Euskadi vota el 21 de abril. La pugna entre PNV y EH Bildu por la hegemonía política puede derivar en que se constituya el Parlamento con más representantes abertzales. El máximo son los 52 actuales, los mismos que en 1986, cuando la principal fuerza era el PSE. Ahora algunos sondeos (como el CIS) elevan la cifra incluso hasta 60 y achican el espacio de otras opciones como el PSE-EE, el PP y el espacio dividido entre Sumar y Elkarrekin Podemos Alianza Verde. Sin embargo, en una aparente contradicción, las encuestas revelan que el sentimiento independentista es claramente minoritario y que, puestos a autodefinirse, la mayoría opta por etiquetarse como “tan vasco como español”.
Éstos son los datos. El Sociómetro de marzo del Gabinete de Prospecciones Sociológicas (GPS) de la Presidencia vasca apunta que el 19% es “únicamente vasco” y que apoyaría la secesión el 22%, mientras la rechaza el 37%. En el estudio del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) del Gobierno central conocido en el arranque de esta semana el 1,1% ve como prioridad la independencia o la autodeterminación. Es dieciséis veces menos que quienes ven la Sanidad pública como un problema, por ejemplo. El CIS preguntó también por la frase que expresaba “mejor” los “sentimientos”. El “únicamente vasco” subió al 23%. Lo más común (40%) es ser tan español como vasco.
Braulio Gómez, profesor de Ciencia Política, dirige el Deustobarómetro, el bisturí sociológico de la Universidad de Deusto. Ellos también han recogido estas mismas conclusiones, señala al otro lado del teléfono. “Esta década ha habido un apagón del debate territorial en las prioridades y preocupaciones de la sociedad vasca. Ha sido ajena tanto a conflictos territoriales como el catalán como a su propia ponencia de autogobierno, que ha podido morir sin que nadie se enfadara”, explica.
Gómez cita la ponencia impulsada por Iñigo Urkullu en el Parlamento Vasco para reformar o superar el Estatuto. Urkullu, lehendakari desde 2012, llegó al cargo con un programa que prometía ese grupo de trabajo en la Cámara y también una consulta popular en 2015. Todavía en 2013, en un viaje a Nueva York, prometió que Euskadi habría ejercido el derecho a decidir para 2020. En la primera legislatura de Urkullu se constituyó la ponencia. Recibió de los servicios editoriales de la Cámara un libro equivalente a dos tomos de Ken Follet con un resumen de los trabajos de preparación de lo que se conoció como 'plan Ibarretxe'. Citó a decenas de expertos y juristas. Y ahí se quedó.
En la segunda legislatura de Urkullu, tras las elecciones de 2016 y al calor de los procesos soberanistas de Escocia y Catalunya, la ponencia se retomó. PNV y EH Bildu alcanzaron un acuerdo de bases para superar el marco autonómico de 1979 que contradijo la coalición del PNV con el PSE-EE en el Gobierno. Uno de los argumentos recurrentes era que el vasco era el único estatuto sin reformar en España, aunque la realidad es que tampoco el de Galicia se ha movido. Ese pacto tenía un marcado acento soberanista, pero ahí quedó igualmente. El Parlamento constituyó un grupo de trabajo con un jurista 'constituyente' propuesto por cada partido. Eran Mikel Legarda del PNV, Víctor Urrutia de EH Bildu, Alberto López Basaguren del PSE-EE, Jaime Ignacio del Burgo del PP y Arantxa Elizondo de lo que entonces se llamaba Elkarrekin Podemos y aglutinaba también a IU y Equo.
Su articulado enmendó buena parte de los puntos más polémicos en un intento claro de Urkullu de no tensionar su coalición con los socialistas. De entonces es esta frase del lehendakari: “Si configuramos una mayoría más amplia, tendremos mayor legitimidad para exigir que se nos respete allí donde somos minoría. Y también en clave interna de cohesión y convivencia. Hablo de acuerdo y pacto. Acuerdo entre vascos y pacto entre Euskadi y España. Pero partamos del acuerdo entre vascos… Diré como lehendakari nacionalista que un proyecto votado sólo por la ciudadanía nacionalista significaría para muchos de nosotros un fracaso estrepitoso. Nuestra sociedad es plural y diversa como cualquier otra sociedad abierta. El pueblo vasco que ha llegado hasta hoy es así… Nuestro desafío, especialmente de los nacionalistas, a quienes se les presupone un compromiso añadido con su patria, es defender el pluralismo y no soportarlo como una patología a eliminar en un proceso de homogeneización. El acuerdo debe ser necesariamente plural y que reúna a diferentes”.
Era 2018 y había pasado el 2017 catalán. Allí Urkullu ejerció de mediador entre Mariano Rajoy y Carles Puigdemont para evitar la declaración unilateral de independencia y el 155. “Ese referéndum no se puede tomar en serio como base legal y legítima para llevar a cabo la independencia”, escribió entonces en un diario que este periódico recopiló en 2020. Se puede consultar íntegro aquí. El Urkullu de la consulta y el derecho a decidir había pasado a la vía pactista más allá de mantener simbólicamente posicionamientos soberanistas en viajes a Quebec, Córcega o Bruselas, aunque ya más centrado en pedir un marco de claridad para las naciones sin Estado de la Unión Europea. Urkullu ha cerrado su ciclo más cómodo en la negociación con el Estado de transferencias pendientes y ha reivindicado que ha logrado desde 2018, con Pedro Sánchez, competencias como Prisiones o el IMV y, este mismo mes de marzo, Cercanías o Inmigración. En su tercera legislatura no se ha reunido ni una sola vez la ponencia de autogobierno y nadie la ha propuesto formalmente más allá de una petición que no tuvo recorrido de la actual candidata de Elkarrekin Podemos Alianza Verde, Miren Gorrotxategi, aunque con un enfoque más social que soberanista.
“Probablemente, entonces no era el momento de hacer un planteamiento serio de reforma del Estatuto. El dilema de siempre es si la reforma pasa inevitablemente por el cambio de relación de Euskadi con el Estado, por cómo alcanzar una nueva entidad política”, cuenta una de las cinco ponentes, Elizondo, la única mujer. Elizondo, profesora de Ciencias Políticas de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU), añade que “Catalunya ha sido una especie de vacuna al mostrar qué es lo que puede ocurrir y cómo las cosas pueden torcerse muchísimo”.
El PNV considera en su programa que “autogobierno” es “sinónimo de bienestar”. Y añade: “Después de todo el tiempo transcurrido, y como vía de resolución del conflicto político de fondo, resulta imprescindible abordar en profundidad el debate sobre el modelo territorial del Estado, que pasa inexorablemente por el reconocimiento efectivo del carácter plurinacional del mismo y el consiguiente derecho a decidir de las realidades nacionales reconocidas”. El “nuevo estatus” vasco tiene que tener cinco puntos: “reconocimiento nacional de Euskadi”, “respeto a la pluralidad”, “derecho a decidir” -pero “siendo su ejercicio pactado con el Estado”-, “bilateralidad” en las relaciones “Euskadi-Estado” y “nueva voz en Europa”.
Por el contrario, el primer programa con el que se presentó Iñigo Urkullu era así: “A propuesta del próximo Gobierno vasco, se constituirá una ponencia parlamentaria sobre el futuro del autogobierno. En paralelo, a lo largo de la próxima legislatura autonómica y como apoyo a los trabajos iniciados en dicho ámbito, y bajo el auspicio de la presidencia del Gobierno vasco, se desarrollarán unas jornadas internacionales y un proceso participativo para poner en común propuestas e iniciativas vinculadas al nuevo modelo constituyente pretendido. La ponencia parlamentaria elaborará un texto articulado que será remitido para su aprobación por la Cámara. El resultado del proceso -el año 2015- será sometido a refrendo popular”. Se hablaba también de un “marco jurídico confederal” con Navarra y con Iparralde.
“Confederal” es la propuesta que plantea EH Bildu. La coalición relega a las páginas finales de un documento de 140 folios lo relativo al “nuevo estatus”. EH Bildu no pide directamente la independencia, aunque la desee como legítima aspiración política. Pello Otxandiano, el candidato que espera ganar las elecciones, ha defendido profundizar en la “soberanía” en muchos ámbitos, también en materia energética o alimentaria, pero demanda “otro tipo de relación con el Estado”. El textual de las propuestas es el siguiente: “Somos una nación: reconocimiento nacional; materialización jurídico-política del derecho a decidir en lo relativo a políticas públicas y al futuro de este pueblo; y relación de carácter confederal basada en la bilateralidad que pueda desarrollarse sin ninguna subordinación al Tribunal Constitucional, al Congreso español o a los tribunales españoles y sin ninguna injerencia por parte de los mismos”. “Eso exige necesariamente la concreción de procedimientos claros para el ejercicio del derecho a decidir”, indican.
EH Bildu bebe, en esencia, de aquella propuesta de reforma del Estatuto que nunca vio la luz y que pactaron con el PNV en la ponencia. Por ello, se alude a la celebración de una “consulta habilitante”, es decir, un referéndum previo a la negociación con el Estado que valide ese marco “confederal”. Además, se añade el interés de “impulsar un ámbito institucional estable” con Navarra e Iparralde. “El debate sobre nuestro futuro nacional y social lo tiene que fijar el debate soberano que hay que hacer en toda Euskal Herria. Decimos debate soberano porque al menos eso no nos lo pueden arrebatar. Como ciudadanía soberana, tenemos que desarrollar un debate soberano a lo largo y ancho de Euskal Herria”, explica la formación abertzale. Preguntado por los periodistas, ha puntualizado que esta propuesta, que enmarcan en la ventana de oportunidad que permite la presidencia de Pedro Sánchez en España, “no significa renunciar a la independencia”. “El camino a la independencia es gradual en el que se pasa por diferentes estadios”, ha señalado el candidato. Arnaldo Otegi presentó un marco teórico escalonado similar en el Aberri Eguna, el día de la patria vasca y habitual punto de inflexión de los mensajes independentistas.
Partidos “atrapalotodo”
Entiende Gómez que “sigue la intención latente” en los posicionamientos de PNV y EH Bildu pero “lo importante es el énfasis que le dan y la jerarquía de prioridades, que no tiene nada que ver con el debate territorial o la independencia”, sostiene. Añade que el PNV tuvo “un aprendizaje muy fácil” al ver que la sociedad vasca no se contagiaba de la movilización soberanista en Catalunya. “El PNV buscó puntos de arraigo que no tenían nada ver con el nacionalismo. Tiene un electorado muy heterogéneo. La mitad no es que no quiera la independencia, es que ni siquiera quiere un referéndum para decidirlo”, interpreta.
Pero añade que EH Bildu también ha suavizado sus posiciones para crecer como una fuerza de izquierdas, algo que define como “un viaje a la centralidad”.. “EH Bildu está colonizando espacios y caladeros de votos”, señala Gómez, que estima que “un tercio de sus votantes tampoco son partidarios de la independencia”. Y sentencia: “Tenemos dos partidos nacionalistas que han dejado de ser partidos nicho para ser partidos atrapalotodo”.
Según Elizondo, los hechos demuestran que “nacionalismo no es igual a independentismo”. “Los partidos han cuidado mucho de moderar sus planteamientos en esa línea. Sobre todo EH Bildu en esta ocasión. Se está metiendo en terrenos impensables, incluso en el centro-izquierda no nacionalista”, añade esta experta. Le gusta como paralelismo el Brexit, un ejemplo de “lo dificultoso de que una entidad política rompa una relación con otra”, en este caso el Reino Unido con la Unión Europea. “Hay una parte del nacionalismo vasco que ha abrazado la prudencia porque las consecuencias no se pueden ni medir”, sostiene.