Euskadi arranca la campaña más abierta por el desgaste del PNV y la posibilidad de una primera victoria de EH Bildu
La postura del PSE-EE de Eneko Andueza de no pactar con Pello Otxandiano por lo que denominó motivos “éticos” da tranquilidad a Imanol Pradales, el elegido para renovar un ciclo de doce años de Iñigo Urkullu
Este jueves por la noche ha comenzado, oficialmente, la campaña electoral en Euskadi. Ya se pueden colgar carteles, repartir papeletas y poner grandes anuncios en tranvías y autobuses. Las autonómicas serán el 21 de abril. El ciclo electoral, sin embargo, empezó mucho antes, en dos tardes de noviembre. El jueves 23, una delegación de alto nivel del Euzkadi Buru Batzar del PNV, su dirección nacional, comunicó al lehendakari, Iñigo Urkullu, de 62 años, que no iba a ser candidato y que querían poner fin a una etapa abierta en 2012, cuando los nacionalistas recuperaron Ajuria Enea tras el único paréntesis con un lehendakari de otro partido en toda la democracia, la etapa de Patxi López. El viernes 24 esa noticia trascendió y el PNV, de urgencia, confirmó a las pocas horas que su apuesta era Imanol Pradales, que cumplirá 49 el mismo día de las elecciones. Entonces era un gran desconocido (ahora ya le pone cara el 67%) a pesar de sus doce años como diputado foral en Bizkaia. Pradales es el ahijado político del gran visir del presidente del partido, Andoni Ortuzar, el influyente Joseba Aurrekoetxea.
Oficialmente, la arriesgada maniobra se explica como un relevo generacional natural. De hecho, con Urkullu se marcha toda una generación y solamente se mantiene en listas una parlamentaria o consejera de más de 60 años, Irune Zuluaga. Implícitamente, el PNV busca cambiar el paso tras un 2023 en que se dejó 86.000 votos en las municipales y otros tantos en las forales y en que salió de las generales superado por el PSE-EE y con el peor porcentaje de voto desde 1989, un 24%. Su gestión se empieza a cuestionar, particularmente en ámbito de la Sanidad pública. También el año pasado tres exdirigentes alaveses y un excargo del Ejecutivo entraron en prisión por graves delitos de corrupción, el 'caso De Miguel'. El partido incluso ha llegado a admitir que hay quien ve “amiguismo” en su forma de actuar en las instituciones.
Su hegemonía como principal partido vasco está ahora en duda: en paralelo, trece años después del final del terrorismo y seis después de la disolución de ETA, sigue creciendo la coalición EH Bildu. Sería el espejo de lo ocurrido en Catalunya con la antigua Convergència y ERC, ahora dominante. Dice Arnaldo Otegi, líder de la formación independentista, que la campaña trae una “novedad políticamente muy importante”, que “en estos momentos no está claro quién va a ganar”. Y es así.
Más allá de las simplificaciones, esta marca aglutina a la izquierda abertzale tradicional pero también a los socialdemócratas (EA), a la izquierda procedente de IU liderada por Oskar Matute (Alternatiba), a exdirigentes de la corriente pacifista Aralar y a independientes. Consolidada como segunda fuerza, encara sus cuartas elecciones vascas con opciones reales de ganar, al menos en escaños. El año pasado ya fue la fuerza más votada en su feudo, en Gipuzkoa, e incluso en la capital menos nacionalista, Vitoria. Tiene más concejales que el PNV en Álava, Bizkaia y Gipuzkoa y también más implantación en Navarra. Con un diputado más que el PNV en el Congreso (donde siempre ha empleado el nombre de “grupo vasco”) se ha sumado con naturalidad a la histórica estrategia de buscar réditos en los acuerdos con el Gobierno de España.
En Euskadi se han celebrado desde 1977 un total de 60 procesos electorales entre municipales, forales, autonómicas, generales y europeas. El PNV solamente ha sido derrotado en votos en seis ocasiones. Dicho de otra manera, ha ganado 54 veces. Tres han sido las victorias socialistas. Lo lograron Felipe González en las generales de 1993, José Luis Rodríguez Zapatero en las de 2008 y Pedro Sánchez en las de 2023. Dos lo hizo Podemos nada más nacer, las generales de 2015 y de 2016. Y en unas europeas ganó la izquierda abertzale, entonces HB, al poco de que se produjera la escisión del PNV y el nacimiento de EA. En las doce autonómicas siempre han sido los candidatos del PNV, todos varones, los más votados. Excepcionalmente, en 1986 y de nuevo tras la escisión del PNV, los socialistas lograron más escaños, aunque siguió gobernando el PNV.
Ahora todo está abierto. El PNV logró 31 escaños en 2020. Urkullu, a la tercera, dio a su partido el mejor resultado desde la traumática escisión con la excepción de 2001, cuando Juan José Ibarretxe se presentó en coalición con EA. En la candidatura de Pradales, que estos meses ha hecho un intensivo para darse a conocer más allá de Bizkaia, dan por hecho que su “techo” el 21 de abril son 28 parlamentarios. Hace cuatro años, en unas elecciones en plena pandemia y en pleno verano con muy baja participación y pospuestas tras el fallido intento de hacerlas en abril, el PNV exprimió los restos en las tres provincias, que reparten 25 escaños a pesar de las diferencias de población, y se llevó el último representante en cada circunscripción. Nadie es capaz de fijar hasta dónde podría bajar el suelo. Por el contrario, ven el mínimo de EH Bildu en 24 escaños. A partir de ahí, todas las posibilidades están abiertas.
En el cuartel general del PNV sitúan la participación como la clave. Los llamamientos a la movilización “a tope” son continuos y lo seguirán siendo hasta que el 19 de abril se ponga fin a la campaña. Ortuzar ha manifestado en público que tiene la convicción de que volverán a ganar. El análisis en Sabin Etxea es que sus antiguos votantes no se han ido a otro partido. Simplemente se habían refugiado en la abstención y toca movilizarles o “seducirles” para reconducir la crisis.
En 2020, la situación excepcionalísima –se llegó a advertir de que serían detenidos los contactos de contagiados por COVID-19 si acudían a los colegios– bajó la participación al 50%. Ahora las encuestas apuntan a un suelo del 60% y a una importante bolsa de indecisos. El PNV interpreta que si se alcanza un 65% el resultado será aceptable y que si se llega al 67% empezaría a ser óptimo. Son niveles desconocidos desde 2005. El expresidente de un partido vasco, en todo caso, recuerda que la movilización es un arma de doble filo: “Si tú movilizas masivamente a los tuyos, los otros también van a salir de debajo de las piedras”.
Las “muy positivas” perspectivas de Otxandiano
El candidato de EH Bildu es Pello Otxandiano, natural del pueblo vizcaíno del mismo nombre y de 41 años. Ofrece un perfil técnico y deliberadamente reflexivo que ha plasmado en un libro que ha publicado en estos meses. Se especuló con una posible candidatura de Arnaldo Otegi, el coordinador de la formación y que ya fue el candidato en el pasado, con ETA activa. También brotaron en las quinielas los nombres de varias mujeres. Es la primera vez que el cartel de EH Bildu es un hombre. Euskadi nunca ha tenido una lehendakari mientras la vecina navarra encadena cuatro legislaturas con mujeres de tres partidos al frente. Una dirigente de la coalición admite que llegan a la campaña con mucha “ilusión” y con perspectivas “muy positivas”.
El PNV se presenta como voto refugio frente a una EH Bildu a la que no ve capaz de gestionar con solvencia. Insiste en que entre 2011 y 2015 lo que entonces se llamaba Bildu gobernó en Gipuzkoa y considera que los resultados no fueron satisfactorios. Pradales ha afirmado que de su gran rival llegan “ocurrencias” y no un programa serio. Se han llegado a escribir artículos sobre si las gafas de pasta que usa Otxandiano son también parte del 'atrezzo'. La coalición abertzale, por el contrario, se ha esforzado en exhibir perfil gestor. En la campaña se apoyará en sus alcaldes y cuadros locales y Otxandiano se ha dejado fotografiar con exconsejeros de Juan José Ibarretxe y Patxi López. Proceden de EA, de EB (la antigua marca de IU) o incluso del PSE-EE. En las listas se ha sumado el exmagistrado amenazado por ETA Manuel Díaz de Rábago. También llevan meses buscando un acercamiento al mundo económico. El ahora candidato era antes el gran ideólogo de la nueva izquierda abertzale, primero en Sortu y luego en EH Bildu, y ha participado en grandes procesos negociadores de la última época, como la reforma educativa o la ley contra el cambio climático.
Que ETA aparecerá en campaña se da por descontado. Así ocurrió en las municipales, forales y generales de 2023. El propio PNV y no solamente el PP reprocha a EH Bildu su pasado. “¿Dónde militaba Otegi hace cuatro décadas?”, ha preguntado de modo retórico Pradales. En el CIS de esta semana apenas diez de los 4.998 encuestados menciona ETA o el terrorismo como un problema en Euskadi, pero sigue muy presente en la agenda.
Los analistas de los partidos dan por hecha la victoria del PNV en Bizkaia y la de EH Bildu en Gipuzkoa, aunque aquí no se descarta que la fortaleza de la coalición abertzale le lleve a superar el 40% de votos. Así, los 25 escaños de Álava se convierten en decisivos. Por población, una veintena saldrán de Vitoria. Otxandiano y Pradales han arrancado su campaña en esta ciudad y separados por apenas 500 metros. Los unos en la plaza de Santa Bárbara y los otros en la Virgen Blanca, donde tienen sus oficinas. Otxandiano, de hecho, se presenta en las listas alavesas aun siendo vizcaíno. Esta circunscripción siempre ha sido la más volátil y también PSE-EE y PP tienen aquí depositadas más esperanzas de arañar escaños.
El PSE-EE busca su protagonismo y tiene la llave
Por primera vez desde 2009, las elecciones vascas no se celebran a la vez que las gallegas. Aquéllas ya se sustanciaron en febrero. Urkullu quiso estirar un poco más la legislatura aun siendo ya lo que en Estados Unidos se conoce como 'lame duck' o 'pato cojo' para aprobar leyes como las de lucha contra el cambio climático. En tres legislaturas, sin embargo, no ha logrado aprobar una norma de transparencia y Euskadi continúa como la única comunidad sin ella. En el PNV siempre quisieron separarlas de las europeas para generar un clima de debate puramente vasco. Los números confirman que a los nacionalistas no les va tan bien cuando los vascos votan en las generales o europeas, principalmente porque un sector de la población se suele movilizar para apoyar a fuerzas no abertzales.
Sin embargo, entre medias Pere Aragonès coló las catalanas el 12 de mayo. Y esos comicios sí tienen una lectura en clave española. El PNV es consciente de ello, como lo es de que un alto porcentaje de la ciudadanía vasca se informa de política a través de televisiones, radios o periódicos de Madrid. Pradales ha mantenido encuentros con ellos, ha convocado actos en la capital del reino y ha concedido entrevistas constantemente para tratar de aparecer también en esos espacios.
Recordando el pasado terrorista de ETA, dicen los socialistas vascos que EH Bildu continúa siendo un “lobo con piel de cordero”, en definición de un alto dirigente. No solamente consideran que no supone una contradicción con la estrecha relación que mantienen en Pamplona y en Madrid sino que se han visto respaldados por Pedro Sánchez, que ha manifestado antes de la campaña que la relación con el PNV es “estratégica” y que no caben otros experimentos. El presidente tendrá una primera incursión en la campaña este sábado y Andueza lo considera un gran “activo”. “Al fin y al cabo ganó las generales en julio”, recalcan en el PSE-EE. A partir de ahí, nacionalistas y socialistas mantienen en su argumentario dudas cruzadas sobre el futuro de la coalición con la que gobiernan Euskadi y las principales instituciones vascas que son tan improbables como infladas. Pradales insiste en que Sánchez es el que manda y no Andueza y que es un experto en cambiar de opinión –“como Santo Tomás, ver para creer”– y Andueza no descarta retóricamente que el PNV quiera experimentar un pacto en clave soberanista.
Las encuestas reflejan que no más de un cuarto de la población es independentista y que lo más corriente es sentirse tan vasco como español. Sin embargo, las fuerzas abertzales podrían superar con holgura los 50 escaños y rozarían los 60 de 75, según el CIS. Después del 'procés', el pulso soberanista en Euskadi se ha ralentizado. Si Urkullu llegó a lehendakari prometiendo una consulta que nunca se celebró, Pradales lleva en su programa un derecho a decidir “siendo su ejercicio pactado con el Estado”. El PNV está más cómodo reclamando nuevas competencias, como la Seguridad Social o la gestión de puertos y aeropuertos. Incluso EH Bildu, por boca de Otegi, ha dejado esta frase: “No alcanzaremos la independencia de un día para otro si no existen escenarios intermedios”. Técnicamente, apuestan por un modelo “confederal”. Ello lleva al PSE-EE a reivindicar que la campaña pase a hablar de “las cosas del comer”, de derechos sociales, de vivienda, de Sanidad o de transporte público. Creen que ahí pueden salir bien parados frente a un PNV desgastado en la gestión. “Me encantaría ensalzarlas, pero no lo puedo hacer”, dijo Andueza sobre las políticas de sus socios en el Gobierno de Urkullu.
Subida del PP, división en la izquierda
En la derecha, el PP comparece con el reto de romper seis ciclos electorales consecutivos a la baja. En 2020 concurrió en coalición con Ciudadanos y tras haber expulsado a Alfonso Alonso. El resultado dejó a aquel PP+CS de Carlos Iturgaiz con seis parlamentarios, cuatro del PP. Llegaron a cinco mediada la legislatura por un caso que Ciudadanos, que no se presenta ahora, calificó de “transfuguismo”. En la cocina del PP, cuyo candidato es un claro heredero político de Alonso, Javier de Andrés, confían en subir al menos a siete escaños y en regresar a la simbólica barrera del 10% de votos. Se sienten alentados por la tendencia alcista general del PP e incluso ven favorable un dato del CIS, que les da sin cocina un voto directo estimado del 4,9%, el doble que hace cuatro años. Alberto Núñez Feijóo, que también hará visitas desde el mismo inicio de campaña, ha dicho que ha apoyado un PP “de Euskadi” y no solamente un PP “en Euskadi”.
De Andrés está repitiendo mensajes sobre la necesidad de controlar las ayudas sociales, la fórmula que llevó a una polarización en Vitoria cuando la empleó Javier Maroto y que venía asociada a mensajes críticos contra los migrantes. Igualmente, alertan de problemas de inseguridad y, significativamente, el PNV ha empezado a colar también en su agenda propuestas contra la 'okupación' y de “tolerancia cero” hacia los delincuentes. Ambos partidos coinciden en que existe una franja fronteriza que podría decantar algunos escaños. A su derecha, Vox concurre con el reto de retener el único escaño obtenido hace cuatro años por Álava en un contexto de baja participación, pero no lo tiene garantizado. Santiago Abascal no es profeta en su tierra y la ultraderecha, de no sacar representación, se quedaría con un único cargo público en toda la comunidad autónoma. El PP entiende que no debe competir por esa bolsa de votos y que tiene que intentar presentarse como alternativa a un PNV que ve mimetizado con la izquierda.
Más complejo se presenta el panorama en la izquierda. Habrá dos papeletas. Por un lado, Podemos, la Alianza Verde de Juantxo López de Uralde y ahora también Recortes Cero con Miren Gorrotxategi. Por otro lado, Sumar, IU, Berdeak Equo y Más Euskadi-Euskadi Eraikiz (la marca local del partido de Íñigo Errejón) con Alba García Martín. Ni siquiera el riesgo cierto de que la división aboque a la desaparición a ambos bloques acercó un acuerdo. Nunca estuvo realmente cercano. La pujanza de EH Bildu reduce el margen de maniobra para el espacio al 6% de voto potencial frente al 15% que llegó a rozar en las autonómicas de 2016 y el 8% de 2020. En ese 6% no hay margen para que dos partidos tengan a la vez representación, ya que hay que superar un 3% en cada circunscripción para optar al reparto de escaños.
Los sondeos ofrecen mediciones imprecisas de lo que puede ocurrir, aunque con una ligera ventaja aparente para Sumar que aprovecha el hueco que históricamente ha tenido en la política vasca el PCE e IU, presente incluso en el Gobierno autonómico de la II República. Ambas partes se han conjurado para no hablar de sí mismas e intentar colocar sus propuestas, que salvo matices muy concretos son muy similares. Sumar, en todo caso, apela a su “utilidad” como fuerza que está en el Gobierno de España. Gorrotxategi, por su parte, cuenta en su haber con cuatro años como portavoz parlamentaria y los sondeos le han dado niveles altos de conocimiento y aprobación.