Laurindo Domingos: cómo sobrevivir 31 años de “ilegal” en España
- Este artículo pertenece a la revista La España de los migrantes, de eldiario.es. Hazte socia ya y recibe nuestras revistas trimestrales en casa.
Hace 31 años que salió de Guinea-Bisáu. Viajó en el pesquero en el que trabajaba hasta Canarias y, después, a Huelva. Fueron allí a descargar la pesca, pero él decidió bajarse. Tenía ilusión y veinte años, había oído hablar de un nuevo mundo y quería estudiar. Después de unos meses en Madrid se fue a Portugal, donde vivía parte de su familia y se matriculó en la universidad.
No llegó a empezar sus estudios porque vio más oportunidades en Madrid. Era la España de 1987, con los resquicios de la movida. Aquel movimiento envolvió a sus jóvenes con nueva música, estética, contracultura y libertad. A muchos también los hirió de vicio. “Empecé a llevar mala vida. Bueno, yo pensaba que era buena vida. Caí en un bucle, coqueteaba con drogas, lo que me supuso varias entradas en la cárcel” recuerda Laurindo (51 años) con voz temblorosa y mirada perdida. “No traficaba para enriquecerme. Estaba enganchado y dependía de eso”.
Tras salir de prisión por primera vez no tenía permiso laboral. “Tienes vicios. Estás habituado a una vida y, cuando sales, tu situación te lleva a delinquir otra vez”. Cumplió dos condenas en cárceles de Madrid y Burgos y llegó a Bilbao en 1997. Salió por última vez en 2010, tras nueve años por diferentes penas acumuladas.
Aquel año decidió no depender más. “Tomé la iniciativa de hacer una carrera y la saqué con nota”. Aunque no entró en el grado de Ingeniería Náutica, muestra orgulloso su título en Ciencias Políticas de la Universidad del País Vasco: “Me interesa la problemática que hay en África, tener instrumentos para mejorarla”. También tiene un posgrado en Gestión de Suministro.
Se afirma un hombre consecuente, alguien que ha dejado atrás una “mala época” que ahora solo lucha por poder trabajar y llevar “una vida corriente”. Está a la espera de conseguir al fin el permiso laboral, porque mientras no tiene “ni ingreso alguno ni derecho a trabajar”. Sobrevive gracias a ayudas sociales: “No aspiro a eso. Sé que tengo armas para conseguir más y que esas oportunidades sean para quienes no tienen nada”.
El año pasado se cancelaron sus antecedentes pero aún no le han concedido el permiso de trabajo. Aunque afirma que tiene numerosas ofertas, no puede dedicarse a sus salidas laborales y está a la espera de una oportunidad. “Se me ocurre un título” ríe, irónico: “Cómo sobrevivir 31 años de ilegal en España”.