En 1847 abrió sus puertas el hotel Quintanilla, el más lujoso sin duda de Vitoria y uno de los mejores de la España isabelina. Su majestuosidad aún se intuye en una de las cuatro esquinas entre las calles de Eduardo Dato y San Prudencio, la que durante casi un siglo ha exhibido la cartelera de los cines y teatros de la zona. En el establecimiento se hablaba inglés y francés y tras el gran portón de acceso, donde se ubica el actual bar Casablanca, había un espacio para el estacionamiento de calesas.

Cuenta Juanjo Olaizola que “la historia de los transportes urbanos de Vitoria arranca en el año 1901, fecha en la que Enrique Castroviejo planteó el primer proyecto para la implantación de un servicio de tranvías en la capital alavesa”. No se llegó a poner en marcha. Otra experiencia de autocares se frustró tras un breve período en funcionamiento entre 1925 y 1926 y, una vez más, en 1933 no salió bien otro proyecto. Desde mediados del siglo XX convivieron líneas municipales y privadas de autobús, mas hasta 1967 no se creó Tuvisa.

Sin embargo, un legajo que obra en poder del Archivo Foral muestra cómo en 1892 el hotel instauró un “servicio de ómnibus” hasta la estación de tren “y viceversa”, una terminal que estaba -como ahora- unos 200 metros al sur. Cada asiento costaba 50 céntimos de peseta -lo cual era bastante, puesto que esas monedas eran ya de plata- y se cobraba otro tanto por cada bulto de “equipage”. La Cámara de Comercio se llevaba un porcentaje de los beneficios, según el documento firmado por Agustín Quintanilla y Larrañaga.

En 1925, la familia Anitua, que residían en el actual colegio Vera Cruz, adquirió el inmueble como viviendas. La calle se había convertido en una de las arterias más cotizadas de la ciudad, con el tramo hacia San Antonio recién abierto y con el Teatro Príncipe o el Banco de Vizcaya a punto de inaugurarse. Pedro José León Anitua Gaviña encargó el proyecto de reforma del edificio al arquitecto Luis Díaz Tolosana. En 1926 y 1927, se cambió el acceso de Dato a San Prudencio -es posiblemente la única puerta que tiene una numeración antigua grabada en piedra que no coincide con la real-, se le añadió una planta superior y se habilitaron locales comerciales en el bajo.

Una de ellas era la joyería que los Anitua tenían en Postas y que estuvo abierta hasta 2016. Como Anitua era también socio de Vitoriana de Espectáculos (VESA), cedió el exterior de su tienda para instalar una cartelera, la misma que ahora -un siglo después- sigue adelantando los estrenos del único local que mantiene la compañía en la calle, el cine Florida.

Explican los descendientes de los Anitua que el interior del antiguo hotel Quintanilla sigue siendo sobresaliente, con grandes portones, escaleras nobles y una distribución muy particular por su antigua función. Lamentan que el nuevo ascensor obligara a retirar una máquina antiquísima y elegantísima, hecha en madera y que tenía hasta asiento para que los huéspedes no viajaran de pie.