El Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo y la Fundación Fernando Buesa han editado un diccionario sobre ETA y las víctimas compuesto por 66 términos descritos por profesores, catedráticos y doctores, entre otros, en vídeos de una duración aproximada de 2 minutos. Este glosario, en el que se definen conceptos como 'Amnistia', 'Conflicto vasco' o 'Gudarismo', se ha realizado con la finalidad de difundirse “pensando en los más jóvenes que no conocieron el terrorismo”, ha aclarado Florencio Domínguez, director del Centro Memorial. Estas son algunas de las palabras que componen el diccionario:
Amnistía
‘Amnistía’ etimológicamente procede de la palabra amnesia, que significa olvido, perdón y eso es realmente lo que encierra la palabra amnistía. Se confunde erróneamente con indulto y son dos términos radicalmente distintos. Amnistía significa que en un momento determinado los poderes del Estado deciden perdonar, conmutar, reducir la pena para un preso, normalmente, de condición política. Esto significa que, en un momento de desestructuración social, en un momento de peligro para una sociedad, se ha de tomar este tipo de medida con objeto de restañar heridas, con objeto de cerrar cicatrices en nuestro cuerpo social. Recuerdo perfectamente en el ámbito del Estado español como en 1977, se produjo una amnistía después de la dictadura y así muchos presos políticos de la dictadura franquista pudieron acceder a la libertad, pudieron salir a la calle y participar del proceso democrático.
Banda terrorista
La expresión ‘banda terrorista’ sirve para designar a un colectivo o conjunto de personas que colaboran para promover atentados terroristas. Esta expresión probablemente tuvo su origen en España, pues en España se generalizó su uso para referirse fundamentalmente a los militantes o al colectivo de militantes de ETA. La generalización del uso de la expresión se debe fundamentalmente a su carga peyorativa, sin embargo, también es una expresión que llevó a simplificar las características de ETA. ETA fue algo más que una banda terrorista, fue una organización con una estructura compleja y relativamente dinámica, dotada de una amplia militancia, de amplias infraestructuras y que fue capaz de hacer acopio de abundantes materiales y fondos económicos. De tal manera que la expresión ‘banda terrorista’ es menos precisa que otras expresiones próximas como grupo, organización o movimiento terrorista.
Conflicto vasco
Según la versión abertzale radical, el ‘conflicto vasco’ es un enfrentamiento secular entre, a un lado, el pueblo vasco oprimido y, por otra parte, el Estado español, los españoles opresores. Se trata de un mito político que ha funcionado para atribuir al otro el inicio de una violencia y considerar que la propia es una violencia defensiva, y que, por tanto, estaría justificada. Históricamente ETA y el nacionalismo vasco radical y su entorno, no habían sido capaces de alumbrar un único concepto que resumiese la situación desde su punto de vista, ya que habían hablado indistintamente de problema vasco, de contencioso, de lucha armada, de guerra, siempre recurriendo a diferentes eufemismos para no hablar de terrorismo. Y también se utilizaba el término conflicto vasco, pero no de manera destacada. Es a partir de la detención de la cúpula de ETA en Bidart (Francia) y su sustitución por otros dirigentes, y sobre todo a partir de mediados de los noventa, cuando en la literatura generada por la banda se empieza a hablar de conflicto vasco de manera exclusiva y excluyente. Es la época dorada de la utilización de ese término, entre mediados de los 90 y el cese del definitivo del terrorismo. Desde ese entorno se va extendiendo a otros medios de comunicación y otros agentes políticos y sociales, y es en estos últimos años cuando el uso del concepto ha disminuido, pero no así la idea de fondo que la sostiene que es la de un supuesto enfrentamiento entre dos bandos equiparables.
Deslegitimación de la violencia
Cuando hablamos de deslegitimar la violencia, realmente estamos hablando de una violencia que tiene una raíz injusta, una raíz ilegítima. Ciertamente el monopolio de la violencia lo ejerce el Estado, siempre bajo un control estricto por parte de sus estructuras, las estructuras de un Estado democrático. Cuando hablamos de una violencia ilegítima estamos hablando de una violencia que produce víctimas inocentes, que se ceba en personas y en ciudadanos inocentes. Sabemos mucho, tanto en España como en el contexto vasco y europeo, de lo que es esa violencia ilegítima causada por organizaciones terroristas. Esa violencia se refleja fundamentalmente en sus víctimas. Las consecuencias terribles de esa violencia ilegitima se expresan como de ninguna otra manera en el sufrimiento de las víctimas. Johan Galtung nos decía que es necesario deslegitimar la violencia y que para hacerlo es necesario un compromiso de no repetición. Y para ello quizás, sea fundamental generar de una u otra forma una cultura de paz en toda la sociedad.
Enaltecimiento del terrorismo
Los homenajes populares a los presos de ETA cuándo salen de prisión son algunos recientes ejemplos de lo que conocemos como enaltecimiento del terrorismo. Es claro que el elogio, la justificación de la violencia terrorista y el aplauso a sus autores, reavivan el sufrimiento de las víctimas y menosprecian el miedo y el recorte de libertades que muchas personas sufrieron por causa de ETA. Pero lo más grave de estos recibimientos multitudinarios es lo que ocultan; los homenajeados han estado en prisión por asesinatos, por secuestros, por crímenes de los que nadie debería enorgullecerse. Sin embargo, estos actos transmiten el mensaje de que matar estuvo bien, de que es legítimo eliminar al que piensa diferente. Por eso nos preguntamos: qué hacer para erradicar estos actos que envenenan la convivencia.
El Código Penal castiga el enaltecimiento y la justificación del terrorismo, así como la humillación de las víctimas. El problema es que estos tipos penales que pretenden combatir el discurso del odio están en permanente tensión con libertades básicas del sistema como son la libertad ideológica o la libertad de expresión. Por eso el Código Penal solo puede intervenir frente a los casos más graves, aquellos que promueven la hostilidad o actos de odio o de intolerancia frente a determinados colectivos. En definitiva, tenemos que asumir que la verdadera deslegitimación social del terrorismo y de la violencia solo vendrá de la mano de la educación en valores y de la memoria del horror que sufrieron las víctimas.
Fanatismo
En este caso voy a empezar con una cita que ilustra bien lo que quiero decir, dice así: “Los propios teólogos debaten entre sí sobre temas divinos con espíritu de gladiadores y con odios muy fuertes acerca de la caridad”. Voy a repetir la cita: “Los propios teólogos debaten entre sí sobre temas divinos con espíritu de gladiadores y con odios muy fuertes acerca de la caridad”. Las palabras son de Luis Vives de hace cinco siglos y expresan muy bien de qué trata el fanatismo, qué es un término de origen religioso pero que hoy usamos para referirnos a cualquier conducta guiada por motivos ideológicos. Lo que caracteriza al fanatismo no es el contenido, no es que se sea de derechas o de izquierdas, religioso o laico, negacionista climático o ecologista, sino la manera de sostener las creencias. Por eso sus características pueden agruparse en tres grandes apartados: dogmatismo, radicalismo y proclividad a la violencia. Explico un poquito cada uno de ellos.
En el apartado del dogmatismo entrarían elementos como: una mentalidad cerrada, una creencia ciega, una rigidez mental, el blindaje cognitivo frente a la realidad, la intolerancia, la ambigüedad o la indiferencia al contraste racional.
En el apartado del radicalismo o una disposición intransigente o intolerante, tendríamos elementos como: el autoritarismo, el puritanismo, la susceptibilidad a la influencia social consonante, el celo sectario, el sectarismo o la exaltación.
Por último, en la proclividad a la violencia tenemos dos formas: la forma transitiva (matar) en el caso del terrorismo, muchas veces el terrorista es un fanático, o también el terrorista puede ser un suicida, es decir, el morir por la causa.
Una de las personas que primero trató este tema fue Voltaire que decía que el fanatismo es una enfermedad incurable e irreductible a la persuasión racional.
Gudarismo
Los gudaris fueron los soldados que combatieron en el Ejército Vasco en batallones adscritos a formaciones nacionalistas, en particular, al Partido Nacionalista Vasco, Acción Nacionalista Vasca y Solidaridad de Trabajadores Vascos, que fueron los principales.
Con el surgimiento de ETA empezó a difundirse en sus filas y en sus círculos de simpatizantes la cuña de gudari para referirse a aquellos militantes dispuestos a tomar las armas por la causa de Euskadi. En la visión de ETA, estos gudaris formarían parte de una misma cadena épica que engarzaría con los gudaris de la Guerra Civil. El PNV siempre se ha distanciado de la glorificación de los gudaris de “hoy” aunque siempre ha reivindicado y conmemorado a los gudaris de “ayer”. De ahí que ya desde la década de 1960 conmemorase el “Gudari Eguna” o “Día del soldado vasco”.
En este contexto, gudarismo se referiría a la práctica del nacionalismo radical, expresado por ETA y su colchón social y político, que rinde culto al mártir caído, al gudari caído en acto de combate. Y esto lo hace por dos razones: por su valor integrador cohesionador de esa subcomunidad nacionalista, y también, por su valor mimético, por el valor ejemplificador que tiene para sus potenciales seguidores y replicantes.
Historia
La historia referida a situaciones de violencia, de violencia terrorista es una disciplina absolutamente necesaria para comprender la razón, la etiología de ese terrorismo, para entender la naturaleza de la violencia y del terrorismo. La memoria es un elemento imprescindible pero no sirve para explicar todo. Para entender el porqué de esas situaciones es precisa la historia. La historia va a servir para contextualizar, para preguntarse los porqués de las cosas y por lo tanto actuaría como un elemento complementario, pero a su vez imprescindible de lo que fue la memoria. No basta solo con hacer una relación de víctimas, en muchos casos en museos se recogen las víctimas habidas, si no que hay que preguntarse, es una función primordial de la historia, el porqué de esas víctimas y cuáles son las razones que llevaron a una serie de grupos a provocar esas situaciones de injusticia.
Impunidad
Durante mucho tiempo se ha pensado que, para poner fin a conflictos sociales importantes, conflictos en los que había violencia como episodios terroristas era necesaria la impunidad como precio para pacificar la sociedad. Los agentes nacionales e internacionales que intervenían en ese tipo de procesos, los políticos e incluso la sociedad, pensaban que la impunidad de los delitos cometidos durante el periodo de los problemas, de los conflictos, era el precio necesario que tenía que pagar una sociedad. La opinión pública, tanto nacional como internacional, ha ido cambiando con el tiempo y hoy ya no se admite esa lógica que fue posible en los años de la Transición española. Hoy las víctimas de los conflictos están presentes y tienen un protagonismo que nunca antes habían tenido. Una de sus demandas es la demanda de justicia penal y justicia social, el reconocimiento de la ilegitimidad de las vulneraciones derechos humanos cometidas.
Justicia restaurativa
La ‘justicia restaurativa’ es un objeto frontera muy difícil de definir. Existen definiciones en nuestra normativa interna y también internacional, pero en general los académicos no se ponen de acuerdo sobre cómo definirla. A mí me gusta decir que la ‘justicia restaurativa’ es un conjunto de principios y de valores que suponen una respuesta distinta al delito, en este caso, al terrorismo, frente a lo que es la justicia clásica, que está orientada fundamentalmente en el castigo del culpable, que es una justicia para decidir si es culpable y qué pena proporcional le corresponde. La ‘justicia restaurativa’ es una justicia más pausada, es una justicia más de escucha para reparar, centrada en la reparación de la víctima y, por lo tanto, parte de la injusticia concreta acometida, considerando los diferentes daños que se entrelazan. Es una justicia que no implica solamente un encuentro entre víctima y victimario, es mucho más, existen otras modalidades también grupales y modalidades, por ejemplo, donde se trabaja solamente con la víctima. La ‘justicia restaurativa’ no es impunidad, no es necesariamente perdón o reconciliación. Es una justicia delicada, una justicia artesanal que en parte tiene limitaciones evidentes porque es justicia humana, y una de las que primeras limitaciones es la voluntariedad. Es una posibilidad más que se ofrece a la sociedad y a las personas que participan y, solamente si están interesadas, se realizará. Creo que es importante considerar que la ‘justicia restaurativa’ añade algo más, no para imponer sino para ensanchar esas posibilidades en el tiempo.
Kale borroka
La ‘kale borroka’ o ‘lucha callejera’ fue una estrategia de acción que desarrolló la izquierda abertzale a partir de los años noventa del siglo pasado, y más en concreto, para contrarrestar los efectos de la detención de la cúpula de la organización terrorista ETA en marzo de 1992 en Bidart (Francia). Consistía en diversos grupos que luego se identificaron como grupos “Y” que intervenían en las calles y, en concreto, actuaban contra objetivos como podrían ser cuerpos policiales, determinadas organizaciones políticas, sedes de estos partidos políticos, etcétera. Con ello, de lo que se trataba era de mantener viva y constante la presión y, en segundo lugar, hacer un control del espacio callejero. En la segunda mitad de los años noventa, cuando se puso en marcha por parte de esa izquierda abertzale la llamada ‘estrategia oldartzen’ o ‘socialización del sufrimiento’, estos grupos “Y” tuvieron una importancia desmedida porque actuaban de manera complementaria con la propia organización terrorista. En muchas ocasiones se ha discutido hasta qué punto se trataba de una actuación espontánea, pero es claro que no se trataba de eso, sino que estaba perfectamente planificado como lo demuestra el hecho de que en el momento en que desaparece la organización terrorista ETA, estos grupos también acaban por desaparecer del escenario.
Lugares de memoria
A principios de los años ochenta, el historiador francés Pierre Nora inició un proyecto con otros colegas para determinar los lugares de memoria, en su caso, relacionados con el patrimonio francés. Para Pierre Noray sus colaboradores, los lugares de memoria no son solamente los espacios físicos, como pueden ser determinados monumentos o ruinas, sino también aquellos símbolos inmateriales del patrimonio memorial de un colectivo o de una comunidad. En España también tenemos nuestros lugares de memoria, relacionados bien con la formación de la nación española, como el 2 de mayo, bien con la represión franquista, por ejemplo, el “Guernica” de Picasso, o también relacionado con el terrorismo. En este último caso, podemos mencionar desde fechas como el 11 de marzo, aniversario de los atentados yihadistas en Madrid de 2004, o el 27 de junio, aniversario del asesinato de Begoña Urroz en 1960, la primera niña reconocida como víctima del terrorismo. Hay símbolos como las manos blancas que utilizaron los alumnos de Francisco Tomás y Valiente, asesinado por ETA, para mostrar su inocencia con esas manos teñidas de blanco frente a los que las tenían manchadas de sangre o, como el lazo azul, para solicitar la libertad de los secuestrados por ETA. Hay tumbas en torno a las cuales se reúnen los familiares o los amigos de personas asesinadas. Hay placas que indican los lugares donde se cometieron atentados o hay monumentos como las esculturas elaboradas por Agustín Ibarrola, como “Lacasa de Joseba” en Andoain, que cumplen esa misma función. De todas formas, un lugar de memoria es aquel que sigue vivo, renovándose. Un monumento pudo haber sido un lugar de la memoria en el pasado, pero si no sigue cumpliendo esa función ritual colectiva, entonces ha dejado de serlo.
Memoria
Señalan los especialistas que la memoria es una suerte de pasado reconstruido y filtrado desde el presente y por las personas, por individuos concretos que hacen ese recuerdo de lo que fue el pasado. Los especialistas también suelen distinguir entre una memoria buena y una memoria mala. La memoria buena es aquella que busca el encuentro, busca la verdad, busca la justicia, mientras que la memoria mala, sería aquella que el recuerdo lo utiliza como elemento de venganza y para avivar la violencia. En todo caso, uno puede preguntarse por la memoria referida a situaciones de terrorismo en general. La memoria es un elemento de las víctimas, es un elemento absolutamente imprescindible porque nos sirve para acercarnos a aspectos que la historia no nos puede ilustrar. La memoria sobre todo lo que sirve es para reflejar la atmosfera en la que se vivía en aquellos momentos, las vivencias cotidianas, cómo sufrían, como sufrieron esas víctimas y, por lo tanto, nos da una dimensión de lo que fue el terrorismo que, a través de otros instrumentos, a través de otras disciplinas, no podemos llegar a captar.
Negociación
Negociación o diálogo son dos conceptos intachables dentro de lo que es el comportamiento en la sociedad democrática. Son dos formas de actuar necesarias en esa sociedad democrática para poder encauzar los conflictos y las tensiones que puede haber. Dicho lo cual, lo que hace falta es preguntarse negociación con quién, para qué y con qué objetivos. En este sentido hay que decir que estamos planteando esta idea de negociación dentro de contextos de violencia terrorista y, en este sentido, hay que empezar señalando que una negociación desde el punto de vista ético o moral con grupos terroristas es inadmisible. ¿Por qué? Porque esa negociación lo que significaría es un tratamiento de igual a igual, dar una cierta legitimidad a algo que desde el punto de vista democrático resulta inadmisible. En cualquier caso, lo cierto es que en muchas situaciones diferentes se produce esa negociación, es decir, hay negociaciones entre los gobiernos y los grupos terroristas. A este respecto habría que aclarar que habría dos tipos de alternativas. Una negociación admisible, en la cual lo que se trataría es de que ese grupo terrorista abandone las armas, que se estudien sus condiciones penales, que se hable de en qué situación se van a quedar los terroristas. Esta sería una negociación admisible. Y la que no se podría admitir, es una negociación de carácter político, en la cual los grupos terroristas impondrían unas ciertas condiciones a esos Estados, condiciones que significarían una vulneración de la voluntad popular.
Olvido
Cuando hablamos de terrorismo, cuando hay víctimas, olvido no es solo no acordarse. Olvido es privar de significación lo que tenemos delante. Para entenderlo. La historia de la humanidad se consiguió sobre víctimas, pero eran invisibles no les dábamos importancia, no tenían significación. Lo justificamos diciendo que era el precio del progreso o cualquier otra historia. Era el precio que había que pagar por la patria. Tenemos que tener en cuenta que en torno al asesinado por el terrorismo se producen como dos muertes. El terrorista no solamente quiere liquidar físicamente al otro, lucha luego para quitarle importancia, para explicarlo, para justificarlo. Olvido no es no acordarse de las víctimas. Olvido es privarla de significación, es lo que llamamos invisibilización de las víctimas.
Perdón
El perdón es un concepto viajero en el sentido de que puede estudiarse desde diferentes disciplinas. Yo me voy a referir al ámbito victimológico, un ámbito interdisciplinar. Creo que es muy importante hablar del perdón para huir del uso banal o impositivo que se realiza en la actualidad cuando se dice que las víctimas tienen que perdonar, como si fuese una carga más para las víctimas o como si las víctimas que no estén interesadas en el perdón fuesen vengativas. Esto no es correcto desde un punto de vista victimológico.
El perdón naturalmente tiene unas connotaciones religiosas, pero en la actualidad también tiene un valor ético, social y político muy importante. Tiene unas connotaciones religiosas que se suelen unir al termino de arrepentimiento que realmente en nuestro sistema jurídico solo lo encontramos en actualidad en la Ley de Responsabilidad de los Menores y en la Ley del Indulto. Fuera de eso, es curioso, el perdón solamente se exige en relación con la suspensión de la ejecución de la pena o con la libertad condicional para los delitos de terrorismo y de criminalidad organizada. Y es una manera de exigirse en el Código Penal y en la Ley General Penitenciaria que quizá sea objeto de crítica también por ese carácter impositivo. Porque el perdón es muy complejo, el perdón debe ser pausado. Es algo que interesa a algunas víctimas y, por lo tanto, tenemos que estudiarlo y lo que sabemos en la actualidad, con pruebas empíricas sobre ello porque se han hecho investigaciones, es que las condiciones del perdón parecen más favorecidas cuando se realiza en escenarios de justicia restaurativa, que son pausados. Y aquí debemos recordar el origen etimológico del perdón. Perdonar es dar en abundancia, perdonar es regalar, y algunas víctimas nos abren esa posibilidad. Pero no es solamente el perdón interpersonal, también existe un perdón institucional y otro tipo de modalidades, sean implícitas o explícitas, que también son muy interesantes y complejas.
Revictimización
La revictimización es el conjunto de hechos que sufre una víctima, en concreto puede ser una víctima del terrorismo, que ve menoscabados sus derechos como víctima al no encontrar un apoyo institucional, social, en los servicios sanitarios que no tienen en cuenta que es una víctima de terrorismo. En el País Vasco, el término de revictimización es un término desgraciadamente frecuente que han sufrido las víctimas del terrorismo con el tristemente apodo que se decía cuando se cometía un atentado terrorista de “algo habrá hecho”. La sociedad tiene una función principal en cuanto apoyo a las víctimas del terrorismo porque es un colchón donde emocionalmente las víctimas del terrorismo pueden encontrar entendimiento, apoyo, humanidad por parte de la sociedad. En el País Vasco las víctimas del terrorismo con esto de “algo habrá hecho” o con la connivencia que a veces se mostraba hacia los victimarios o el jaleamiento que tenían los victimarios por parte de la sociedad a los hechos perpetrados, ha contribuido a la revictimización de las víctimas del terrorismo.
'Síndrome del Norte'
El ‘Síndrome del Norte’ es una enfermedad mental que padecen y que han padecido los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado en Euskadi y Navarra debido a la presión psicológica que les generaba el terrorismo de ETA. La enfermedad se origina sobre todo por el estrés provocado tanto en el desempeño de su labor profesional como en sus quehaceres de su vida cotidiana.
Hay que tener en cuenta que en Euskadi han sido asesinados 97 militares y 397 miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado durante el periodo que va desde 1968 hasta 2011. También hay que recordar que la Policía Nacional, la Guardia Civil y el Ejército han sido considerados por el nacionalismo vasco radical y por ETA como fuerzas ocupadoras del Estado español y por ello ha habido una gran presión sobre este colectivo. Asimismo, se ha producido un proceso de deshumanización sobre estas personas llegando a denominarlas ‘txakurra’ qué significa ‘perro’ en euskera.
Así, en este contexto, las noticias de que un compañero había sido asesinado durante el desempeño de sus labores o en un momento de su vida cotidiana, generaban un gran estrés y una gran ansiedad en estas personas.
Como consecuencia de esta situación, las personas que han padecido este síndrome denominado ‘Síndrome del Norte’, han desarrollado actitudes de desconfianza, estrés, fuerte estrés tanto en su vida familiar como en sus quehaceres sociales como en su desempeño de la labor pública. Asimismo, una de las consecuencias, una de las maneras en las que se ha expresado este síndrome ha sido a través de la drogadicción y el alcoholismo. También la manera más extrema ha sido el suicidio. No contamos con datos pormenorizados de ello, pero se sabe que un buen número de personas han recurrido al suicidio para poner fin al sufrimiento emocional que tenían debido al terrorismo de ETA.
Terrorismo de Estado
El terrorismo de Estado es aquella violencia que un determinado gobierno emplea de manera sistemática contra su propia ciudadanía. Mediante el terrorismo de Estado se pretende acallar a la población, eliminar disidencias y marginar a minorías dentro de tu propia sociedad. El terrorismo de Estado incluye medidas legales e ilegales. Incluye grupos paramilitares, policía secreta, el empleo del ejército como arma represiva, legislación extraordinaria, eliminación de ciertos derechos a las minorías, interrogatorios, secuestros, detenciones arbitrarias, internamiento en campos de concentración o exterminio e incluso ejecuciones de masas. El terrorismo de Estado nace en la Francia revolucionaria, en 1793, con el Comité de Salvación Pública. Sus máximas expresiones han sido los regímenes totalitarios siglo XX: la Italia fascista, la Alemania nazi y la URSS de Stalin, así como sus países satélites. En España, el mejor ejemplo fue el primer franquismo.
Violencia política
La violencia política se define como las acciones de fuerza que ciertos colectivos y grupos organizados ejercen contra el poder establecido, con el fin de derribarlo o transformarlo. Por tanto, supone una perturbación de la “normalidad”, aunque esta sea ilegítima, y una alteración de la vida política cotidiana. Para completar esta definición, deben introducirse tres dinámicas más.
La primera, que puede ser ejercida de forma continua y sistemática, como ocurre con el terrorismo.
La segunda, la participación de sectores sociales e intelectuales en su desarrollo, legitimación y justificación. Esta cooperación se articula sobre dos argumentos. Por un lado, que las acciones de fuerza ejercidas por ciudadanos son moralmente superiores a las desencadenadas por el Estado. Por otro, que en determinadas situaciones sólo caben este tipo de acciones para combatir la situación de injusticia existente. En este sentido, Fanon y Sastre defendieron el empleo de la violencia política como un instrumento legítimo, fundamental e insustituible en los procesos de cambio político; justificando de esta manera las acciones terroristas.
La tercera, que no es un fin en sí misma, sino un medio. Por eso, se ejerce en contextos concretos para alcanzar objetivos determinados. En este sentido, Honderich ha considerado que un elemento distintivo de este tipo de acciones consiste en buscar un cambio en los sistemas políticos. Por su parte, Arendt definió esta violencia como instrumental, precisando de una justificación para sus acciones.