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Josu, media vida encerrado en una casa sin ascensor: “Estoy preso en casa por haberme quedado en silla de ruedas”

Josu, mirando por la ventana de su casa

Maialen Ferreira

Bilbao —

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Josu tiene 33 años y asegura no haber salido más de 100 veces de casa en los últimos 18. ¿La razón? Una leucemia linfoblástica aguda a los 12 años y un trasplante de médula a los 13 le provocaron una enfermedad degenerativa llamada esclerodermia, por la cual lleva desde los 15 años en silla de ruedas. El problema es que en su casa, ubicada en el tercer piso de un edificio antiguo del casco viejo de Bergara, no hay ascensor. Debido a que tan solo son cuatro vecinos, el coste de instalar uno es elevado, rondaría los 60.000 euros por piso, según detalla, puesto que también se incluirían las obras necesarias para su instalación. “Llevo muchos años intentando que instalen uno. He hablado con empresas y pedido el presupuesto, pero la realidad es que ahora mismo no podemos pagar ni nuestra parte”, reconoce Josu a este periódico.

Su madre dejó de trabajar cuando a él le diagnosticaron la enfermedad y viven con el salario de su padre y una ayuda por cuidado de persona dependiente. “La gente se cree que la ayuda es grande, pero son menos de 600 euros, con eso no podemos pagar los 60.000 euros que cuesta el ascensor”, explica.

Otra opción, que siempre ha estado sobre la mesa, es vender el piso. “Pusimos anuncios y bastante gente vino a verlo, pero es un piso muy grande, en pleno centro y sin ascensor, por lo que nadie quería comprarlo”, cuenta. El piso en el que vive actualmente consta de tres habitaciones y un largo pasillo por el que Josu camina. “Gracias a ese pasillo no he perdido las piernas. Las muevo lo justo y tengo úlceras de segundo y tercer grado, por lo que caminar ahí me ayuda mucho”, detalla.

Me ofrecieron, como alternativa, un piso de 50 metros cuadrados y no adaptado. ¿Qué querían? ¿Callarme la boca?

Josu lleva años tratando de encontrar una solución para su problema. Desde el Ayuntamiento de Bergara y desde el Gobierno vasco, que conocen su historia, le ofrecieron una alternativa. “Cuando hice público mi caso vinieron a ver mi casa y mi estado de salud y me ofrecieron, como alternativa, un piso de 50 metros cuadrados, completamente abierto y que no estaba adaptado para una silla de ruedas”, explica. “Yo no es que quiera que me ofrezcan una casa grande ni mucho menos, pero me gustaría un piso en el que pueda vivir dignamente y con mis padres, que son quienes se encargan de cuidarme. Yo mi casa la considero una prisión, pero no me voy a ir de una prisión a una jaula de jilgueros. ¿Qué es lo que querían? ¿Callarme la boca? ¿Decir que ellos ya me han ofrecido una alternativa y que soy yo quien la ha rechazado?”, se pregunta. Por su parte, desde el Ayuntamiento de Bergara indican a este periódico que no pueden hablar del caso particular de ningún ciudadano.

Ahora, la “última bala” de Josu, como él mismo la describe, ha sido crear un crowdfunding con el que conseguir la financiación necesaria para instalar el ascensor. “Mis padres no pueden meterse en ningún préstamo. Mi madre no trabaja y mi padre se jubila en un año, por lo que esta es mi última bala. Entiendo que es mucho dinero, pero no veo otra salida posible. Si esto no funciona, seguiré preso en mi casa cumpliendo una condena por haberme quedado en silla de ruedas y no tener un ascensor”, lamenta Josu, que por el momento lleva recaudados más de 10.000 euros de los 60.000 que calcula que necesita.

También trata, en la medida de sus posibilidades, de recaudar dinero realizando pequeñas colaboraciones como diseñador gráfico, ya que su día a día se basa en despertar, asearse y estar frente al ordenador. “Soy freelance, pero la realidad es que debido a mi situación no puedo aceptar grandes trabajos. Sobre todo ayudo a un primo músico que tengo a hacer la cartelería para sus conciertos”, asegura, tras confesar que no cuenta con la incapacidad laboral pese a tener un 95% de discapacidad.

Mi sueño es poder tener una independencia dentro de la dependencia que tengo

Según confiesa ya no tiene “ninguna esperanza” en recibir ayudas por parte de las instituciones. “No confío en ninguna institución. Mi objetivo es recaudar mi parte correspondiente del dinero del ascensor y, después, ponerme de acuerdo con el resto de vecinos para poder instalarlo. Mi sueño es poder tener una independencia dentro de la dependencia que tengo y hacer una vida normal dentro de lo que cabe”, sostiene. Según recoge Ley de Propiedad Horizontal, la instalación del ascensor es obligatoria, y no requiere acuerdo unánime en junta, aunque sí requerirán el voto a favor de la mayoría de los propietarios. No obstante, todos los propietarios de la comunidad (incluidos los bajos) están obligados al pago del ascensor, en especial cuando alguno de los habitantes tenga más de 70 años o padezca dificultades de movilidad, aunque también puede acordarse por mayoría simple una exención del pago del ascensor a los propietarios de los bajos, siempre y cuando no perjudique en exceso a los demás propietarios.

Al igual que Josu, otras 5 millones de personas viven en pisos de tres o más alturas sin ascensor, según el análisis de elDiario.es de los microdatos extraídos de la Encuesta de Características Esenciales de la Población y las Viviendas (INE). En ella se pregunta a más de 400.000 individuos de toda España sobre las condiciones y equipamientos de las viviendas y los alrededores. Los datos señalan que la mayoría de estas personas se encuentran en edificios de tres plantas, donde casi la mitad de quienes residen en esos bloques no tienen acceso a un ascensor.

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