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El ventilador de la corrupción

La corrupción es un fenómeno curioso: es algo transversal, que se produce en todos los ámbitos de nuestra sociedad, tanto en partidos políticos, como en empresas, sindicatos e instituciones de todo tipo. Tampoco es algo que, al contrario de lo que mucha gente percibe, sea más habitual en unas sociedades que en otras, ya que la ambición humana es algo que se manifiesta en cualquier país y en cualquier cultura, aunque en algunas esté peor vista que en otras. También en Euskadi hemos conocido casos de corrupción y, por desgracia, seguro que

conoceremos más en el futuro.

Después de que Jordi Pujol haya reconocido sus “problemas” para regularizar su dinero depositado en cuentas en el extranjero, algunos dirigentes del Partido Popular vasco han aprovechado para lanzar veladas insinuaciones sobre la posible corrupción en Euskadi, en concreto en el PNV, metiendo así en el mismo saco a partidos nacionalistas con una larga trayectoria en el gobierno de sus respectivas comunidades autónomas. Estas veladas acusaciones, sin ningún dato real que las respalden, parecen enmarcarse en el discurso puramente demagógico que está planteando el PP como estrategia para lograr un resultado aceptable en las próximas elecciones municipales. Y de paso, desacreditar de raíz cualquier movimiento del nacionalismo vasco por seguir el proceso independentista iniciado en Cataluña por Artur Mas, heredero político de Jordi Pujol en Convergència Democràtica de Catalunya y en la Generalitat.

Es una estrategia electoral a cuchillo, una estrategia de ventilador. Es lo que también está haciendo el alcalde de Vitoria-Gasteiz al acusar al colectivo inmigrante magrebí de vivir de las ayudas sociales. Es poner el foco de la sospecha en sus adversarios sin datos o con datos sesgados para fidelizar a su electorado y para ganar nuevos adeptos entre esos electores que votan en negativo, que votan contra algo más que basándose en un programa electoral. Este es un mal endémico en este sistema político, en el poca gente deposita su voto en función del programa que presenta la candidatura en cuestión. Y claro, ciertos partidos prefieren que esto no cambie jamás.

Está claro que si hay un partido en Euskadi que lo ha tenido fácil para que se produzcan casos de corrupción su seno, este es el PNV, pero simplemente por su trayectoria como fuerza mayoritaria en el Gobierno Vasco, en las Diputaciones y en los ayuntamientos vascos desde la transición hasta nuestros días. Pero eso no significa que esos casos existan y, por tanto, no se puede lanzar la piedra y esconder la mano como ha hecho Iñaki Oyarzabal de forma tan interesada. Igual debería criticar a su propio partido antes de lanzar estas sospechas, un partido en el que los casos probados de corrupción o, al menos, de prácticas de muy dudosa ética protagonizan cada día los titulares de prensa.

La corrupción en las instituciones públicas es sin duda difícil de erradicar, pero el primer paso es poner los medios para hacerlo, algo que dista mucho de las intenciones de los partidos mayoritarios. El pilar fundamental para evitar la corrupción es la transparencia, cuanta más, mejor. Si los procesos de contratación, adjudicación de obras, etc. son realmente transparentes, cada vez quedará menos margen para que se produzcan actitudes corruptas, amiguismo, clientelismo, nepotismo y demás “ismos” tan habituales en nuestra sociedad. Y si además de transparencia, se fomenta la participación ciudadana, seguro que el número de casos de corrupción se reducen de forma drástica. Otro factor sobre el que se debería actuar de forma contundente en este tema es el de la persecución judicial del corruptor.

Por desgracia, aquellos que se dedican a “untar” a cargos electos para conseguir contratos ni siquiera tienen que sufrir rechazo social por sus actos, por no hablar ya de consecuencias judiciales o penales. La triste realidad es que a los partidos mayoritarios no les preocupa la corrupción en sí misma. Simplemente la utilizan como arma electoral, ya que pueden acusar a sus contrincantes de este o aquel caso concreto, utilizando la tristemente famosa estrategia del “y tú más”. Y se sigue sin tomar medidas reales para reducir las posibilidades de que se produzcan más casos de corrupción y de financiación ilegal. Al final, lo que se socaba es el propio sistema y la confianza que la ciudadanía pueda tener depositada en él. Veremos qué da de sí la nueva Fiscalía Anticorrupción vasca que ha anunciado el fiscal general del Estado, Eduardo Torres-Dulce, aunque antes habrá que ver cuándo y en qué condiciones se pone en marcha. Por el momento, el mero hecho de que se plantee la creación de este nuevo órgano judicial dice mucho de cuál puede ser la situación de la corrupción en Euskadi.

La corrupción es un fenómeno curioso: es algo transversal, que se produce en todos los ámbitos de nuestra sociedad, tanto en partidos políticos, como en empresas, sindicatos e instituciones de todo tipo. Tampoco es algo que, al contrario de lo que mucha gente percibe, sea más habitual en unas sociedades que en otras, ya que la ambición humana es algo que se manifiesta en cualquier país y en cualquier cultura, aunque en algunas esté peor vista que en otras. También en Euskadi hemos conocido casos de corrupción y, por desgracia, seguro que

conoceremos más en el futuro.