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Euskadi sigue vacunada contra la vía soberanista catalana

Asistentes al Alderdi Eguna del PNV, reivindicando la independencia

Aitor Guenaga

A cualquier observador de la política en Euskadi no se le escapa que una parte de la sociedad vasca ve con cierta envidia algunas de las cosas que han pasado en Catalunya en los últimos años. Las sucesivas movilizaciones multitudinarias en las Diadas los últimos 11 de septiembre, el poder llenar las escuelas de urnas para votar hasta en dos ocasiones sobre el futuro de esa comunidad autónoma… Casi de repente, en los balcones de algunas casas vascas han empezado a dejarse ver, sobre todo en los últimos meses, como el rojo y amarillo de las esteladas se hacía un hueco sin dificultad, junto a otras reivindicaciones como la exigencia de que los presos de ETA vuelvan a casa o el color amarillo de las pancartas de la plataforma Ongi Etorri Errefuxiatuak, en solidaridad con los refugiados.

En las fiestas de los pueblos este verano no era raro encontrarse esteladas colgando de los cuellos de los jóvenes en las verbenas y a cuadrillas enteras gritando lemas en favor de la independencia en la comunidad hermana mientras los katxis de ‘kalimotxo’ o cerveza pasaban de mano en mano. En las tres últimas semanas, Gure Esku Dago, la plataforma que lleva más de tres años haciendo “pedagogía política” en favor del denominado “derecho a decidir” en Euskal Herria, ha celebrado dos marchas multitudinarias en Bilbao con más de 30.000 personas en las calles -en cada una de las convocatorias- en apoyo al ‘procés’. En la última de ellas, se ha visto una imagen inédita en los últimos años: los líderes de EH Bildu y PNV, Arnaldo Otegi y Andoni Ortuzar, respectivamente, compartiendo la calle y juntos para que los fotógrafos inmortalizaran. Los viejos del lugar recordaban aquella otra instantánea de Xabier Arzalluz y el propio Otegi, entonces juntos en favor de la vuelta de los presos etarras a Euskal Herria, en plena estrategia de acumulación de fuerzas nacionalista a finales de los años 90, al calor del Pacto de Lizarra.

¿Son todas esas realidades, tomadas por separado y sin aparente conexión, las piezas de un mismo puzzle que revelan cierto grado de contagio, aunque sea aún muy tímido, de la estrategia independentista catalana?

“Lo que está ocurriendo en Catalunya acabará o no ocurriendo en Euskadi en función de cómo se resuelva el asunto allí”. Quien hace esta reflexión es el doctor en Ciencia Política Óscar Rodríguez. Para este politólogo, en su día parlamentario del PSE-EE y ahora desligado de la vida interna de esa formación, “si la Generalitat sigue sin dar un paso atrás y una parte de la sociedad sigue saliendo a la calle a darle cobertura, si el Gobierno del PP termina suspendiendo la autonomía catalana y, además, tenemos algún nuevo episodio de violencia, el cóctel está servido”, añade Rodríguez.

Para este politólogo, es precisamente esa “carga emocional” y el hecho de que la bomba política catalana tenga una “mecha muy larga”, junto a todas las circunstancias que él mismo ha apuntado, lo que podría hacer que “la explosión sea brutal”. Y que la onda expansiva acabe alcanzado en parte a la realidad política vasca.

Javier es un funcionario del Gobierno vasco con más de 50 años. Ha pasado por votar a la izquierda abertzale, el voto nulo con una papeleta en la que ponía “independentzia” o a meter la papeleta de Podemos en alguna ocasión. Hace unas semanas se compró un par de esteladas que ya cuelgan en la ventana de su domicilio. Y lanza esta pregunta: “¿Por qué apoyo a la Catalunya actual en sus derechos de poder independizarse, de hacer un referéndum con garantías, no como el que el Estado español no dejó hacer el pasado 1 de Octubre? Pues, es muy claro. En mi ventana hay una estelada, símbolo independentista catalán con el que me identifico, la cual no quitaré hasta que el Estado español tome una determinación coherente y no fascista como las que ha venido tomando hasta ahora. Esta estelada quiere decir que la Independencia de cualquier pueblo debiera ser posible incluso aunque no esté contemplado dentro de una constitución que no aprobó todo el Estado, y menos dentro de nuestro pequeño Euskadi. Y la tengo, porque mi papel actual es el de apoyar a un pueblo al que no le dejan ejercer uno de sus derechos fundamentales”.

Como muchos otros -más del 20% de la población según diferentes encuestas-, Javier sueña con un “referéndum de autodeterminación para Euskal Herria” que, “un día no muy lejano pudiéramos pertenecer a esa Euskal Herria independiente y nuestra, aunque sé que se trata de una ilusión muy difícil de conseguir en un mundo totalmente globalizado, en el cual, la mezcolanza de cultura, idioma, raza,… es el futuro”, admite.

Hay datos objetivos que permiten sostener la falta de mimbres, hoy por hoy, de la estrategia diseñada hace ya tres años en favor del derecho a decidir por parte de la plataforma Gure Eusku Dago. Por ejemplo, en las 91 localidades en donde se han realizado en estos años consultas –con preguntas diferentes muchas veces, pero todas con el derecho a decidir como telón de fondo- la iniciativa no ha sido mayoritaria.

Ninguno de esos municipios es ni Vitoria, Donostia o Bilbao, las tres capitales, lo cual demostraría la limitada capacidad del movimiento, asentado sobre todo en miles de voluntarios de obediencia prioritariamente abertzale. O, al menos, evidenciaría el gradualismo –palabra talismán en estos momentos en los sectores independentistas catalanes más reacios a declarar ya la independencia de manera unilateral- de su estrategia. Y los resultados, con participaciones muy dispares según el municipio, demostrarían en muchos casos el paralelismo entre los votantes que apoyan a partidos abiertamente independentistas (EH Bildu), con los apoyos logrados por esa coalición soberanista por ejemplo en las últimas elecciones municipales, celebradas en 2015.

Por ejemplo, en las 34 localidades de Gipuzkoa (y una en Bizkaia) donde se celebraron consultas el pasado 19 de marzo, si tomamos las nueve más pobladas –Astigarraga, Hernani, Errenteria, Oiartzun, Pasaia, Lezo, Ibarra, Tolosa y Villabona- los resultados en favor a la independencia son prácticamente calcados a los obtenidos por la coalición independentista en 2015: 23.243 de votos logrados en esos nueve municipios por EH Bildu y 23.227 en favor de la independencia.

“Estamos dando pasos favorables y trabajando para toda la ciudadanía; y el debate y la pedagogía en torno al derecho a decidir se están extendiendo de forma natural y significativa. Ciertamente, esa es la base de nuestros retos”, se ha resaltado desde la plataforma impulsora de las consultas. Pero también con una dosis de realismo en sus filas al admitir que, pese a ver que “los ciudadanos nos estamos empoderando, y seguiremos haciéndolo”, es indispensable “ampliar los consensos” políticos si se quiere “llegar a decidir sobre el futuro político de Euskal Herria”.

La limitada autocrítica de Otegi

Si en el aspecto de movilización social no hay espejo que aguante la comparación –los millones de catalanes que han salido a las calle durante las últimas Diadas, sin perder fuelle, no tienen su paralelismo en Euskadi-, en lo político el PNV –que vendría a representar a la extinta CIU- y, sobre todo, el lehendakari, Íñigo Urkullu, han defendido su propia vía basada en el diálogo, el acuerdo entre diferentes y la bilateralidad. “Consulta sí, pero legal y pactada”, repiten en Lehendakaritza y en Sabin Etxea, justo antes de que la ponencia parlamentaria de Autogobierno arranque sus trabajos para elaborar la propuesta de nuevo Estatuto vasco, una vez que Elkarrekin Podemos ya ha registrado su propuesta. Fuentes parlamentarias creen que “hay mimbres” para triangular un documento que descanse en una mayoría formada por PNV, Elkarrekin Podemos y el PSE-EE, pese a la distancia que existe en materia de “derecho a decidir” y su reconocimiento. Algo que será aprovechado por los independentistas de EH Bildu para introducir una cuña en ese intento de mayoría parlamentaria aún en estado muy embrionario.

Lo que sí ha puesto de manifiesto la vía catalana hacia la independencia es que quienes durante 50 años apoyaron una vía político militar con el terrorismo de ETA como vanguardia de ese movimiento y con cerca de 860 personas asesinadas asisten desde la perplejidad a lo que ha pasado en Catalunya desde la sentencia sobre el Estatut en 2010 del Tribunal Constitucional. Incrédulos y con una gran dosis de envidia, han visto el plano secuencia de lo ocurrido allí, una película independentista basada en un movimiento social que ha sido capaz de arrastrar hacia el independentismo a partidos como CIU que hasta hace bien poco denostaban o criticaban abiertamente esa estación término. Y todo en apenas seis años.

Otegi lo admitía con la boca pequeña recientemente en una entrevista en Radio Euskadi. Y de manera tímida y con circunloquios afirmaba: “Pues sí. No es solo una única persona quien lo dice. Es algo muy a tener en cuenta y algún día me extenderé sobre ello. Pero ahora no me lo voy a plantear de manera prudente y algún día me extenderé en esta reflexión porque creo que Catalunya está haciendo una gran contribución en el sentido que usted pregunta y que es que la estrategia que algunos planteamos tendría que variar y construir otro tipo de estrategia más eficaz. Desde posiciones democráticas y pacíficas se está demostrando que esto es más eficaz que otro tipo de estrategias, al menos en este contexto histórico”.

De momento, EH Bildu sigue encadenada a la estrategia de ‘catalanizar’ la política vasca y su última aportación política es recuperar su reivindicación de territorialidad. La idea es construir una “República Confederal de Euskal Herria”, con Navarra, País Vasco y las tres provincias del País vasco francés. En el caso de Euskadi, la vía vasca hacia la independencia se basaría en un pacto inicial en la ponecia de Autogobierno y una consulta habilitante, como ha defendido en algún momento el PNV. Si el Estado no lo acepta, EH Bildu sería partidario de proclamar de manera unilateral esa república al margen de la legalidad española.

“El independentismo de izquierdas está preparado para liderar el país junto a otra fuerzas sociales, sindicales y políticas, hacia un escenario de creación y espacio soberano, en el que la ciudadanía sea la que decida cómo viven y de qué manera organiza su modelo social, económico y político”. Aunque Otegi sabe que en ese camino su aliado más evidente lo tiene en el campo sindical (y no en el político), con una central mayoritaria como es ELA -en guerra con el PNV y, sobre todo, con el Ejecutivo vasco-, volcada en la estrategia soberanista desde que en 1997 dio carta de naturaleza a la defunción del Estatuto de Gernika. Fue su secretario general de entonces, José Elorrieta, quien proclamó precisamente en una acto del sindicato en Genika que “El Estatuto ha muerto”.

No ha llovido nada desde entonces.

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