministerio de Educación y FP presentó sus 24 medidas de reforma para iniciar este proceso, en enero de 2022, el silencio es la nota dominante.

El tercer y último, por el momento, rayo tormentoso que augura problemas en la educación tiene que ver con un documento publicado por el Observatorio Vasco de la Juventud (noviembre de 2022) sobre el comportamiento juvenil en temas como la educación y la formación, el empleo y la situación económica, la emancipación y la vivienda, la salud, la igualdad entre mujeres y hombres, los valores y las actitudes y la valoración de la situación. He vuelto al informe tras conocer el dato del resultado de las recientes elecciones locales y forales ya mencionadas que indican que tan sólo 4 de cada 10 jóvenes vascos decidieron votar y lo encontrado es que una proporción muy abundante de jóvenes vascos no creen en los partidos políticos; tan sólo el 18% de jóvenes entre 18 y 29 años se confiesan a favor de los actuales partidos políticos, pese a que por primera vez en años aparece una mayoría de interesados por la política (51,4%).

Vistos así los datos, no podemos ser excesivamente optimistas con que este colectivo se sienta vinculado a acudir a las urnas en los próximos comicios convocados como elecciones generales y, con ello, conseguir frenar esa reiterada llamada a la vuelta de los partidos conservadores y derecha más rancia al poder estatal.

Lo dicho, tal y como define la RAE en su segunda acepción el término tormenta, estamos ante una adversidad, desgracia o infelicidad del personal amante de la educación. Sólo nos queda confiar en que estas tormentas sean primaverales y que para finales de julio el tiempo se haya asentado, dando paso a un verano clásico: esperanzador, tranquilizante y lleno de buenos propósitos para el siguiente curso que nos espera.

Tras un final del invierno y un comienzo desastroso de la primavera, climatológicamente hablando, las últimas semanas se vienen caracterizando por una sucesión de tormentas que, además de no aportar el agua que la tierra necesita, estropean cultivos, inundan pueblos y ciudades y no dejan satisfecho prácticamente a ningún ser vivo. Una prueba más de que la alteración climática que sufrimos los últimos años intenta señalarnos, de forma natural, la desastrosa actitud humana en el tratamiento del medio ambiente. Además, los pronósticos para el verano que ya se asoma no hacen concebir ninguna mejora significativa: aumento de la estación seca, subidas inesperadas de temperatura, aguaceros preocupantes…; en fin, una inestabilidad climatológica que poco ayudará a tranquilizar los ánimos en una época especialmente diseñada para ello.

El mundo educativo tampoco parece salvarse de esta zona tormentosa. Varias son las situaciones que producirán cierta alarma, si no somos capaces de reconducir los funestos augurios que aparecen en el horizonte. Vamos con algunos de ellos.