Jule Goikoetxea, Lore Lujanbio, Zuriñe Rodríguez y Estitxu Garai acaban de presentar su ensayo realizado a ocho manos 'Democracia Patriarcal' en el que analizan los efectos del patriarcado en cuatro dimensiones distintas: el trabajo remunerado, en el trabajo no remunerado, en el Estado y en el ámbito socio-político público.
Según explica la filósofa, política y activista feminista, Jule Goikoetxea (Donostia, 1982), “la diferencia entre hombres y mujeres no es de cromosomas, es de poder”. “Analizamos diferentes tipos de poder: político, económico, cultural, etc. y vemos que los hombres tienen más poder cultural, económico, social y simbólico que las mujeres. Igualar esos poderes, implicaría la desaparición de hombres y mujeres, porque si fuéramos dos seres con los mismos poderes, no existirían los conceptos de hombre y mujer”, asegura. Por ello, el objetivo para ellas es construir sociedades en las que esos conceptos no existieran. Además, 'Democracia Patriarcal' incluye una serie de medidas para acabar con la opresión que sistemáticamente sufren las mujeres, entre las cuales está que por cada hombre mandando haya mínimo una mujer, que las organizaciones de cualquier tipo cuenten con grupos externos feministas que cuenten con la última palabra en la toma de decisión y cuenten con veto político o que los cuidados sean rotatorios y obligatorios y estén garantizados por estructuras estatales feministas para que no recaigan exclusivamente sobre las mujeres.
¿En qué momento y con qué objetivo deciden cuatro mujeres unirse para escribir un ensayo sobre democracia patriarcal?
La idea era poder hacer un trabajo actual sobre el patriarcado que pudiera conceptualizar a la gente. Queríamos realizar un análisis del patriarcado como sistema en el que cualquier persona, desde las trabajadoras de la limpieza hasta las políticas, pudieran encajar el patriarcado neoliberal en sus ámbitos, para que no vivan el desprecio, la humillación o los diferentes tipos de dominación como si fueran algo personal en lugar de estructural.
¿Cómo sienten las mujeres esa dominación patriarcal?
Nosotras hemos querido analizar cuatro dimensiones de este patriarcado neoliberal. Para entender cómo vivimos y cómo se da esa violencia patriarcal queríamos diferenciar analíticamente distintas esferas, porque no se viven del mismo modo en el ámbito laboral remunerado que en el trabajo no remunerado, por ejemplo. En el ámbito laboral clásico, más allá de la brecha de género, nos encontramos con que las mujeres trabajan menos horas, cotizan menos, son quienes se cogen más excedencias y dedican un mayor tiempo al ámbito doméstico. El tiempo de las mujeres y de los hombres es totalmente diferente, el de ellas es absolutamente fragmentado, ya sea en lo laboral o en lo no laboral, ir a trabajar, ir a recoger a los niños, hacer la comida, recoger la casa... Mientras que el tiempo de los hombres es el tiempo capitalista, es seguido y depende de la jornada laboral de ocho horas. Una vez que salen, pasan directamente al ámbito del ocio, formación o militancia. Esto lleva a que las mujeres estén más cansadas, reciban menos dinero y el tiempo del que disponen sea mucho más precario.
La diferencia entre hombres y mujeres no es de cromosomas, es de poder
¿Cuál es la diferencia entre hombres y mujeres en este sentido?
La diferencia entre hombres y mujeres no es de cromosomas, es de poder. Analizamos diferentes tipos de poder: político, económico, cultural, etc. y vemos que los hombres tienen más poder cultural, económico, social y simbólico que las mujeres. Igualar esos poderes, implicaría la desaparición de hombres y mujeres, porque si fuéramos dos seres con los mismos poderes, no existirían los conceptos de hombre y mujer. Aquí le hemos querido dar importancia al tema de la violencia simbólica, que es la violencia que no se ve y es lo que explica la identidad de las mujeres, es decir, cómo se producen.
¿Qué es exactamente la violencia simbólica?
Desde los años 60 o 70 la producción de mujeres se hace desde categorías negativas, en el sentido de que para ser mujer tienes que ser dudosa, pedir permiso, ser agradable, no mandar, etc. Si no cumples esas cosas, si eres mandona, haces ruido o no pides permiso, ya entras a ser una 'marimacho'. Ahí se explica el hecho de que, por ejemplo, las mujeres, a diferencia de los hombres, no entran en depresión cuando no tienen trabajo remunerado, porque no toca su identidad y la de los hombres sí. Ser hombre, en los siglos XX y XXI es ser el proveedor, por eso, cuando un hombre pierde el trabajo remunerado, pierde su identidad, mientras que las mujeres no, porque su labor es la de ser buena amante, buena madre y buena esposa. Nuestra pregunta era: ¿por qué las mujeres siguen haciendo el trabajo gratuito? Y es por la violencia simbólica, porque si eres mujer vas a limpiar y vas a cuidar. Eso es así, por eso el 95% de las excedencias por el cuidado de mayores o niños las siguen cogiendo las mujeres.
¿Por qué las mujeres siguen haciendo el trabajo gratuito? Por la violencia simbólica, porque si eres mujer vas a limpiar y a cuidar
¿Los hombres son conscientes de este patriarcado y de cómo les afecta también a ellos?
Una minoría sí que es consciente, por eso están todos los dispositivos académicos y mediáticos preparados para que no se hable de patriarcado, y en el caso de que se hable, para que sea considerado como una anécdota. La conciencia es bastante escasa. A los hombres, quitando algunas excepciones, les cuesta mucho entender que son una clase social opresora. Hasta los más politizados o los militantes de izquierdas se niegan a aceptar eso. Hasta ahora el hombre de izquierdas siempre ha sido la víctima o el salvador de la historia y, cuando el feminismo les hace ver que también son parte de la opresión, no les gusta nada. Ahí tenemos la lucha.
¿Cómo se vive el hecho de que la opresión venga de compañeros militantes de izquierdas?
Son hombres y no sé si en las estadísticas de los asesinatos machistas miran la ideología, pero seguro que gran parte de los agresores son de izquierdas. No quieren aceptar que son una clase social, que existe el patriarcado y que ser hombre es una categoría política que no tiene sentido fuera de este sistema de dominación. Es algo que siempre ha ocurrido. Hace 100 años, en 1920, eran los sindicalistas, los hombres de izquierdas, quienes no querían que las mujeres entraran a trabajar. Se niegan a los avances de las mujeres, algo que ocurre hoy en día también en partidos políticos y sindicatos, porque entonces ellos pierden. Ellos dirigen la economía, están en los partidos políticos, son presidentes, ocupan el 80% de todas las direcciones porque son hombres, y eso no lo pueden aceptar porque entonces verían que no están ahí porque son listos, guapos o maravillosos, que es como se les cría. No les resulta nada fácil aceptar que mandan en el mundo porque son hombres y no porque son inteligentes. Las posiciones en contra y los ataques a la emancipación de las mujeres y al feminismo, históricamente siempre han venido también desde la izquierda.
Los hombres se niegan a los avances de las mujeres, algo que ocurre hoy en día también en partidos políticos y sindicatos, porque entonces ellos pierden
¿Cómo se puede cambiar el sistema patriarcal? ¿Hay esperanza?
Sí, hay mucha esperanza. En el libro incluimos propuestas pragmáticas, para empezar mañana mismo un proceso de despatriarcalización que implica un proceso de desfamiliarización y desmercantilización. Es decir, en el patriarcado nuestros cuerpos están mercantilizados, tenemos que vender nuestro cuerpo para sobrevivir, la idea es deshacer eso y crear sociedades feministas en las que las mujeres puedan gobernar y romper la dependencia respecto a su clase dominante, que son los hombres. Una de las propuestas que contemplamos es tener sistemas políticos organizados con base en el federalismo, que implica que el poder esté descentralizado por territorios y que los territorios sean lo más importante para que los cuerpos que viven en él también lo sean. La segunda propuesta es que los sistemas políticos se organicen con base en la vida y las necesidades de las personas, poner los cuidados en el centro y que sean rotatorios y obligatorios. Así, toda la sociedad tendría que cuidar a lo largo de su vida y el cuidado estaría garantizado por estructuras estatales feministas que obliguen a cuidar y que utilicen mecanismos de coacción para que quien no cuide no tenga derechos. Otra de las medidas será que si hay algún hombre mandando -que no tiene por qué- tendría que haber mínimo una mujer. La cuarta propuesta es que en todos los organismos, empresas, partidos políticos o sindicatos, tiene que haber grupos externos feministas para tener la última decisión sobre determinados temas y veto político. El objetivo no es la igualdad entre hombres y mujeres, sino la desaparición de hombres y mujeres.
¿En un futuro, el objetivo es que los hombres y las mujeres desaparezcan como tal?
Eso es. Nuestra propuesta es que los hombres y las mujeres se producen, se hacen y se deshacen, y el objetivo es que desaparezcan igual que deberían desaparecer las razas.
¿Con qué idea querría que se quedasen las personas que leen su libro?
Quiero que entiendan el patriarcado neoliberal como un sistema de dominación histórico, que entiendan que los hombres y las mujeres se hacen, y por tanto, se pueden deshacer, que el patriarcado es un sistema que se reproduce en todas las dimensiones que, además, están relacionadas entre sí y, por último, que es posible desarrollar procesos de emancipación que incluyen la despatriarcalización y que poco a poco lo vamos a lograr.