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Escenarios disruptivos (y II): ¿Y si EH Bildu logra una mayoría suficiente y se le permite gobernar?

14 de abril de 2024 21:42 h

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Tras la publicación de numerosas encuestas este fin de semana, en las que los chamanes demoscópicos preveían una victoria (en votos y en escaños y más clara en unas que en otras) de la coalición soberanistas de izquierda EH Bildu, toca más que nunca romper el marco de esos sondeos. Es tiempo de ser disruptivos otra vez. Algo que ya hicimos con uno de los artículos de esta serie.

El exlíder de Podemos Pablo Iglesias en su visita la pasada semana a Euskadi lo hacía a su manera: portaba una camiseta negra con un rectángulo en su lado superior izquierdo en la que estaban encerradas las siglas del PNV y, fuera de él, la leyenda Think outside [piensa fuera], fuera precisamente de ese marco que los morados (y también Sumar) critican, los 40 años de Gobiernos liderados por el PNV, salvo la excepción del lehendakari socialista Patxi López (2009-2012).

Primer escenario disruptivo

Tal vez Odón Elorza, exdiputado socialista desde el pasado 30 de enero de 2023 y exalcalde de Donostia por el PSE-EE (1991-2011), había leído el artículo sobre los posibles escenarios disruptivos en este periódico. O simplemente fue cosecha propia. Sea como fuere, y antes incluso de que el CIS rompiera el empate que hasta ese momento (casi) pronosticaban todos los sondeos demoscópicos entre el partido del candidato Imanol Pradales (PNV) y el de EH Bildu, Pello Otxandiano, Elorza publicó un hilo en la red X (antes Twitter) a las 12:52 del pasado jueves 11 de abril en el que básicamente planteaba una hipótesis disruptiva: “Si la victoria de EH Bildu sobre el PNV fuera clara, pongamos que alcanza un 36% de voto y le saca cuatro puntos, ¿no se debería valorar la opción de dejarle gobernar en Euskadi”.

Elorza es un 'outsider' absoluto en un partido que ahora lidera el candidato a lehendakari, Eneko Andueza. El máximo dirigente de los socialistas vascos ha hecho bandera de su “nunca, no, de ninguna manera pactaré con EH Bildu” para hacer lehendakari a su candidato independentista.

La idea disruptiva choca con la voluntad nítida manifestada públicamente -con más énfasis por parte de Andueza que de Pradales, es cierto, pero también subrayada por el presidente español, Pedro Sánchez, (que habló de “alianza estratégica” con el PNV)- de que socialistas y peneuvistas reediten su pacto y cierren el camino a la llegada de los independentistas a Ajuria Enea.

Y también choca con la foto fija que planteaban las encuestas publicadas este fin de semana. La de elDiario.es/Euskadi daba menos de un punto de diferencia en el porcentaje de voto 34,4% (EH Bildu) por 33,8% (PNV). La del grupo Vocento estimaba una diferencia de menos de medio punto 34.2% para los soberanistas de Otxandiano, frente al 33,8% para los de Pradales. La que otorgaba una ventaja más holgada es la del grupo EITB Focus, que apuntaba una diferente porcentual de 1,1 puntos favorable a los de Otegi: 34,9% frente a 34,2%.

Segundo escenario disruptivo 

¿Y si EH Bildu quedara segundo y decidiera públicamente sumar sus votos (la misma noche electoral) a los socialistas para hacer lehendakari al candidato del PSE-EE, Eneko Andueza? El objetivo de este segundo escenario es que, pese a perder las elecciones, los de Arnaldo Otegi decidieran romper el actual marco de pactos entre peneuvistas y socialistas con el objetivo de mandar “al banquillo” al PNV, “que ya le toca”, como reclama también la candidata de Sumar, Alba García Martín, y la de Elkarrekin Podemos Alianza Verde, Miren Gorrotxategi. Ambas candidatas defienden un tripartito de izquierdas en Euskadi.

La hipótesis disruptiva y poco creíble choca con la idea que tiene el candidato Otxandiano de no excluir al PNV de la ecuación en su fórmula de “gobernabilidad colaborativa” y no excluyente en la comunidad autónoma vasca. Y no parece fácil de explicar una operación de descabalgamiento de ese tipo cuando EH Bildu lleva censurando a PNV y PSE por valerse del PP para mandar a la oposición a la primera fuerza en Gipuzkoa en las elecciones forales (EH Bildu) o en los municipios de Durango (Bizkaia) o la capital alavesa, ahora gobernada por la socialista Maider Etxebarria gracias a los votos del mismo tripartito. Preguntado por esa posibilidad, Otegi guarda silencio. Es más, para ello el PSE-EE debería presentar en el debate de investidura una candidatura alternativa a la de Pradales.

Tercer escenario disruptivo

Que no haya mayoría absoluta para el actual Gobierno de coalición. Esta es la hipótesis, también apuntada por los sondeos de este fin de semana, con la que sueña el Partido Popular de Javier de Andrés, formación que en sus buenos tiempos (los de Antonio Basagoiti) ponía y quitaba lehendakaris. 

En definitiva, que el resultado en las urnas no permita consolidar (con la horquilla más baja del reparto de escaños) el acuerdo entre peneuvistas y socialistas. Bien es cierto que el PP ya ha advertido a ambos partidos que en esta ocasión no volverá a dar 'gratis et amore' sus votos para asegurar la estabilidad gubernamental y cerrar el paso a la izquierda independentista a Ajuria Enea.

Esa negociación se podría abrir entonces, pero lo cierto es que el sistema de elección de lehendakari fijado en el Parlamento vasco no permitiría un bloqueo como el que se ha producido en varias ocasiones en el Congreso de los Diputados.

En el País Vasco, en la investidura es elegido quien obtenga la mayoría absoluta (38 escaños sobre 75) en la primera votación. Y si ningún aspirante lo logra, se plantea una segunda votación (24 horas después) en la que resulta elegido lehendakari sí o sí el que más apoyos consiga. No es posible votar 'no' a un candidato, como en el Congreso, donde en la segunda ronda es necesario sumar más 'síes' que 'noes'.

Eso deja más margen de tranquilidad a PNV y PSE-EE, aunque otra cosa sería gobernar sin mayorías absolutas. Tampoco es nuevo, el Ejecutivo de Íñigo Urkullu ya se enfrentó, con éxito, a esa incertidumbre parlamentaria. El propio Urkullu gobernó tras jurar el cargo ante el árbol de Gernika en 2012 sin ningún acuerdo. Tuvo que retirar sus primeros presupuestos, es verdad, pero fue precisamente esa soledad la que obligó al PNV a confiar la estabilidad de Euskadi de nuevo en los socialistas vascos, entonces con Patxi López al timón.

Último escenario disruptivo 

Y recordamos el escenario que planteaba Javier de Andrés para aquellos que se perdieron el primer artículo sobre escenarios disruptivos en relación a los posibles pactos tras el 21 de abril. Se lo escuchamos en precampaña al candidato a lehendakari por el PP vasco. Básicamente, De Andrés planteaba que los socialistas vascos son un “lastre” para el PNV de Imanol Pradales y de Andoni Ortuzar. Y que si los peneuvistas logran una mayoría suficiente e incontestable —algo que ninguna encuesta vaticina por ningún lado a falta de los debates decisivos de esta semana— podrían plantearse romper la entente sellada a fuego entre PNV y PSE-EE incluso antes del primer acuerdo de Ejecutivo de coalición.

Ese pacto seminal fue rubricado entre Ortuzar y Patxi López (ya fuera de Ajuria Enea, pero líder entonces de los socialistas vascos) el 16 de septiembre de 2013. El recién investido presidente vasco, Iñigo Urkullu, habló ese día como flamante lehendakari de “nueva etapa de entendimiento” entre las dos familias políticas, de “vuelta a los buenos tiempos” y daba su agur “a la política de bloques”. Mientras, Ortuzar aseguraba: “En Euskadi se abre hoy un nuevo tiempo”. Y Patxi López, recién desalojado de Ajuria Enea, y con las heridas visibles aún en su cuerpo de los zarpazos de un PNV que nunca aceptó la legitimidad del pacto PSE-EE y PP que propulsó a López a la Lehendakaritza, loaba las virtudes del acuerdo político y fiscal rubricado entre ambos partidos. Fue la antesala del primer acuerdo presupuestario (2014), de los acuerdos en las diputaciones (2015) y del acuerdo de Gobierno de coalición (21 de noviembre de 2016)

11 años después, ahí siguen ambas formaciones, encadenadas a un pacto que parece esculpido en ‘titanio made in Guggenheim’ y a prueba de escenarios disruptivos. Para música disruptiva un reggae como Vamos Fugir compuesto por un brasileño Gilberto Gil que fue ministro de Cultura con Lula da Silva entre 2003 y 2008 como convertido en rock de masas por el grupo Skank.

Superen eso, candidatos y partidos.