Diez años de Cabacas: cuando la cúpula de la Ertzaintza negó el uso de pelotas de goma con un joven agonizando
El 5 de abril de 2012, hace ahora diez años, era Jueves Santo. Al filo de la medianoche, un joven seguidor del Athletic de Bilbao, Íñigo Cabacas, a quien todos llamaban 'Pitu' y que había nacido en Basauri 28 años antes, recibió en la cabeza el impacto de una pelota de goma. Estaba en una pequeña plazoleta con callejón en la zona de María Díaz de Haro en las celebraciones posteriores a un partido europeo en el viejo San Mamés. Murió el 9 de abril en el hospital de Basurto por las graves lesiones padecidas. El agente de la Ertzaintza que fue el autor material del disparo no ha sido identificado ni lo será nunca. Judicialmente, solamente hay un mando intermedio condenado y no entrará en la cárcel por lo reducido de la pena. Internamente, no ha habido ninguna sanción disciplinaria. La familia sí ha solicitado una indemnización económica a la Administración vasca y la investigación también desnudó una cadena de negligencias que tuvo como máximo exponente que nadie controló cuántas escopetas se dispararon aquella noche. El entonces comisario en Bilbao, Jorge Aldekoa, fue promocionado meses después a jefe de la Ertzaintza pero dimitió tras la sentencia del caso. Se ha jubilado hace unos días. Ahora, cuatro fuentes confirman que la cadena policial trató de arrojar en aquellos primeros días un manto de oscuridad a lo ocurrido ante las preguntas de la dirección política (el consejero era Rodolfo Ares y el lehendakari Patxi López) hasta el punto de que, según dos de ellas, negaron incluso el haber utilizado pelotas de goma, un proyectil incontrolable y que alcanza hasta los 360 kilómetros por hora. La que mató a Cabacas fue la última que disparó la Ertzaintza, aunque no las tenga prohibidas.
¿Cómo se produjeron los hechos?
En 2018, cuando se celebró el juicio, elDiario.es/Euskadi ya publicó una reconstrucción de lo ocurrido con base en el sumario judicial:
Fue a las 23.25 horas de ese 5 de abril de 2012 cuando la base de operaciones, situada en la comisaría del barrio de Deusto, en la plaza de Ugarteko, recibe un primer aviso de la existencia de incidentes. Las llamadas al 112 refieren una “pelea”, una “batalla campal” e incluso de un grupo de “15 ó 20 cabezas rapadas encapuchados”, de los que luego no hubo más reseñas. El jefe de operaciones de Deusto, apodado 'ugarteko', decide enviar alguna furgoneta, llamadas en las conversaciones de radio como “francias”. Las lecheras 1 y 6 fueron las primeras en llegar. Dirigidas por el jefe de patrullas -que acude en el coche 32- practican una detención pero no en la plaza, sino en su acceso derecho. El arrestado había arrojado objetos a la Policía y les había increpado.
Pero la Ertzaintza no dio por resuelta la incidencia. Según sus informaciones, había un herido sangrando dentro del callejón y había que despejar la zona para que accediera la ambulancia. Evidentemente no se trataba de Cabacas. Un sanitario confirmaría después que ellos también tuvieron la misma alerta “a las 23.30 horas”. Al llegar, reseña, “se amontaba una gran cantidad de gente que lanzaba objetos” a los policías desplegados y no se pudo estacionar la ambulancia. Aparecieron entonces las furgonetas 12, 13 y 14, todas ellas de la unidad de Seguridad Ciudadana, no especializada en actuaciones antidisturbios.
El responsable de la furgoneta 14 (suboficial 5351) informó por radio al 'ugarteko' de que era imprescindible “limpiar” la zona. Desde comisaría, le responden así a las 23.37 horas: “Bien, hágalo usted [...]. Salgan de las furgonetas y despliéguense en la herriko”. [En la plaza había un local de la izquierda abertzale]. A partir de ahí, el suboficial transmitió la orden a los tres escopeteros de su unidad de seis agentes, que eran los únicos que visten de rojo en el lugar, un elemento de gran relevancia. [Los antidisturbios trabajan en binomios, uno porta la escopeta y el otro le cubre con un escudo. Primero disparan una salva –ruidosa pero inofensiva– y luego emplean pelotas de goma].
Aquella carga duró “tres minutos”, según 5351. Sus tres escopeteros fueron los imputados, El primero asume que disparó “unos cuatro disparos de disuasión con pelota”. El segundo realizó otros cuatro “a 35 metros”. El tercero, en cambio, dijo no haber disparado en ese momento, sino en la carga posterior que se registró. Las distancias mínimas de seguridad en aquella época eran las siguientes: 25 metros en posición suave, 35 a intensidad media y 50 en modo fuerte. Nunca se sabrá a qué potencia se intervino porque no hay datos.
Los testigos situaron a esos agentes de rojo detrás de los coches aparcados. Desde donde cayó abatido Cabacas al final de la acera hay 22,8 metros, más los tres metros aproximados del 'parking' en batería arrojarían una distancia cercana a los 25 metros, la misma que fijó la Policía Nacional como probable en el informe pericial que hizo a instancias de la juez Ana Torres. La magistrada optó por encomendar parte de la investigación a otro cuerpo distinto a la Ertzaintza para evitar posibles interferencias.
Una joven malagueña con conocimientos de primeros auxilios se encontraba cerca de Cabacas y pudo taponar las hemorragias que sufría. En su testimonio manifiesta que “un hombre de rojo” disparó “todo el rato” en línea recta hacia donde se encontraba la víctima, que estaba en el lado izquierdo del callejón. “Me sentí como si nos estuvieran fusilando”, enfatiza. Sus “¡No disparéis, no disparéis!” no sirvieron de nada. Otras personas hicieron lo mismo. Los agentes lo oyeron, pero no hicieron caso. “Unas jóvenes subidas en unas jardineras levantaban las manos y gritaban que parasen los disparos”, admitió una agente no imputada, que vestía de azul.
Los agentes desplegados ya sabían de viva voz en ese momento que había un herido tendido en el suelo. Alguien, además, avisó al 112 exactamente a las 23.40.31. De hecho, el suboficial 1283 había ordenado: “¡Que no dispare nadie más y todo el mundo detrás de las furgonetas!”. Se estaba disparando en ese momento desde “varias furgonetas” y sólo una llevaba encima del buzo azul una chaqueta roja. “Había otros cinco o seis ertzainas vistiendo buzo azul”, contó 15248.
Varios ertzainas de rojo y un mando de azul se acercaron hasta el lugar en el que había sido abatido Cabacas. La testigo asegura que le agarraron del brazo con el que apretaba la herida del herido. Se dirigió también a un agente y le pidió “el número de placa”. Entonces el código profesional no era visible, ahora sí lo es. “Con la mano en la porra me dijo que si no quería más problemas que me fuera”, relata. No niega que insultó por instinto a los funcionarios. En el callejón se escucharon muchos más improperios dirigidos a ellos. Por la radio, desde comisaría descartaron la tesis de que hubiera sido herido: “Se habrá desmayado”.
Se tenía que haber entrado de otra manera. No a pelotazos
El subjefe de la comisaría, presente de paisano en el lugar, ordenó replegar la fuerza y formar un cordón en la entrada del callejón. Pero, como continuaban lanzando objetos a los agentes desde el fondo de la plazoleta, el 'ugarteko' dio la polémica orden de “entrar con todo” a las 23.40.26, ya con Cabacas malherido. Ahí empezó una segunda carga muy intensa. Muchos presentes indicaron a la juez que en aquel momento el callejón estaba mucho más oscuro que al principio, aunque no se conoce la explicación de la falta repentina de iluminación.
Los agentes dispararon detrás de donde estaba tendido Cabacas y quienes le auxiliaban recuerdan el sonido de las detonaciones. Los de rojo dispararon de nuevo, pero también un miembro de la furgoneta 22 –cinco veces– y otro de la Brigada de Refuerzo, que habían llegado de apoyo. La unidad antidisturbios (Brigada Móvil) no intervino en ningún momento, ya que estaba en San Mamés controlando la salida del estadio. La Ertzaintza persiguió a los alborotadores hasta Licenciado Poza y allí continuaron los incidentes. Está registrada la quema de contenedores. Entretanto, a las 23.58, aproximadamente, una ambulancia trasladó al joven gravemente herido al hospital de Basurto, donde moriría cuatro días después.
Del 5 al 9 de abril
El consejero, Rodolfo Ares, el viceconsejero, Miguel Buen, el jefe de la Ertzaintza, Toño Varela, y el mando de Seguridad Ciudadana, Gorka Azarloza, entre otros, estaban de vacaciones de Semana Santa. Estaban repartidos entre Andalucía y Catalunya. El comisario Aldekoa estaba viendo el partido en San Mamés con su mano derecha, que sí se desplazó después a María Díaz de Haro. “Estábamos de vacaciones pero, lógicamente, atentos a lo que iba ocurriendo. Volví inmediatamente. Pero no había antecedentes de algo así. No encontramos en el pasado ningún caso de fallecimiento por una pelota de goma, aunque sí lesiones oculares. No nos lo podíamos creer”, explica una fuente.
La dirección política comisionó a Aldekoa para abordar una investigación interna. Se produjo una primera reunión con los responsables policiales de Bilbao en el centro policial de Deusto. Allí ya se apreció falta de “colaboración” y de detalles de lo ocurrido. Jugaba a su favor el absoluto “descontrol” en el armamento. Era imposible saber cuántas escopetas habían sido empleadas, cuántas pelotas se habían usado y a qué potencia se había intervenido. Las bocachas de los lanzapelotas tenían cuatro modos. Uno era disparar una salva, en vacío. Otros tres eran con carga: 'S' de suave, 'M' de medio y 'F' de fuerte. “Tuvimos que poner un punto de soldadura para bloquearlas en la 'S' porque muchos ertzainas se creían que 'F' era de 'flojo' y te lo decían abiertamente”, cuenta una fuente que participó en aquellos gabinetes de crisis. Se revisaron también los almacenes y aparecieron materiales en mal estado. Durante unas horas, mientras se hacía este análisis, las armas llegaron a estar prohibidas totalmente.
No había antecedentes de algo así. No encontramos en el pasado ningún caso de fallecimiento por una pelota de goma, aunque sí lesiones oculares. No nos lo podíamos creer
En María Díaz de Haro intervinieron agentes de Seguridad Ciudadana y no antidisturbios. Un mando de la Brigada Móvil, muy enfadado, mostró su malestar en aquellas fechas por el hecho de que tenía tres furgonetas operativas que nunca fueron movilizadas. El resto de su equipo estaba en el estadio de fútbol, controlando la salida. “Mandaron allí a gente de atestados y de línea [de administración], que no habían disparado nunca. Se pedía gente voluntaria para estos operativos especiales. Se apuntaban para horas extras, para sacar pasta. Pero es gente sin formación haciendo orden público. Había tres furgonetas dispuestas para intervenir allí. La Brigada Móvil las tenía preparadas y nunca avisaron. Se tenía que haber entrado de otra manera. No a pelotazos”, reconstruyen las fuentes consultadas.
Los informadores internos insistían en que no se habían usado pelotas de goma. Se difundió la teoría de una porra extensible y de que las lesiones podían ser compatibles. Los políticos también recibieron de sus subordinados el convencimiento de que la salud de Cabacas iba a mejorar sí o sí. Un equipo de la Ertzaintza se personó en Basurto para analizar la situación. El viceconsejero Buen y el jefe policial, Varela, llegaron a presentar su dimisión ante el consejero Ares por lo insostenible de la situación. El socialista la rechazó. Habría supuesto una crisis política mayúscula. Él mismo buscó información a otros niveles en primera persona.
Dos semanas después acudió al Parlamento para acelerar algunas medidas de control en operativos de este tipo. Varela le acompañó de uniforme. Desde entonces, las actuaciones de orden público nunca han sido iguales. A finales de año, el PNV ya accedió al Gobierno y profundizó en un nuevo modelo. Seguridad Ciudadana ya no interviene y se espera a la Brigada Móvil. Se prima el cuerpo a cuerpo y, en todo caso, un nuevo lanzador de balas de 'foam'. Las actuaciones se graban y los agentes lucen un número en un lugar visible para que sean identificados en caso de excesos. Pero muchos de esos cambios se han hecho con Aldekoa como jefe de la Policía vasca. La consejera Estefanía Beltrán de Heredia lo ascendió por dos veces tras un primer intento fallido. La sentencia judicial que, aunque no señalaba responsabilidades individuales, cuestionó abiertamente la actuación de la Ertzaintza forzó su dimisión. Acaba de cumplir 65 años y está jubilado. Este lunes, el acto del cuadragésimo aniversario de la Ertzaintza, acudió de traje cuando el resto de sus compañeros iban con uniforme. Varela es uno de los pocos agentes de la primera promoción -alrededor de una decena que accedieron en 1982- que continúa en el cuerpo, con responsabilidades intermedias, aunque ese mismo 2012 fue fichado para dirigir la unidad de Policía autonómica de Andalucía, entonces presidida por la socialista Susana Díaz. Buen y Ares ya están retirados de la política desde hace años.
Cuando Goirizelaia pidió a la Policía Nacional
“La familia siempre dice que nadie les ha pedido perdón nunca. Lo echan mucho en falta”, explica a este periódico la abogada Goirizelaia, también portavoz de EH Bildu en el Ayuntamiento de Bilbao. Esta semana se ha conmemorado el cuadragésimo aniversario de la Ertzaintza y su coalición ha acudido. Tras ello, en Oñati, apareció la siguiente pintada: “Le habéis dado la mano a quienes mataron a Íñigo Cabacas. Bildu=Zipaio”. Goirizelaia, sobre el caso, denuncia también el corporativismo en la Ertzaintza: “Es evidente que en el juicio hubo reuniones previas a las declaraciones en las que se les dijo lo que tenían que decir”.
Defiende igualmente haber pedido la colaboración de la Policía Nacional 'a posteriori' porque “encargar la investigación al mismo cuerpo investigado vulnera derechos”. Furgonetas de este cuerpo se desplegaron en el mismo callejón en que se produjeron los hechos para hacer una reconstrucción en la que participó la propia Goirizelaia. “De haberse hecho la investigación interna con la minuciosidad debida, otras personas podrían haber sido acusadas”, añade la letrada. ¿Y qué opinan de la actuación de Aldekoa? “Me quedo más con esa segunda parte que con la primera. Valoramos que presentara la dimisión. Reconoció de la alguna manera que era una realidad [lo que decía la sentencia sobre las negligencias policiales]. Es el único mando de la Ertzaintza que en 40 años ha dimitido”.
Se sentaron en el banquillo el oficial con número profesional 3389, el agente con más galones en aquella intervención en la zona de María Díaz de Haro y ahora condenado, y los suboficiales 5351 y 1283, al mando de dos de las furgonetas (cada una de ellas de seis agentes) que fueron movilizadas. Los otros tres son agentes que empuñaron escopeta aquella noche y que, en la investigación interna llevada a cabo por la Ertzaintza, admitieron haber usado pelotas de goma: 15248, 11066 y 10216. Tienen en común que vestían de rojo, cuando el resto de actuantes iban de azul. Hay testigos -policiales y civiles- que vieron disparar a uniformados con ese color. En primera instancia y en el Supremo la conclusión fue la misma: cinco absueltos y condena mínima para el oficial 3389 porque “habría bastado para evitar el fallecimiento de Cabacas [...] que el recurrente hubiera ordenado no cargar ante la improcedencia de hacerlo”. Al carecer de antecedentes penales, como es usual, las condenas no superiores a dos años no son efectivas.
Es evidente que en el juicio hubo reuniones previas a las declaraciones en las que se les dijo lo que tenían que decir"
El actual máximo responsable político de la Ertzaintza, Josu Erkoreka, que tiene rango de vicelehendakari, explicó en el Parlamento en diciembre, adonde acudieron como invitados los padres de Íñigo, Manuel y Fina, que los expedientes disciplinarios iniciados en 2012 no tendrán ninguna consecuencia. Quedaron paralizados hasta la sentencia judicial firme, que llegó en 2021. En estos años, todos los agentes investigados han ido dejando el cuerpo “y no por edad” en algunos casos, sin que estén claros los motivos. Técnicamente, solamente podría tener un castigo disciplinario el único que mantiene la condición de funcionario pero Erkoreka adelantó que no iba a tenerlo porque, en su caso, se limitó a cumplir una orden cuando disparó pelotas de goma y que precisamente lo sancionable habría sido no acatarla.
Que la investigación no llegó hasta el final lo prueba una anécdota. Ni la Audiencia de Bizkaia ni el Tribunal Supremo han sido capaces de corregir que se dé como “hecho probado” que el Athletic ganara aquella noche en la que fue herido Cabacas el partido contra el Schalke 04 alemán, tras el cual se produjo la carga policial. El partido quedó 2-2, como consta en la página oficial de la UEFA.
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