Blogs Opinión y blogs

Sobre este blog

La portada de mañana
Acceder
Aldama zarandea al PSOE a las puertas de su congreso más descafeinado
Corazonadas en la consulta: “Ves entrar a un paciente y sabes si está bien o mal”
OPINIÓN | Días de ruido y furia, por Enric González

A ver de qué lado masca la iguana

Desde la noche del pasado domingo una especie de cuenta de la vieja recorre todas las opiniones respecto al resultado electoral autonómico y municipal: al PP se le suma lo de Ciudadanos y al PSOE lo de Podemos. El resultado de esa cuenta es que el PP se verá desalojado de los gobiernos de Valencia, Castilla la Mancha, Baleares, Aragón y Extremadura y gobernará pero con muletas en Madrid, Castilla y León, Murcia, Cantabria y La Rioja.

Esto es lo que diría la lógica de un sistema de partidos como el que hemos tenido hasta ahora, pero esa es precisamente una de las cuestiones que está en juego en este año electoral. Por decirlo así, si esa fuera la situación, el sistema de partidos no habría cambiado realmente en España, seguiríamos en el mismo solo que modificado por sendas particiones en la izquierda y la derecha. Formalmente en vez de dos tendríamos cuatro partidos, pero realmente seguiríamos teniendo dos. Cierto que las cosas cambian y mucho puesto que las decisiones partidarias, las estrategias electorales y demás alterarían, como ya lo han hecho, el escenario habitual pero al final haríamos la cuenta de la vieja y listos.

Hay gestos realizados y señales emitidas desde las direcciones de los partidos que van a decidir el poder autonómico y buena parte del municipal que están sin duda en esa línea de actuar como si realmente el sistema de partidos se hubiera alterado pero no hubiera cambiado. Si los líderes de los nuevos partidos abominan de la casta, del sistema de partidos hasta ahora vigente, de la comprensión del pacto político como un chalaneo (normalmente entre un partido nacional y otro nacionalista)… van en rumbo fijo hacia su reproducción. De momento todo lo que nos llega a quienes les hemos puesto ahí con nuestros votos es el ruido del negocio simplón y, sobre todo, de los jalones que unos y otros le dan a los sillones presidenciales para arrimarlos a su persona. Con decir que hay quienes se postulan al mismo habiendo sido tercera o cuarta fuerza electoral, está todo dicho.

Cómo se encare finalmente el proceso de formación de nuevos poderes locales y regionales nos aclarará finalmente de qué lado masca la iguana. Hay, por un lado, quienes prefieren hacer como si, pongo por caso, la llegada a la alcaldía de Barcelona de una activista antidesahucios de la mano de una candidatura desconocida hace meses y que además tuvo que cambiar de nombre sobre la marcha por una jugarreta navajera, fuera algo menor, una carambola. Ahí tienen a Oriol Junqueras arrancando ya de cuajo la E de las siglas de su partido al exigirle a la ganadora para recibir su apoyo… que haga como él, que sea nacionalista e independentista sin meterse en política. O al mismísimo president de la Generalitat amenazando con apretarle las tuercas con la deuda que su gobierno mantiene con el ayuntamiento de Barcelona: pensaba enjuagar el tema en secreto con un alcalde de CiU y ahora ya está acusando a Ada Colau, antes de que sea alcaldesa, de poner en peligro la “estabilidad económica”. Es el mejor ejemplo de la vieja política si descontamos, claro está, al grito desesperado de Esperanza Aguirre para defender de los soviets el palacio de Invierno.

Si el cambio en la manera de hacer política ha de venir, presumiblemente, de quienes han ideado un Antiguo Régimen para oponerse a él no sé a qué esperan. Podrían empezar por dejarse de secretitos en reunión porque si no va a dar la sensación de que siguen entendiendo que la ciudadanía vota y calla, que las reuniones son solo cosa de ellos. Está bien que se reúnan “para conocerse”, como si hubieran contactado a través de una web para adultos, pero de eso no nos tienen ni que informar. Lo que a una semana casi de haberles dado el voto nos va corriendo prisa saber es de qué están hablando exactamente cuando ya se conocen. En el Antiguo Régimen la cocina estaba totalmente separada del restaurante: te servían lo que salía de allí y si te gustaba bien y si no te aguantabas. La política entendida de otra manera debería imaginar un restaurante con paredes de metacrilato. Yo no quiero ver a Pablo Iglesias o a Pedro Sánchez como si fueran jugadores de un torneo de póker, sino que me cuenten qué demonios están haciendo con mi voto porque, entre otras cosas, me cuesta creer que todavía apenas hayan hablado y si es cierto, peor aún. Que el lugar de su reunión sea secreto y que esté previsto que nos informen mediante una “nota de prensa” ya hace pensar que dan por seguro que la iguana sigue mascando siempre del mismo lado. Pues que tengan cuidado porque es un bicho muy sensible que a la mínima y sin que te des cuenta está mascando del otro lado.

Desde la noche del pasado domingo una especie de cuenta de la vieja recorre todas las opiniones respecto al resultado electoral autonómico y municipal: al PP se le suma lo de Ciudadanos y al PSOE lo de Podemos. El resultado de esa cuenta es que el PP se verá desalojado de los gobiernos de Valencia, Castilla la Mancha, Baleares, Aragón y Extremadura y gobernará pero con muletas en Madrid, Castilla y León, Murcia, Cantabria y La Rioja.

Esto es lo que diría la lógica de un sistema de partidos como el que hemos tenido hasta ahora, pero esa es precisamente una de las cuestiones que está en juego en este año electoral. Por decirlo así, si esa fuera la situación, el sistema de partidos no habría cambiado realmente en España, seguiríamos en el mismo solo que modificado por sendas particiones en la izquierda y la derecha. Formalmente en vez de dos tendríamos cuatro partidos, pero realmente seguiríamos teniendo dos. Cierto que las cosas cambian y mucho puesto que las decisiones partidarias, las estrategias electorales y demás alterarían, como ya lo han hecho, el escenario habitual pero al final haríamos la cuenta de la vieja y listos.