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El dilema del PNV: un lehendakari para todos (Ardanza) o un nuevo Moisés (Ibarretxe)

Pradales, con Ibarretxe y Urkullu bajo el árbol de Gernika del Parlamento Vasco

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Este PNV, el de Andoni Ortuzar al frente del partido, y el de la “nueva generación” que pretende encarnar el candidato a lehendakari, Imanol Pradales, está en una encrucijada. Otra más. Y llega más igualado que nunca a la pugna histórica que se lleva ventilando en este país desde que Herri Batasuna naciera el 27 de abril de 1978, con Telesforo Monzón como el Moisés vasco de la Mesa de Alsasua (creada un año antes), con una única vocación: sustituir al “viejo nacionalismo” que encarnaba el histórico PNV. Y eso es lo que se dilucida este domingo. Esa pugna, y la gobernabilidad del País Vasco, que, pese a lo ajustado del resultado, parece asegurada con los socialistas que lidera Eneko Andueza. 

El dilema es un nuevo lehendakari que gobierne para todas las personas, como hizo durante 14 años el recién fallecido José Antonio Ardanza, o un Moisés que lleve a este pueblo hasta la tierra prometida, como intentó el lehendakari Juan José Ibarretxe con su plan soberanista.

Pero no es verdad que este sea el momento más delicado por el que atraviesa el PNV en su historia. Ahí está la escisión traumática de 1986, tras la que nació EA, liderada por el lehendakari hasta 1985, Carlos Garaikoetxea. 

Ni siquiera son las elecciones más complicadas a las que se enfrenta un candidato peneuvista. Ahí están los comicios de 2001, con la operación Mayor Oreja (PP)-Redondo Terreros (PSE-EE), cuando la coalición PNV-EA comandada por Juan José Ibarretxe buscó y encontró votos debajo de las piedras hasta conseguir 604.222 papeletas y 33 diputados.

Sin olvidar las complicadas elecciones de 2009, con la izquierda abertzale que nunca ha condenado la violencia de ETA ilegalizada por sentencia judicial. Fueron esos comicios los que, a la postre, pusieron en jaque al PNV y le enviaron a la oposición, tras el acuerdo sellado entre el PSE-EE y el PP, que hizo lehendakari al socialista Patxi López. Allí mordieron el polvo los peneuvistas. Lo que no logró Txiki Benegas cuando ganó al PNV en 1986 en escaños (con 19 frente a 17, pero no en votos, los jeltzales sacaron a los socialistas 18.975 papeletas). El líder socialista hizo lo más difícil, ganar en escaños, pero fue incapaz de armar un Ejecutivo tripartito alternativo al PNV (de la mano de Euskadiko Ezkerra (EE) y de EA).

Ahora está en juego la hegemonía en el mundo nacionalista/soberanista. Pero no Ajuria Enea, residencia oficial del lehendakari. Ni la gobernabilidad de Euskadi.

‘La causa del pueblo vasco’

Si el lehendakari José Antonio Aguirre levantara la cabeza, alzaría el dedo de inmediato y su vicelehendakari, Javier de Landaburu, recordaría aquella frase que dejó por escrito en su célebre libro ‘La causa del pueblo vasco’. Justo cuando Naciones Unidas daba carta de naturaleza a la España franquista, abriéndole en febrero de 1955 sus puertas de par en par, y el Vaticano de la época bendecía la operación con el famoso Concordato con Franco, firmado en agosto de 1953. “Los hombres y los pueblos se templan en la desgracia a condición de que la acepten con serenidad y sepan meditar mientras dura lo adverso”, escribía Xabier de Landaburu ante esa situación dramática para los intereses del bando perdedor en la Guerra Civil. Era mayo de 1956 y nadie daba un duro por el PNV y por su Gobierno de Euzkadi en el exilio. Aquella sí que era una situación crítica a nivel existencial para los peneuvistas.

Electoralmente, es verdad que Imanol Pradales, el candidato accidentado -tanto en su elección por parte de Sabin Etxea, como por el ataque con spray pimienta- encara una situación delicada, inédita en los últimos 12 años. Justo los que ha gobernado el lehendakari Íñigo Urkullu, dispuesto a un nuevo mandato que la dirección del partido le negó. Pradales se enfrenta a la pérdida de la hegemonía en el mundo nacionalista, pero no a un riesgo real de ver a su partido desalojado de Ajuria Enea como en 2009. 

“Alianza estratégica”

Seamos sinceros, Pedro Sánchez no se va a pegar un tiro en el pie. Por eso va a mantener la “alianza estratégica” con el PNV que él mismo ha defendido en esta campaña electoral. Entre otras cosas, porque el apoyo de EH Bildu en Madrid nunca ha estado en el aire. Nunca lo ha sido gratis et amore, es cierto, ahí están los resultados: el final de la dispersión para los presos de ETA o la Alcaldía de Pamplona. Pero también esa es una alianza estratégica a prueba de tsunamis tipo: me niego a llamar a las cosas por su nombre, ETA igual a “terrorismo”.

Imanol Pradales sabe todo esto. Otra cosa es que avive la posibilidad de que en Euskadi se abra un nuevo ciclo político de la mano del PSE-EE con otras alianzas, “si el que manda, que es Pedro Sánchez, así lo decide”. Pero suena más a argumentario electoral para lograr ese “resultado amplio este domingo en las urnas”, que a una sospecha. Por eso esta tarde ha reclamado “una mayoría fuerte” para gobernar. “Estamos en la última txanpa”, arengó “para tener una Euskadi cada vez más libre”.

Y además le va la marcha. Atiende a este cronista en lo que ya se viene a llamar ‘juernes vasco’. Justo antes de un acto vespertino en Vitoria, donde se juega el resultado final por un puñado de votos, como siempre pasa en Álava, el territorio más barato para repartir los 25 escaños en liza. Y ante la sorpresa del equipo, que ya presenta síntomas evidentes de cansancio, asegura: “Espero que no se me quede corta la campaña”. Faltaban entonces menos de día y medio para que el jolgorio electoral tocara a su fin.

“Huele a remontada”

Hay un hombre que estuvo en la cocina electoral y demoscópica del EBB durante muchos años, mientras se sentaba Xabier Arzalluz en la silla curul de Sabin Etxea. Todos los sondeos pasaban por sus manos. Era en materia de datos electorales lo que a la organización del partido sigue siendo a día de hoy el burukide (dirigente) Joseba Aurrekoetxea. Felizmente retirado, huele una “remontada” en ciernes -también lo dijo Ortuzar en el mitin-, tras los malos resultados que apuntaban todas las encuestas del pasado fin de semana para el PNV. Tal vez impulsada por ese voto de orden, de estabilidad, el de las personas que están dispuestas a dar “otra oportunidad, pese a los errores cometidos”. Pero no dispone de datos o trackings de última hora. Tampoco los tiene Pradales, que sí ve que “la gente se ha enganchado en la última semana a la campaña”.

A ellos se ha dirigido el candidato. Pero no tratándoles de movilizar con el voto del miedo, porque Pradales, inteligentemente, no ha jugado a ese discurso hiperbólico. Su apelación ha sido al “voto del orgullo de país”. Y porque quiere testar también si esa supuesta nueva izquierda abertzale es algo “meramente estético o hay algo de fondo”. 

En la recta final de la campaña, mientras intentaba terminar el libro de su amigo Mikel Santiago ‘El hijo olvidado’ -un thriller con la corrupción como hilo conductor- en los escasos ratos libres de los que ha disfrutado, Pradales se ha rodeado de los dos lehendakaris vivos de su partido. Urkullu e Ibarretxe, el yin y el yan, el péndulo patriótico, la eterna doble alma del PNV; más pactista el primero, intensamente soberanista el segundo. 

Ortuzar, periodista y cocinero, pero nunca fraile, ha puesto a todos ellos a jugar para la ‘photo finish’. Y si a Ardanza le hubiera acompañado la salud, también habría tenido sitio en esa instantánea final. Su viuda estaba presente en el mitin y, en pie, recibió una cálida y larga ovación de los presentes.

De hecho, en el mitin de cierre de campaña se exhibió esa fotografía y Ortuzar, orgulloso, recordó la foto de hace 12 años en la que aparecían el entonces candidato Urkullu con los lehendakaris Ardanza e Ibarretxe. “Ese es el espíritu del PNV”, clamó, “katea ez da eten” (la cadena no se rompe).

José Antonio Ardanza, pocos meses antes de morir en su casa de la reserva de Urdaibai, le recomendó al candidato que gobernara para todos. Urkullu, tras ser descabalgado por el partido de la candidatura, le dijo: “Imanol sé tú mismo”. E Ibarretxe, fiel a su historia, le conminó el otro día a “liderar este país. Vamos a ir todos detrás”. 

De nuevo Moisés y la tierra prometida, la Arcadia feliz, la soberanía originaria, ese imaginario tan necesario para taponar los votos que, o se han ido a casa, cansados de los pactos con Sánchez, o directamente a EH Bildu, por la falta de intensidad independentista en el discurso jeltzale. A Otegi precisamente se dirigió Ortuzar por haber solicitado la víspera de manera “extemporánea” el voto a los peneuvistas desencantados. Y cosechó tres síes orgullosos en favor del PNV entre la gente que llenó el Arenal bilbaíno para que lo escuchara el líder soberanista, porque EH Bildu cerraba a pocos metros, en la plaza Nueva, su campaña también. “Arnaldo escucha”, dijo en euskera, “orgullosos, contentos y en pie”. “El domingo se va a abrir un nuevo ciclo para este país de la mano del PNV, indicó el líder peneuvista entre aplausos.

El sábado, a declarar

Y entre tanto, el candidato peneuvista -que ha tenido muy poco tiempo para la familia durante estos 14 días- va de celebración en celebración: este viernes ha sido el cumpleaños de su esposa, el domingo es el suyo. Y entre medias, el sábado, tendrá que declarar en el Juzgado de Barakaldo en relación con la denuncia interpuesta ante la Ertzaintza contra el hombre de 49 años que le roció la cara con spray pimienta.

En el cierre de campaña tuvo un recuerdo emocionado a su padre, un hombre “templado, reflexivo, callado” que le llevó a ver cómo se ponía la primera piedra de la actual sede del PNV. Y para conocer allí a Urkullu, que le firmó una pegatina que luego colocó en la habitación que compartía con su hermano.

Pradales reconoce que no ve posible un pacto de Gobierno con los de Otegi porque el modelo de país de “control” que defienden está en las antípodas “del modelo PNV”. “Somos antagónicos”, resume, aunque sí vislumbra para la próxima legislatura acuerdos en materias importantes como la Educación, el euskera, el desarrollo de la ley de cambio climático…“.

Sabe que ser lehendakari es mucho más que ponerse una corbata para un debate en televisión. “Lo sé, lo sé”, admite a este cronista. Pero está dispuesto a echarse esa mochila al hombro.

Vitoria, abril 2024

Y en una mesa de un batzoki cualquiera sigue abierta la página del libro de Javier de Landaburu: “Nuestro nacionalismo no debe se de los que hacen de cada patria el número uno en todo (…) Nuestro nacionalismo es de otro orden, porque no se funda en la comparación entre pueblos, no toma su razón de la rivalidad entre naciones, porque tan fuerte es en él la convicción patriótica, como el afán de hacer de nuestro país un elemento de colaboración con los demás en la resolución de los innumerable problemas humanos que hoy rebasan el marco de la nación”. 

París, mayo de 1956

Y en un equipo de música cualquiera suena la versión más irreverente del Gernikako Arbola, la canción del bardo vasco José María Iparraguirre, a manos de unos fronterizos anarko-punk-rockeros guipuzcoanos como Baldin Bada. Porque para reflexionar en condiciones y libertad hay que meter todo en la coctelera.

Bilbao, abril de 2024.

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