Bara Ndiaye ha sido condenado a 25 años de cárcel por el asesinato de su mujer, Maguette Mbeugou; a dos años y seis meses por un delito de abandono de menores, al haber dejado a sus dos hijas, que por entonces tenían dos y cuatro años, más de un día solas con el cuerpo sin vida de su madre; a un año y ocho meses por maltrato habitual y a ocho años por lesiones psíquicas a las menores, que como se probó en el juicio, fueron testigos de los hechos en los que su padre acabó con la vida de su madre tras asestarle más de 80 puñaladas. Todos los delitos suman una condena de 37 años y dos meses de prisión, además de una indemnización de 390.000 euros a cada niña y de 110.000 euros al hermano de Mbeugou, quien se hace cargo de las niñas desde el suceso.
Así lo recoge la sentencia de la Audiencia Provincial de Bizkaia, hecha pública este miércoles. A pesar de la condena, según establece Código Penal, Bara Ndiaye permanecerá un máximo de 30 años en prisión, puesto que se trata de un sujeto condenado por un único delito superior a 20 años. En el caso de que hubiera sido condenado a dos delitos castigados por la ley con una pena de prisión superior a los 20 años, debería permanecer en la cárcel un máximo de 40.
Durante el juicio, que se prolongó durante nueve sesiones celebradas este noviembre, testificaron una larga lista de personas entre los que se encontraban amigos de la víctima, vecinos de la pareja, psicólogos, educadores y trabajadores sociales, agentes de la Ertzaintza y médicos forenses, entre otros. Ndiaye asumió que había matado a Mbeugou pero trató de disfrazarlo como un acto en defensa propia tras una pelea. Sin embargo, su versión de los hechos carecía de consistencia tras las autopsia y las múltiples pruebas aportadas por los forenses, en las que llegaron a contabilizar en el cuerpo de la joven un mínimo de 83 cortes realizados con varios cuchillos durante 63 ataques, mientras que confirmaron que las heridas en él fueron autolesiones realizadas a posteriori por él mismo.
Tras el juicio, el veredicto del jurado popular condenaba a Bara Ndiaye culpable del cargo de asesinato con alevosía y ensañamiento, además de los delitos de maltrato habitual, abandono de menores y lesiones psicológicas a sus hijas. Este miércoles se ha dado a conocer que la pena por estos delitos asciende a 37 años y dos meses de cárcel.
Los hechos ocurrieron durante la noche del 24 de septiembre de 2018, cuando Bara Ndiaye asestó, según la autopsia, 83 cuchilladas y degolló a la joven en su domicilio de Bilbao y en presencia de sus hijas de 2 y 4 años, a las que después dejó durante más de un día solas con el cadáver de su madre. Después, huyó en autobús a Mutriku, donde fue detenido horas después de que una vecina hallara el cuerpo sin vida de Mbeugou en el domicilio.
Las niñas sufrieron “estrés postraumático severo” tras el asesinato
Las menores, que actualmente residen con su tío en París, fueron atendidas por psicólogos, educadores sociales y trabajadores sociales tras el suceso. Todos ellos declararon durante el juicio y coincidieron que teniendo en cuenta el estado en el que se encontraban las menores, lo más probable fuera que hubieran sido testigos del suceso, además de otros posibles episodios de violencia que probablemente ocurrieron en el hogar.
Los psicólogos de las niñas confirmaron que ambas presentaban “estrés postraumático severo”, además de “dificultades en la alimentación y el sueño, con pesadillas, apatía y tristeza” por haber presenciado “más de un episodio de violencia”. Según sus informes, las dos presentaban disociación y ausencias en las que “sus cerebros se desconectaban”, sobre todo en el caso de la pequeña, a la que detectaron un “rictus depresivo”, es decir, “tristeza extrema”, “mudismo” tras el suceso -a pesar de saber hablar- y un “pronóstico sombrío”. Entre las razones de esos daños, los psicólogos concluyeron que se deben a causa de “haber presenciado episodios traumáticos”. “La probabilidad de que este daño se alargue en el tiempo y pueda tener consecuencias es muy alta”, detallaron.
La educadora social de la Diputación de Bizkaia, a quien corresponde la tutela de las menores tras el hecho, declaro que la mayor decía que su madre “estaba muy malita” que “estaba llena de tomate y había que llevarla al médico para que le pusieran tiritas” y que hacía el gesto con el dedo diciendo “mi papá ha cortado el cuello a mi mamá con un cuchillo”, haciendo referencia a la forma en la que Mbeugou fue asesinada. Sobre la pequeña, indicó que a pesar de que supiera hablar, ya que tenía dos años, no se expresaba. “No he visto nada igual en mis 15 años de experiencia”, lamentó la educadora.
El caso de Maguette conmocionó a toda la sociedad vasca y más aún cuando se hizo público que la joven denunció los malos tratos que sufría por parte de su pareja meses antes de ser asesinada. A raíz de su denuncia, la joven fue trasladada a un recurso para víctimas de violencia de género, donde vivió una temporada con las niñas hasta que decidió volver a la casa. La jueza de violencia contra la mujer que se encargó del caso denegó la orden de alejamiento que solicitaba. Tras un juicio celebrado en diciembre de 2017, otra magistrada absolvió al acusado del delito de amenazas de muerte “por falta de prueba suficiente” que acreditara las amenazas continuadas en el ámbito familiar. Meses más tarde, cuando la joven ya había decidido presentar el divorcio según alegaron durante el juicio tanto su hermano como una trabajadora social que la asesoraba, se produciría el asesinato de Mbeugou.