Carlos siempre fue un estudiante de matrícula de honor, lo que le llevó a recibir una beca para estudiar ingeniería naval en Moscú. Comenzó su preparación en ruso, hasta que un día comentó en casa que era incapaz de conciliar el sueño, puesto que oía voces continuamente y se notaba muy alterado. Este fue el paso previo a “un rosario de visitas a profesionales médicos” que finalmente le diagnosticaron “esquizofrenia paranoide simple”, una enfermedad que “truncó sus expectativas de por vida”, cuenta su hermana, Elena Fernández.
Y es que para las personas con enfermedad mental resulta “mucho más dañino el estigma social que acarrea su trastorno que la propia afección”, asegura María José Cano, gerente de Fedeafes (Federación de Euskadi de asociaciones de familiares y personas con enfermedad mental). “Los pacientes cuentan con una doble dificultad, ya que no solo tienen que enfrentarse a los síntomas de su enfermedad que, una vez que se conocen y controlan, se pueden tratar, sino también al estigma existente en la sociedad”, explica. “Una realidad que deriva en el autoestigma, ya que al final los pacientes acaban creyéndose el rol que erróneamente les viene impuesto de que no sirven para nada”, dice la gerente.
Con el objetivo de dar a conocer los errores que aun perviven en el imaginario social, Fedeafes ha elaborado un estudio sobre la realidad del estigma social entre las personas con enfermedad mental en la CAPV. La federación, dividida en cuatro asociaciones que aglutinan a 3000 familias representantes de más de 9000 personas afectadas, ha presentado las conclusiones del informe en Bilbao, dentro del cual se engloban algunas confesiones de los propios pacientes. “La gente piensa que somos peligrosos, pero no es así”; “Somos gente buena que se siente mala”; “Yo en una entrevista de trabajo no lo diría”; “Se nos ve como una amenaza, por eso nos rechazan”, son algunas de las frases recogidas en los diversos talleres de trabajo con pacientes organizados por las asociaciones.
En palabras de la gerente, “estas declaraciones se deben al sentimiento de culpabilidad que experimentan a consecuencia de la estigmatización en la que viven continuamente”. “Todas estas personas se topan con los prejuicios y el miedo de los demás que dificultan la inclusión social y empeoran su evolución”, detalla. Asimismo, se dan diferentes grados de estigma en función del diagnóstico. “Socialmente los trastornos más comunes como una depresión están más aceptados, pero cuando hablamos de enfermedades mentales graves como puede ser la esquizofrenia o bipolaridad el rechazo perdura”, asegura Cano.
El estigma se extiende a las familias de los afectados
En este sentido, no son solo los afectados quienes sufren la estigmatización de su enfermedad, los familiares también sienten el rechazo de una sociedad que por desconocimiento recae en los prejuicios. “La gente tiene la imagen de un loco en una película y por eso les rechazan. En nuestro caso, los amigos no entendieron sus circunstancias, por lo que se produjo un aislamiento”, cuenta Elena, quien reconoce que todos los miembros de su familia tuvieron que acudir al psicólogo para entender el alcance de la enfermedad de su hermano y aprender a convivir con ella.
Del mismo modo, las conclusiones del estudio muestran que muchos allegados al paciente sienten que “el resto de la sociedad no les ve como personas”. “Sus miradas y comportamientos están condicionados viendo la enfermedad antes que a la persona”, argumentaron los familiares en los talleres, entre los que algunos también pensaban que “contarlo a los amigos solo sirve para conseguir que ya no le miren como antes”, por lo que se da “una clara ocultación del problema por miedo al rechazo”, han explicado en la presentación.
Propuestas para acabar con el estigma social
Desde la Federación aseguran que “el estigma es algo que hay que abordar desde todos los ámbitos”. Por ello, solicitan a la Administración que haga “una apuesta por el colectivo en todas las áreas sociales para mostrar la importancia con iniciativas de sensibilización”, así como “instaurar políticas que favorezcan la contratación de estas personas y aseguren el mantenimiento de sus puestos de trabajo”, entre otras propuestas. Por su parte, también denuncian “los titulares morbosos de muchos medios de comunicación” y piden su colaboración para “erradicar cualquier vinculación sensacionalista de la enfermedad mental con episodios de violencia”.
Fedeafes recalca que “las personas con enfermedades mentales se pueden recuperar con un tratamiento y apoyo adecuado”. Por ello consideran “muy importante prestar atención desde áreas tanto sanitarias como sociales a estas personas y sus familias para que estén debidamente atendidas y que no se produzcan abandonos”.
En el caso de Carlos, con apenas dieciocho años, tuvo que abandonar su sueño de seguir estudiando pero, gracias al altruismo de una empresa que comprendió su situación, se le dio la oportunidad de trabajar durante veinte años, hasta que una recaída lo apartó definitivamente de la vida laboral. A pesar de ello, “ahora cuenta con su jubilación y, aunque siempre necesitará la medicación, es bastante independiente”, dice Elena. “Desde que se le detectó la enfermedad, mi hermano ha necesitado a alguien que le sostenga continuamente. Hemos tenido la suerte de encontrar a personas que han sabido comprender su situación sin juzgarlo, pero los estereotipos de la sociedad todavía cierran puertas a mucha gente que con el tratamiento adecuado podría llevar una vida normal”, asegura.