“La captación se había producido a través del vudú, método utilizado generalmente en Nigeria para la captación de mujeres con fines de explotación sexual en Europa. Las mujeres fueron llevadas ante la presencia de un chamán, quien les extrajo pelo del cuero cabelludo y sangre de las yemas de los dedos, introduciéndolo en frascos que serían rotos si las mujeres no cumplían con su promesa de pagar los 30.000 euros que se les dijo constaba la organización del viaje. La ruptura del frasco implica, en dicha cultura, el fallecimiento de la persona. Comenzó, entonces, el viaje por diversos países africanos hasta llegar después a Italia, de ahí a Francia, y de ahí, a la ciudad de Bilbao. Durante el tránsito por África atravesaron zonas geográficas controladas por el grupo terrorista Boko Haram [franquicia de Daesh], con el peligro que ello implica, y sufrieron las penalidades propias de una travesía por el desierto. Navegando por el Mediterráneo en botes neumáticos, fueron auxiliadas por las autoridades italianas y llevadas a un centro de 92 inmigrantes. Allí, una de las víctimas recibió vía Facebook un mensaje de otro miembro de la organización al que no conocía, informándola de que tenía que llegar a España junto con las otras víctimas. En Italia se personó uno de los acusados, obligándolas a realizar el viaje con destino final Bilbao. Una vez en el lugar de destino, y para saldar esa 'deuda' de 30.000 euros, empleando, los captores, amenazas, violencia física, e incluso la agresión sexual, fueron obligadas a prostituirse todos los días de la semana desde el mediodía hasta la media noche, aproximadamente. Todo el dinero era para los captores, sin que ellas recibieran dinero ni siquiera para sus necesidades más básicas, las cuales tenían que cubrir con el dinero obtenido ejerciendo la mendicidad en la calle. Una de las víctimas consiguió llegar a las dependencias de la Ertzaintza y plantear la denuncia. Esto provocó que uno de los dos cabecillas de la organización escapara a Alemania con otra víctima, aunque fueron localizados gracias a la cooperación policial entre ambos países”.
Éste caso real es una de la historias recopiladas en el amplio informe 'La trata de mujeres y niñas con fines de explotación sexual en Euskadi: necesidades y propuestas' coordinado por Carmen Meneses para la Universidad de Deusto y la Universidad de Comillas y publicado ahora por el Instituto Vasco de la Mujer (Emakunde). Como estimación y tras realizar observaciones en 2018, se calcula que entre 1.968 y 2.308 mujeres ejercen la prostitución en Euskadi, la inmensa mayoría extranjeras. Entre el 9,5% y el 18,5%, según este trabajo, presentarían indicios de poder ser víctimas de trata, aunque es un delito de difícil detección. Se apunta, por ejemplo, al “hermetismo” en las redes asiáticas, tanto para los cuerpos de Policía como para las oenegés por varios factores (porque se disfraza la actividad sexual como “masajes”, porque muchos abusadores son de ese mismo colectivo y por problemas de comunicación de las víctimas).
El documento incluye una encuesta con hombres cuyo principal resultado es que el 19,1% ha pagado por algún servicio sexual alguna vez en su vida, el 3% en el último año. Eso sí, se apunta a que el perfil es varones “de mayor edad”, “a partir de los 45 años”. En concreto, se alude a “un hombre maduro, con edad media de 52 años” aunque “la edad media de inicio en el pago de servicios sexuales fue de 23 años”, con casos, eso sí, desde los 14 años. Añade el informe: “El 6,6% de los clientes afirmó que se había encontrado en alguna ocasión a alguna mujer en contextos de prostitución coactiva, pero casi el 40% no lo sabía o no estaba seguro; y el 5,5% había detectado en los lugares de prostitución a una mujer que pensaba que era menor de edad, o pensaba que lo era”.
Un testimonio recopilado insiste en la dificultad de salir de estas redes. “Es peor la denuncia que lo que están viviendo ahora y tienen que estar preparadas realmente para denunciar y saber exactamente en qué se están metiendo. La verdad es que hay muy pocas denuncias”, se alude. El problema es más común con mujeres africanas, pero las de origen americano no quedan exentas. “Muchas mujeres de origen latinoamericano reciben ofertas para trabajar en España. Generalmente saben que ejercerán la prostitución, pero no sabrán en qué condiciones deben hacerlo. En ocasiones la oferta es para el servicio doméstico inicialmente, pero ante las condiciones y precariedad del mismo, muchas mujeres acaban trasladándose a la prostitución. La deuda que le es planteada por las redes de trata oscila entre los 3.000 y 8.000 euros, que puede incrementarse por los gastos que pueda tener en España. Las mujeres procedentes de Venezuela, o de países con cierta desestabilidad política, son informadas para que soliciten protección internacional, asilo o refugio, y así prolongar el tiempo establecido como turista con el que han sido traídas, evitando los controles de extranjería y la deportación. Las deudas solicitadas por las redes de tráfico son menores, entre 3.000 y 4.000 euros, e incluso menos”, se indica.
En todo caso, sí se aprecia que en Euskadi operan redes que trascienden el ámbito vasco. “Bilbao y Bizkaia se han convertido en un puente y tránsito de víctimas para países europeos (Bélgica, Francia y Países Bajos entre los más destacados). Alguno de los jefes de las redes reside en Bilbao, dado que es un punto estratégico que facilita los contactos y conexiones. Tan sólo para un grupo reducido de mujeres es un lugar de explotación y destino”, se precisa. ¿Quién dirige estas organizaciones criminales? “Los jefes o cabecillas de la red suelen ser hombres, pero las captadoras y sobre todo explotadoras cada vez más están siendo mujeres, que en su mayoría fueron con anterioridad víctimas”, se lee en el informe.
La investigación de casos de trata se toma con dos condicionantes. El primero es la delgada separación entre los abusos o la prostitución coactiva y el tráfico de personas y, el segundo, los condicionantes derivados de la legislación de Extranjería. “Las chicas se pelean por ir allí, porque tienen mogollón de clientes, hacen muchísimos servicios. Podría ser prostitución coactiva, porque la gerente del sitio las somete a condiciones como que tienen que estar siempre a disposición de los clientes, tienen una habitación que duermen todas, unas encima de otras, las despiertan cuando llega el cliente, les ponen multas de veinte euros si llegan tarde o, si se marchan, las obligan a sacarse fotos para la publicidad”, apunta un testimonio sobre otro caso real. “Yo he trabajado en piso. El piso ya en sí es un abuso, porque trabajas a 60/40 o a 50/50. En el club, tú tienes que dar como un 10% de lo que tú haces, de tus servicios. Pero en un piso ya es un robo, ya es un atraco. Es voluntario porque tú vas sabiendo lo que es esto, pero te están explotando”, añade una mujer que ejerce en Vitoria. El informe concluye que “el hecho de estar en una situación administrativa irregular es un factor que hace más vulnerable a la persona, ya que tiene que realizar la actividad de forma clandestina”.
De manera detallada, se estima que en Bizkaia hay un máximo de 1.190 mujeres ejerciendo la prostitución, con Bilbao como epicentro. En muchos casos, hay sospechas de que hay menores implicadas. “Existe otra cara menos visible de la prostitución donde se detecta a las mujeres más jóvenes. Están por las mañanas, cuando los bares y clubes se encuentran cerrados o a última hora de la noche. A primera hora de la mañana, sobre las 10 horas, entre semana, se contabilizan dos mujeres llamativamente jóvenes, incluso cuya mayoría de edad pudiera ser dudosa y que parecen ser del Este de Europa. A esa hora también se contabilizan cuatro mujeres de origen africano acompañadas de otros tantos hombres del mismo origen que podrían ser sus proxenetas. A la misma hora coinciden dos mujeres transexuales, así como dos mujeres significativamente mayores (de más de 50 años). En la franja nocturna del fin de semana es cuando la presencia de mujeres nigerianas significativamente jóvenes aumenta. Al contrario que las mujeres que tienen relación con algún club, éstas se colocan solas”, se describe. En Álava el dato es de 386, casi todas en Vitoria, y en Gipuzkoa se apunta a un máximo de 732, con un peso importante de la zona fronteriza con Francia, particularmente en Irún.
La investigación subraya también el cambio vivido en la prostitución a cuenta de la implantación de las nuevas tecnologías, que permiten un contacto más directo con los demandantes potenciales de estos servicios sexuales. Se apunta a Santurtzi como una muestra de esta nueva realidad: “En esta localidad de actividad portuaria el número de clubes en el pasado ha sido considerable. Actualmente sólo se observa uno en funcionamiento. El vecindario de la zona informa de que el negocio de los clubes ha caído, pero que la prostitución sigue existiendo ahora en pisos, en la zona de Itsasalde. Perciben que la actividad en torno al puerto, donde convergen marineros, transportistas de mercancías, etc., hace que la zona tenga diversos pisos para la prostitución. Identifican muchos clientes de origen rumano, búlgaro y sobre todo albano, que vienen en barcos de forma ilegal desde sus respectivos países”.
En general, “en la red resulta muy fácil acceder a las agencias, clubes, pisos, escorts independientes y locales de masajes eróticos dedicados al sexo”. “Según la Ertzaintza, Internet ha favorecido el crecimiento del mercado general de la prostitución. La industria del sexo se ha adaptado a la era tecnológica para expandirse y obtener mayores ingresos económicos accediendo a un gran público que observa como ventajas de esta vía la inmediatez (agiliza el contacto entre mujeres en situación de prostitución clientes) y el anonimato. Por ello, como muchos otros fenómenos sociales, la prostitución se coordina cada vez más a través de Internet”, concluye el informe.