Una de las respuestas habituales del Servicio Vasco de Salud (Osakidetza) a las denuncias de filtraciones de los exámenes de las oposiciones médicas de 2018 para beneficiar a candidatos muy concretos ha sido que no existen “elementos objetivos” para probar esas irregularidades. En Traumatología, como en otras categorías, en la difícil prueba de casos clínicos prácticos sobresalieron entre una media de notas medias o bajas un grupo de opositores con exámenes sobresalientes o directamente perfectos. En ese contexto, en las declaraciones recabadas por Osakidetza en la investigación interna, un miembro del tribunal, el responsable de la especialidad en Basurto, Enrique Uriarte, aportó un detalle. Pero los investigadores luego no lo recogieron en su informe, que dio pie a que se concluyera que aquí tampoco había pruebas de 'pucherazo'. Uriarte indicó que, al corregir esos exámenes perfectos, apreció que eran como “fotocopias” los unos de los otros y que, además, “se aproximaban una barbaridad a la exposición inicial del caso” que tenían ellos como plantilla para corregir.
Los comisionados de Osakidetza para investigar los exámenes de Traumatología, Lierni Lekuona y Luis Javier Ronco, iniciaron su interrogatorio a Uriarte preguntándole si le parecía extraño que un grupo concreto de candidatos sacaran notas tan elevadas y distanciadas del resto, también facultativos en ejercicio y de larga trayectoria como los primeros. No en todos los casos, además, esa brillantez venía precedida de un examen teórico tan bueno. Su respuesta fue clara: “Y si se hiciera una distribución geográfica llamaría más la atención. Pero vamos a dejarlo”.
Se refería el testigo a que, entre los opositores sobresalientes, había una inusual concentración por hospitales, coincidente en algunos casos con la procedencia de los miembros del tribunal. Es el caso del pequeño hospital de Mondragón, con cinco aspirantes y cinco grandes notas, algo que ya predijeron los anestesistas denunciantes de las filtraciones, Marta Macho, Manoel Martínez y Roberto Sánchez, con un acta notarial firmada antes de la celebración de los exámenes. Sus colegas de Basurto, en cambio, acabaron en el “quinto coño” en el 'ranking' de notas. El mejor, un médico al que califica de “cerebrito”, ocupó el puesto 29. “¿Qué pasa, que algunos sitios son todos tontos?”, se pregunta en voz alta.
Uriarte, con una claridad que no se recoge en el informe de conclusiones que luego, según la propia Osakidetza, quiso ser la “base” de la investigación de la Fiscalía, explica con rotundidad que el motivo de estos resultados tan peculiares son las filtraciones selectivas. “Las circunstancias siempre son las mismas y, mientras Osakidetza no se invente otro sistema, la gente llevará el agua a su molino”, asegura sobre sus colegas del tribunal, jefes de servicio o de sección de otros hospitales que ansían colocar a sus residentes y retenerlos en sus equipos.
Como ya antes comentó un vocal del tribunal de Cardiología que denunció estas mismas prácticas, Ángel Loma Osorio,
Uriarte siente que no es el más popular en su hospital, ya que aparentemente los opositores de Basurto aspiraban a participar también del reparto o, al menos, a no verse perjudicados. “Es Enrique el que ha quedado de malo”, protesta hablando de sí mismo en tercera persona. Y pone como ejemplos algunos comentarios que le han hecho: “Enrique no nos ha dado nada”, “¡Menudo jefe tenemos!” o “¿Se va a dar algo y tú no nos ha dado?”. Y añade: “Soy el malo de la película, pero tengo la conciencia tranquila. Yo no he filtrado nada [...]. Si hubiera habido acuerdo, [los míos] habrían sacado 100. Pero yo estoy sentado aquí con la conciencia tranquila. No he filtrado”.
Uriarte explica que ya advirtió de antemano del “riesgo” de 'pucherazo', exactamente como al parecer ha funcionado siempre Osakidetza. “Ocurrió en otras OPE, sólo que ahora estaba todo el mundo advertido de que los tiempos no eran los de antes”, opinó. En ese sentido, el Sindicato Médico de Euskadi realizó una reflexión similar cuando estalló este caso: “Ya en 2011 el SME denunció el caso haciendo públicas las gráficas de los resultados de algunos exámenes que ya mostraban una distribución irregular. Pero eran otros tiempos y el tema de la 'corrupción' no estaba tan de moda como lo está ahora. A nadie le interesó en aquel entonces. Ni a los medios, ni a los partidos políticos, ni a Osakidetza y ni tan siquiera a los propios médicos”.
El testigo entiende que “fue una satisfacción” que la parte teórica, al menos, “viniese hecha” y no quedara en manos del tribunal. Lo llamativo para él es que, pese a los avisos, la filtración de la práctica fuera tan exagerada, plagada de notas sin fallos. En vez de pasar “una parte” del examen o hacerlo “con moderación”, lamenta que fueran a bordar el examen: “Yo saco un 100 y que sea lo que Dios quiera”. Eran exámenes “de puñetera madre”, llega a decir una de las personas que tuvo la ocasión de corregirlos.
Se da la circunstancia de que la secretaria del tribunal, Belén García Sobrón, acudió a su declaración acompañada de “los ejercicios prácticos realizados por las personas concurrentes al proceso de selección” y consta en el informe de Lekuona y Ronca que se hicieron fotocopias de ese material. Sin embargo, en el informe de conclusiones realizado por Osakidetza y enviado a la Fiscalía no se hace ningún análisis sobre los exámenes a pesar de las acusaciones vertidas por Uriarte de que eran un calco y que, además, se parecían también a la plantilla con las respuestas correctas.
En su declaración, Uriarte también cuenta una “anécdota” personal sobre el carácter sistémico y generalizado de las filtraciones en las oposiciones médicas de Osakidetza, un fenómeno que va mucho más allá de su especialidad. Una de sus hijas, también facultativa, se presentó a dos exámenes de dos categorías distintas. “Por los pelos no ha aprobado ninguna de las dos. Pero no era su OPE. Es lo que había que oír”.