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Josu Ternera, el eterno prófugo que puso voz al final de ETA

José Antonio Urrutikoetxea, Josu Ternera, en una imagen exclusiva de 2013.

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Este jueves el histórico líder de ETA, José Antonio Urrutikoetxea Bengoetxea, Josu Ternera, ha sido detenido en Sallanches, un pueblo de los Alpes franceses, en una operación conjunta entre Francia y España. Ternera, que llevaba prófugo desde 2002, lo ha sido todo en la izquierda abertzale: parlamentario, dirigente de ETA y negociador con los gobiernos españoles en nombre de la máquina de terror que desde el 3 de mayo de 2018 quedaba disuelta tras 60 años de asesinatos, bombas, secuestros y extorsión.

La última aparición pública del dirigente etarra había sido el 3 de mayo del pasado año, cuando anunció el fin de la organización. Si bien las fuentes antiterroristas consultadas en su momento coincidían en señalar que José Antonio Urrutikoetxea ya no estaba al frente de la organización ni encuadrado en su Comité Ejecutivo.

Los agentes antiterroristas españoles que trabajan sobre el terreno en Francia y la policía gala le perdieron la pista a mediados de julio de 2013 en un pequeño pueblo de los pirineos franceses cercano a la frontera con España, Durban-sur-Ariège de unos 200 habitantes donde estuvo conviviendo con su pareja Agnès Cerlo. Las fotos que acompañan a este perfil habrían sido realizadas en esa etapa.

Fue ese 3 de mayo de 2018 cuando realizó el último servicio a la organización terrorista: poner su imagen al servicio del epitafio definitivo de ETA. Nadie como él –junto a la histórica Soledad Iparragirre, Amboto (en prisión en Francia), que lo hizo en euskera– para dotar de credibilidad histórica al anuncio de la disolución definitiva. Algo que hizo a cara descubierta. ¿Qué otro de los últimos dirigentes que no esté encarcelado podría dejar esa imagen para la historia? Sobre todo, desprovisto de las habituales capuchas con las que ETA ha presentado a sus dirigentes en sus comunicados o entrevistas a medios de comunicación.

La vida como prófugo

Pero antes, Josu Ternera tuvo que sortear a la policía durante los últimos años. Diversas fuentes policiales situaron al exdirigente etarra en Durban-sur-Ariège –un pueblo cercano a Andorra y situado en el Departamento de Ariège– de manera intermitente en los años precedentes a la operación policial desarrollada el 16 de julio de 2013. Josu Ternera logró de nuevo huir sin que hubiera una explicación consistente y convincente de lo que pudo pasar para que Urrutikoetxea no fuera arrestado entonces por el Grupo de Intervención de la Policía Nacional francesa (GIPN).

Convivía en esa época con Agnès Cerlo y, durante ese tiempo, ambos cuidaban de un bebé de corta edad. La criatura que aparece en las imágenes de este artículo. De hecho, cuando Josu Ternera fue detenido por primera vez por la policía gala mientras viajaba junto a Elena Beloki en Bayona en una motocicleta el 11 de enero de 1989 –tras una reunión en la que participó el abogado y entonces dirigente de Herri Batasuna (HB) Txema Montero, más tarde asesor de Eugenio Etxebeste, Antxon, en las conversaciones de Argel–, ya le acompañaba Cerlo, quien también fue arrestada en aquella operación policial.

Tras cumplir condena en Francia, Josu Ternera fue expulsado el 4 de mayo de 1996 y, ya en España, procesado por varios delitos relacionados con la actividad de ETA. Finalmente, fue puesto en libertad definitiva el 14 de enero de 2000. Y poco después acabaría sentado en el Parlamento vasco, con la marca electoral abertzale de la época: Euskal Herritarrok.

Pero en 2002, la justicia llamó a la puerta de Urrutikoetxea de nuevo. La Guardia Civil había puesto en marcha la maquinaria sobre la base de un informe del Servicio de Información del instituto armado, un detallado documento de 127 páginas elaborado en junio de 2001. Su objetivo: que los tribunales fundamentaran una persecución e imputación penal de los máximos dirigentes de la ya organización desarmada: “deducir la imputación” de los “miembros de las estructuras directivas de ETA en la comisión de los atentados ejecutados por los distintos comandos”. Y el instituto armado pretendía aplicar esta tesis al entonces parlamentario de Euskal Herritarrok y exdirigente de ETA, José Antonio Urrutikoetxea Bengoetxea, Josu Ternera.

Unos pocos días antes de la primera citación ante el Alto Tribunal para declarar como imputado, prevista para el 6 de noviembre de 2002, José Antonio Urrutikoetxea estuvo en un congreso junto a los dirigentes independentistas Arnaldo Otegi y Joseba Álvarez. Cuando llegó la segunda citación, prevista para el 13 de ese mismo mes, Ternera ya había desaparecido. Y desde entonces ha ido sorteando todas y cada una de las operaciones policiales ejecutadas para echarle el lazo definitivamente.

La siguiente vez que supimos de él fue cuando el entonces presidente del PSE-EE. Jesús Eguiguren, se sentó frente a frente a Ternera durante las negociaciones para el final de la violencia auspiciadas por el centro suizo Henri Dunant, celebradas en Ginebra (Suiza). Hasta que a finales de 2006, en los momentos previos al atentado de la T-4 que dio al traste con aquel proceso negociador de la etapa de José Luis Rodríguez Zapatero (PSOE), fue apartado de la mesa negociadora, cediendo el terreno a Thierry y, finalmente, a las bombas y al retorno de la violencia.

Josu Ternera fue también el terrorista que esperó sin éxito en Noruega, junto a los también dirigentes etarras Iratxe Sorzabal y David Plá (ahora en prisión) a que algún emisario del Gobierno popular de Mariano Rajoy les tomara la temperatura para avanzar hacia un final negociado de ETA que nunca llegó. Los tres fueron expulsados a mediados de febrero de 2013 de Oslo por el Ejecutivo noruego tras constatarse que Rajoy había descartado esa vía nada más llegar a La Moncloa. Y ahí se le perdió la pista. Hasta este jueves.

La justicia le volvería a visitar en mayo de 2018, cuando la jueza de la Audiencia Nacional Carmen Lamela concluía el sumario abierto por delitos de lesa humanidad contra cuatro dirigentes de ETA en diferentes etapas. Uno de ellos es Urrutikoetxea. La jueza les responsabilizó de los asesinatos o secuestros perpetrados por ETA desde el 1 de octubre de 2004, cuando entró en vigor en España la figura jurídica de los crímenes de lesa humanidad. Los dirigentes son Garikoitz Aspiazu Rubina, Txeroki; Mikel Carrera Sarobe, Ata; Ángel Iriondo Yarza, Gurbitz; todos ellos procesados en 2015 por este delito y que por primera vez podrían ser juzgados por ello.

Ternera era el cuarto dirigente. Pero al estar huido de la Justicia no se le pudo comunicar formalmente su procesamiento, por lo que su caso continuó en espera hasta hoy, día en el que se le ha encontrado.

Este artículo ha sido redactado a partir del perfil publicado el 3 de mayo de 2018 por Aitor Guenaga para eldiario.esperfil publicadoeldiario.es

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