“¡Portera! ¡Portero! Que a mi amigo le gustas. ¡Danos tu teléfono!”. Esos fueron algunos de los comentarios tránsfobos que tuvo que soportar Izaro Antxia, jugadora del CD Guerizo. Aquel día tuvo que jugar como portera y, a los pocos minutos de comenzar el partido, un grupo de hombres comenzó a proferir insultos contra ella. Acompañada de varias compañeras y del árbitro, acudió a decirles que se callaran, pero cada vez que el balón se acercaba a ella, empezaban a imitar sonidos de monos. “Seguían en las mismas, así que le dije al árbitro que parara, que yo no seguía; me quité los guantes y cogí el móvil para llamar a los municipales”, explica. A su llegada, algunos de los hombres huyeron, mientras que el resto dejó de insultar.
La historia se remonta a una semana antes. Jugadoras del equipo contrario la tomaron con ella y empezaron a mofarse. “Yo cubro al chico, yo cubro al chico”, decía alguna de ellas. Ante esa situación, Izaro interpuso una queja ante la organización del Mundialito —el torneo del que forman parte estos partidos— que avisó a todos los equipos. “Justo después de denunciar la situación y lanzar ese comunicado, resulta que, curiosamente, vuelven a insultarme, lamenta. Fue una situación de acoso y derribo contra mí”. La casualidad le resulta muy rara.
“Cuando se trata de fútbol femenino, todo vale”
“Actitudes como esta son problema de toda la sociedad”, asegura. “Yo soy jugadora de fútbol, pero estoy federada en triatlón, ciclismo y atletismo, y en ninguno de esos deportes, en ningún momento, he recibido ni una sola burla, queja... Tampoco cuando jugaba a fútbol sala. Nada en absoluto”, explica. “El problema—prosigue— es que muchas veces el fútbol es el escaparate para ese tipo de actitudes. Y ya, cuando se trata de fútbol femenino, está visto que todo vale. Como somos unas pobres que van a jugar ahí porque no tenemos otra cosa que hacer, muchas veces increparnos es lo más fácil. 'Mira, ya que están las chicas jugando aquí, voy a venir y hacer gala de mi machismo y de mi tontería', deben de pensar”.
En abril de 2016, Izaro se convirtió en la primera jugadora transexual federada de fútbol sala en Euskadi. “Salvo un incidente puntual con una jugadora en concreto, que se disculpó, no había tenido más problemas hasta ahora”, asegura. “Lo de ahora no sé si es algo orquestado o que simplemente se han juntado ahí, han visto a alguien grande y con la voz grave y se han puesto a atacar —duda—. Son unos machistas redomados que se creen con la potestad de increpar e insultar a una persona solo por salirse de la norma que para ellos dicta cómo tiene que ser una mujer, alguien que juega a fútbol femenino”. Por si fuera poco, los hombres que proferían los insultos iban acompañados de menores. “Vaya ejemplo les están dando a los jóvenes...”, lamenta.
“Se juntan en estos casos dos factores determinantes: los tontos y el tiempo libre”, asegura. Aun así, pese a estos incidentes, afirma que dentro del mundo del fútbol siempre ha encontrado apoyo: “He tenido siempre unas compañeras de lujo, no me puedo quejar. Y en este caso, la organización, con un comunicado impecable, también me ha ayudado. Yo he tenido oportunidad de hacer frente a esta gente y sacarla a la luz, pero, por desgracia, habrá otras personas que no la tendrán y habrán de pasar un calvario por gente como esta, tanto en el deporte como en la vida”. Como rezaba la denuncia hecha por Izaro en redes sociales: “Una demostración más de que el mundo y la sociedad no permite a las mujeres estar en un campo de fútbol en las mismas condiciones que el resto... Increíble que estemos en el siglo XXI y sigamos sufriendo a tíos que parecen salidos de la era en la que los dinosaurios dominaban la tierra”.