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Francia tapona el tránsito de migrantes, que vuelven a dormir en la calle junto a la frontera de Irún

Control de la Policía Nacional francesa entre Irún y Hendaya

Iker Rioja Andueza

20 de noviembre de 2020 21:56 h

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Entrar a Europa por el sur es una odisea para miles y miles de migrantes año tras año. Pateras, mafias o concertinas son solamente algunos de los obstáculos con los que se encuentran y no todos consiguen su objetivo. Lo que muchos de ellos no esperan es que su aventura se trunque en otra frontera, en este caso la del norte de España. En el paso entre Irún y Hendaya, aparentemente un paradigma de las libertades del espacio Schengen, existe un muro invisible para quienes quieren emprender una nueva vida en Francia o en otro país europeo. Lleva ocurriendo al menos cinco años, justamente desde que Francia elevó la alerta antiterrorista por los atentados en París. En 2020, las restricciones a la movilidad motivadas por la pandemia solamente han hecho que se visibilice más la presencia policial allí donde el reino se convierte en república y ahora que crece el flujo migratorio los controles están yendo a más.

El incremento de entradas registrado recientemente en Canarias o en Andalucía ya se está notando en las calles de la zona fronteriza, hasta el punto de que algunas personas duermen al raso. La red ciudadana Irungo Harrera Sarea, que ha atendido ya a 15.000 personas en los últimos dos años, ha instalado unas tiendas de campaña frente al albergue de Cruz Roja para denunciar que no hay alojamiento para todos los que lo necesitan. Ese albergue, en el que nadie quiere hacer comentarios, está ubicado en un polígono industrial sobre una loma de las afueras de Irún. Se llega allí gracias a unas huellas de color verde acompañadas del logotipo de la organización que han sido instaladas por los voluntarios de Irungo Harrera Sarea.

En la zona hay un fuerte olor a pintura y se escucha el trajín de una empresa maderera cercana. Tras un contenedor verde en el que se lee “Madera Viernes” duermen todavía a mediodía varias personas. La tienda está cerrada pero les delata el calzado en la puerta, un gesto habitual de los musulmanes. Junto a las tiendas hay alguna mascarilla usada y cartones de leche como únicos víveres. No es una imagen nueva en Irún, ya que hace dos años era habitual que grupos de migrantes se apiñaran para descansar en el pequeño cobertizo del aparcamiento de motocicletas de la estación de trenes. Entonces como ahora los controles policiales franceses les impedían seguir el viaje. Se han hecho devoluciones en caliente en pleno corazón de Europa. Se han grabado imágenes de vehículos de las autoridades francesas entrando en territorio español para expulsar a migrantes interceptados. En paralelo, la Policía Nacional española ha desarticulado en estos años mafias que se valían de estas dificultades para lucrarse de quienes querían cruzar.

El Topo es como se llama al tren de cercanías de Euskotren que une Donostia con Irún y cuya última parada entra unos metros en suelo francés, hasta la estación de Hendaya, conocida históricamente por ser la que reunió a Hitler y a Franco en octubre de 1940. La de Belaskoenea es la parada más próxima a la Cruz Roja. Está en la trasera del cuartel de la Guardia Civil. De Belaskoenea a la puerta de entrada al Hexágono hay apenas tres paradas. Son Colón, Ficoba y Hendaya. Dos jóvenes de 17 años con mochila analizan las máquinas expendedoras. “¿Éste es el que va a Francia?”, pregunta el que viste una cazadora con una gran bandera Noruega en el pecho. La pareja, que no quiere dar su nombre ni salir en imágenes pero que no miente sobre su edad, es de Guinea–Conakry. “Llegamos ayer”, cuentan sobre su estancia en la zona fronteriza. Accedieron a su sueño por Ceuta. Tuvieron que saltar. El convencimiento de que les espera un seguro control policial al llegar a la terminal les desanima de gastarse los ahorros en un billete. Se dan media vuelta y optan por aprovechar una comida caliente en Cruz Roja.

Más en el centro, en un rincón llamado Parque de las Sirenas, en la calle de la Aduana, las maletas a rebosar delatan a otro grupo amplio de migrantes. Uno de ellos enseña un folio arrugado con un billete de Alsa procedente de Sevilla. Expresan en francés que no quieren hablar mucho más sobre su situación. No lejos de allí, en el Paseo de Colón, otro grupo de tres veinteañeros valora sus posibilidades. A pocos metros, frente al Ayuntamiento y bajo unas pérgolas, es ya una tradición que Irungo Harrera Sarea atienda a los migrantes en una pequeña mesa plegables de madera.

La ruta hacia Francia –una de ellas– lleva a Ficoba, el recinto ferial de Irún. Este viernes acoge la primera OPE para personas con discapacidad de Gipuzkoa. En una pequeña zona comercial aneja languidecen unos comercios pensados para vender tabaco y productos españoles baratos a clientes franceses que ya no existen. Desde aquí ya se ve el cartel de bienvenida a Francia al otro lado del puente de Santiago sobre el río Bidasoa. Una furgoneta de la Gendarmería para a todos y cada uno de los vehículos que pasan por ahí, como el viejo camión Scania matriculado en Murcia en 1989, aunque la Ertzaintza informa que la movilidad transfronteriza ha caído considerablemente en estas semanas de segundo estado de alarma. En el recientemente restaurado puente de la Avenida, otro control. Una pareja uniformados de la Policía Nacional se baja de su Kangoo para pedir salvoconducto a los pocos paseantes que quieren cruzar. Al otro lado espera un confinamiento total.

Explican fuentes policiales españolas que la vigilancia es tal que incluso quienes consiguen colarse son perseguidos ya dentro de Francia. Esta semana uno grupo de migrantes ha sido interceptado cuando ya habían llegado a Burdeos, a 216 kilómetros de la muga. En Baiona, el albergue ha cerrado sus puertas por las restricciones del coronavirus. Desde Irungo Harrera Sarrera explican que el incremento de las entradas en el sur se traducirá próximamente en un mayor tapón en el norte. “Se va colapsando el sistema abajo y suben hacia arriba. En las próximas semanas esto irá a más”, explica un portavoz de la organización, que recuerda que “ahora empieza el frío” y que otros años el problema de dormir en la calle ha sido menor porque el tapón se daba en los meses de verano.

“A corto-medio plazo tenemos un drama humanitario a la vista. Francia nos devuelve a personas incluso a más de un centenar de kilómetros”, coinciden desde el sindicato SUP de la Policía Nacional, que tiene comisaría en Irún, en cuyo exterior aparcan dos patrullas rotuladas como de “Fronteras”. Desde el sindicato policial preguntan: “¿Qué capacidad tienen las ONG para seguir cubriendo las necesidades de estas personas?”. “Instamos al Ministerio del Interior y a la Delegación del Gobierno en el País Vasco a que pongan medios para evitar que llegue ese momento. La inmigración no es un problema del País Vasco o de España, es europeo y tendría que tener una respuesta de nivel europeo”, añaden. “Para nosotros, que tenemos papeles y somos blancos, es difícil pasar ahora mismo. Imagínate para ellos”, razonan en Irungo Harrera Sarea.

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