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Tortura

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En nuestro país hay mujeres que son catedráticas de cualquier disciplina, tanto de filosofía como de física, de derecho constitucional, de matemáticas o de ingeniería aeroespacial. Hay también mujeres enfermeras, abogadas que se desviven por defender los derechos de los más necesitados, arquitectas que diseñan espacios luminosos, confortables, psicólogas que nos templan la angustia de ser tan solo lo que somos, mujeres que han librado heroicas batallas para librarse de maridos maltratadores, muchachas que cantan como si te estuvieran rescatando de un naufragio, historiadoras que han dedicado gran parte de su vida a diferenciar la leyenda de la realidad histórica y muchas otras admirables mujeres, entre los casi 25 millones de españolas que hay actualmente censadas, que viven, laboran, pasan y sueñan habitando este ruidoso reino en este tiempo de tele series, plásticos, partidos de fútbol y soledad.

De todas estas mujeres apenas tenemos conocimiento. Nadie nos traslada noticia alguna de aquello que estas mujeres saben, piensan o hacen en su labor profesional. Los hombres, por lo general, no necesitamos más de un ladrido para hacernos notar. Pero la mujer, la única mujer que en España nos habla todos los días de lo divino y de lo humano, teniendo a su servicio innumerables medios de comunicación, que nos transmiten sus palabras para que todos sepamos que es lo que opina de cualquier suceso que ocurre, ha ocurrido o probablemente ocurrirá en nuestro planeta, ya sea de la consecuencia de la halitosis en las representaciones de la zarzuela en los teatros de provincias o ya sea del tamaño de las banderas que han de colgar de las fachadas de nuestras instituciones públicas, es Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid.

Periodista de profesión. Dotada de un curriculum profesional, que cuando no está amparado por partido político alguno, es tan mediocre como el de quien suscribe estas líneas o como el de cualquiera de los otros borrachos con los que acostumbro a hablar de estas y otras estupideces al caer la tarde en cualquier de los bares de mi distrito postal. ¿Por qué todos los medios de comunicación nos están obligando a escucharla? ¿Quién o quiénes han decidido que todos los pecados que hemos cometido en nuestras insustanciales vidas han de ser redimidos si cumplimos mañana, tarde y noche con esta dolorosa, tenaz y despiadada penitencia? Ya sabíamos que el periodismo es una posición que permite observar uno de los fenómenos más extraordinarios de la vida humana: el fenómeno de la corrupción de casi todo y sobre todo del periodismo, pero ni en nuestras ensoñaciones más disparatadas habíamos sospechado que los medios de comunicación se convertirían, con este permanente altavoz puesto al servicio de Isabel Díaz Ayuso, en un sofisticado instrumento de tortura.

En nuestro país hay mujeres que son catedráticas de cualquier disciplina, tanto de filosofía como de física, de derecho constitucional, de matemáticas o de ingeniería aeroespacial. Hay también mujeres enfermeras, abogadas que se desviven por defender los derechos de los más necesitados, arquitectas que diseñan espacios luminosos, confortables, psicólogas que nos templan la angustia de ser tan solo lo que somos, mujeres que han librado heroicas batallas para librarse de maridos maltratadores, muchachas que cantan como si te estuvieran rescatando de un naufragio, historiadoras que han dedicado gran parte de su vida a diferenciar la leyenda de la realidad histórica y muchas otras admirables mujeres, entre los casi 25 millones de españolas que hay actualmente censadas, que viven, laboran, pasan y sueñan habitando este ruidoso reino en este tiempo de tele series, plásticos, partidos de fútbol y soledad.

De todas estas mujeres apenas tenemos conocimiento. Nadie nos traslada noticia alguna de aquello que estas mujeres saben, piensan o hacen en su labor profesional. Los hombres, por lo general, no necesitamos más de un ladrido para hacernos notar. Pero la mujer, la única mujer que en España nos habla todos los días de lo divino y de lo humano, teniendo a su servicio innumerables medios de comunicación, que nos transmiten sus palabras para que todos sepamos que es lo que opina de cualquier suceso que ocurre, ha ocurrido o probablemente ocurrirá en nuestro planeta, ya sea de la consecuencia de la halitosis en las representaciones de la zarzuela en los teatros de provincias o ya sea del tamaño de las banderas que han de colgar de las fachadas de nuestras instituciones públicas, es Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid.