Se le atribuye a Fraga Iribarne aquella frase, un tanto chusca pero real como la vida misma, que advertía de que “la política hace extraños compañeros de cama”. Mariano Rajoy -y antes que él lo consiguió José María Aznar- ha sido capaz de llevar a la derecha española hasta una mayoría absoluta que le permite gobernar sin mirar de reojo a nadie (salvo a Angela Merkel), aunque sea para incumplir viernes a viernes en el Consejo de ministros el programa electoral con el que cosechó más de 11 millones de votos en los pasados comicios generales. Pero no todos están descontentos con las políticas unilaterales impulsadas por el presidente Rajoy. De hecho, la patronal española CEOE y sus diferentes sucursales autonómicas han aplaudido a rabiar la reforma laboral aprobada el 10 de febrero de 2012, una legislación que ha modificado las reglas de juego -ya bastante desequilibradas- que han regido las relaciones entre los empresarios y los sindicatos y los trabajadores de este país en los últimos años.
Lo que Mariano Rajoy no podía ni sospechar es que su reforma laboral iba a deparar “extraños compañeros de cama” en el sindicalismo vasco. Según se iba a acercando la fecha del 7 de julio, fecha límite para que decenas de miles de trabajadores vascos vean como sus convenios decaen por la aplicación de la reforma laboral y con ellos buena parte de las condiciones laborales de las que han disfrutado en los últimos años, ha surgido un nuevo bloque sindical en Euskadi formado por LAB, CC OO y UGT. Y para hacer frente a esa situación, esta nueva mayoría sindical ha ensayado su nueva estrategia en el Metal. Han planteado huelgas conjuntas al margen de la estrategia de ELA de llevar el centro de la negociación a las empresas, en vez de defender un convenio provincial o sectorial. E incluso han presentado a la patronal plataformas conjuntas para arrancar acuerdos antes de la fecha tabú de julio.
En estas dos semanas hemos visto instantáneas inusuales en las calles: las banderas de LAB, junto a las de CC OO y UGT en las manifestaciones. Unai Sordo y Raúl Arza compartiendo pancarta y fotografías con Ainhoa Etxaide, secretaria general del sindicato abertzale LAB, en la manifestación de Bilbao. Los tres con un mismo discurso y los tres críticos con la deriva de la central mayoritaria en un momento en el que la “unidad sindical” es considerada fundamental para poner pie en pared frente a la reforma laboral.
Pocos dudan de que las inaplicaciones de los convenios y el fin de la ultraactividad -consecuencias directas de la reforma- van a modificar a la baja las condiciones de trabajo de los asalariados y a suponer una merma de los actuales salarios. De ahí que las patronales vascas, sin rubor y con los medios de comunicación invitados a sus jornadas de explicación de lo que a su juicio supone la reforma laboral, hayan aconsejado a sus afiliados esperar a que pase el 7 de julio para acordar las nuevas condiciones laborales en sus empresas. “Todo va a ser posible, lógicamente respetando la legalidad vigente, y para ello vamos a poder contar con la posibilidad de adoptar las decisiones unilaterales que otorga el artículo 41 del Estatuto de los Trabajadores”. ¿Se puede decir más claro?
El sindicato que dirige Txiki Muñoz tampoco se ha quedado de brazos cruzados. En su último congreso, celebrado el pasado 23 y 24 de enero, la central mayoritaria ya había intuido que la reforma laboral que para entonces preparaba el gabinete Rajoy iba a suponer una modificación radical de la negociación colectiva. La próxima semana, el 4 de julio, la central mayoritaria de Euskadi celebrará sus congresos federales en los que el sindicato pasará a tener tres federaciones, frente a las cuatro actuales. ELA Industria eta Eraikuntza Federazioa, la todopoderosa federación que intrega al Metal, Construcción y los sectores industriales que estaban antes en la disuelta Hainbat. El peso de la afiliación en esta macro federación alcanza casi el 44% del total, frente a las otras dos federaciones que ya existían: ELA-Zergbitzuak (servicios privados), con un 25,63%, y ELA-Egizan (servicios públicos), con el 30,40% de la afiliación total.
Desde el sindicato de Txiki Muñoz se admite que la reforma laboral ha obligado a reestructurar el sindicato. No es la única razón, puntualizan, pero subrayan que esa adaptación busca responder eficazmente a los cambios que implican una reforma y una negociación colectiva que solo buscan “facilitar a la patronal la destrucción de empleo, bajar los salarios y empeorar las condiciones de trabajo”.
Desde CC OO se señala que detrás de la apuesta de ELA por llevar la negociación a las empresas se esconde también una “campaña publicitaria para captar clientes”, como señalaba Unai Sordo en un artículo publicado en su blog. Y siempre será más fácil sumar afiliación con una acción sindical pegada a la empresa, aunque esa estrategia no implique blindar mejor frente al convenio sectorial o provincial, a juicio del líder de Comisiones en Euskadi.
A nadie se le escapa que el socio natural de LAB en Euskadi a la hora de defender un marco vasco de relaciones laborales sigue y seguirá siendo ELA. Y tampoco es la primera vez que la unidad de acción entre ELA y LAB se ve mermada. Pero esta suma de siglas coyuntural en el sindicalismo vasco nacida al calor del rechazo a la reforma laboral puede tener continuidad en el tiempo, porque la aplicación de las nuevas condiciones laborales no va a ser mimética. Y algo termina el próximo 7 de julio, pero no se acaba la respuesta que desde los sindicatos se va a seguir dando en las calles, en los centros de trabajo, en la mesa del diálogo social que convocará el Gobierno vasco y en las negociaciones con la patronal.