¿Beneficia a algún candidato a lehendakari la victoria del Athletic en Sevilla?
Sevilla tiene un color especial. Toda esta semana de Pascua, más rojiblanco que nunca. Juan Mari Aburto, alcalde de Bilbao, la capital del mundo como todo el mundo sabe, no es nada supersticioso. Pero con el Athletic tiene su ritual. Normal. El fútbol es ritual, es epidérmico, es sentimiento y paroxismo y lleva en el ADN tatuado una liturgia siempre comunitaria. Y el Athletic hace comunidad de la buena en cada partido en San Mamés, en cada salida para ganar (o perder) en Europa. Y, sobre todo, en cada final de la Copa de Rey.
Y ya tocaba. “Aurten Bai”. A la una de la 'madrugá' en punto, el capitán rojiblanco Iker Muniain alzó la Copa del Rey en La Cartuja y el estadio sevillano se vino abajo. Casi literal. El Athletic, que hizo sufrir a su afición con un primer tiempo para olvidar por incomparecencia de todo el equipo, lo había vuelto a hacer. Se llama historia. 40 años después. Y aquel partido en Madrid contra el Barcelona de Maradona se empezaba a quedar pequeño. Y no es mucho decir.
Eso debió pesar el peneuvista regidor bilbaíno al estrechar la mano de Muniain, el 10 del club rojiblanco, cuando hizo el paseíllo frente.a las autoridades antes de llevarse la Copa del Rey y abrir la espita de la pasión, el júbilo y el desenfreno. Porque el alcalde de la capital vizcaína no es supersticioso. Y este sábado no se llevó los cubiertos del Athletic que pone en la mesa de casa cuando hay partido. “No no me los he llevado a Sevilla. No soy supersticioso”, y, además estaba seguro de que su equipo iba a hacer historia otra vez.
Rogando a la Virgen de la Macarena
Todo está cambiando en Euskadi, no solo en la política Y eso se nota incluso cuando suena el himno español en la final. En vez de una pitada monumental, la mayoría de los seguidores rojiblancos elevó sus bufandas e ikurriñas al cielo como rogando a La Virgen de la Macarena que obrara el milagro. ¡¡¡Por Dios!!! Y por 90 minutos (que luego fueron 120 por la prórroga) la política se echó a una lado.
Marea 'zombie' rojiblanca -casi 81.000, según las estimaciones más generosas- pero más viva que nunca, con una alegría inmensa. No eran 'walking deads' los que al término del partido inundaban el exterior de La Cartuja que, como si de una procesión de la Semana Santa sevillana se tratara, desfilaba por el barrio de Triana de la capital hispalense en éxtasis de liturgia comunitaria. Habían creído en la victoria desde el minuto cero y el sueño se hizo realidad.
Pero entre toda esa marea era imposible encontrar a Wally. Aunque parezca mentira -o tal vez porque Euskadi ha cambiado definitivamente- ninguno de los candidatos a lehendakari en estas elecciones estuvo en el estadio sevillano. Yo al menos no les vi. Los equipos electorales de la práctica totalidad de los candidatos valoraron acudir a Sevilla. Pero por distintas razones, ninguno fue. No se la perdió el lehendakari, Íñigo Urkullu, claro, porque en el palco de autoridades estaba todo el que tenía una responsabilidad institucional de un evento deportivo de este nivel.
Y la pregunta que cabe hacerse ahora es: ¿beneficia a algún partido o a algún candidato la victoria del Athletic? La cuestión no es baladí y se la había hecho en conversación informal de WhatsApp Arnaldo Otegi, un independentista por las cuatro esquinas nacido en Elgoibar (Gipuzkoa), a un periodista vizcaíno. La respuesta no estaba clara.
¿Al PNV? ¿A EH Bildu? ¿A algún otro partido? A Vox, que lleva “su discurso de odio y xenofobia” -según coincide la mayoría de los partidos vascos- por las calles más muticuturales de Bilbao o Gasteiz, seguro que no. Nadie se atreve a calibrar el efecto en la participación (mucho menos en la orientación del voto) de este resultado de la Copa del Rey el domingo 21 de abril. Pero está claro que la campaña está tocada y ralentizada en Bizkaia, al menos hsta que salga la Gabarra este jueves.
Escribo esta crónica al mediodía en el viaje de vuelta, mientras la caravana de coches del Athletic -kilómetros y kilómetros en la carretera hacia el norte de la península del día después- es una serpiente rojiblanca que va a 10 kilómetros por hora. “No hay prisa, hasta el jueves a la tarde no sale la Gabarra”, decían desde un coche, mientras unos exhibían sus banderas y bufandas del Athletic y otros ponían a todo volumen el himno del Athletic. Sabedores que la Copa 25 (o 24+1, según el exigente e injusto recuento de la Federación Española de Fútbol) viaja ya para el País Vasco.
Sin duda será el artículo más fácil de toda la campaña electoral. Se escribe solo, mientras el copiloto actúa de 'dj' y suena parte de la setlist que este blog está construyendo jornada a jornada en este periódico. Había dos canciones posibles -había más, claro, el 'Txoria txori' de Mikel Laboa, el 'We are the champions', de Queen, 'Sevilla', cantada por Miguel Bosé, o la que he elegido finalmente. La cosa era sencilla: recordé la película del guionista donostiarra Borja Cobeaga ‘Ocho apellidos vascos’ y esa escena final en carroza en Sevilla de los dos protagonistas -Rafa, un señorito andaluz, y Amaia, una vasca con el pelo cortado a hachazos- unidos por el amor. Y he elegido la banda sonora de esa escena: 'Sevilla tiene un color especial', de Los del Río, el dúo más internacional de España. Porque esta crónica, escrita en el asiento de atrás de un coche, tiene un 'happy end' de manual de filme de 'jolibú’.
Con Dani y el Chopo
Y qué mejor broche de oro que Dani Ruiz-Bazán, que guardó la Copa durante todo el trayecto de la Gabarra en 1984. El de Sopuerta no se perdió la final. A sus 72 años, quería vivir ese momento junto a su nieto. “A partir de ahora, las siguientes fotos, todas con Muniain”, alega. Lo decía con una sonrisa enorme, tan grande como la alegría que arrastraba la marea rojiblanca. Dani, con el número 7 a sus espaldas, era hasta esta madrugada el último capitán que había levantado la Copa del Rey, con aquella alineación mítica que encabezaba El Chopo, José Ángel Iribar, presente también a sus 80 años en el palco de autoridades en La Cartuja, llorando como un niño de emoción.
Uno de sus seguidores, Dani también de nombre, ahora con 45 años, tenía cinco en aquella final de Copa. Hace ya 40 años. En Sevilla se le desbordo la emoción, recordando a sus hijos, que se habían quedado con la ama en casa. Pero para entonces ya había puesto la semilla en la familia. “Mis dos hijos, Iker, de 14 años, y Hugo, de nueve, tienen carné desde esta temporada. ¡Imagínate qué alegría todo esto! Quitando el empate del Barça, hemos ganado todos los partidos”, recuerda. Todos sufrieron de lo lindo -en Euskadi y en Sevilla- pero con esta gesta “la continuidad en la ‘secta’ del Athletic” -como cariñosamente apuntaba antes de la final un expresidente del club rojiblanco- “está garantizada”.
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