Maialen Lujanbio, la ‘bertsolaritza’ o el arte de improvisar reivindicaciones ante 14.000 personas
La de Hernani logró el aplauso del público y los jueces al cantar bertsos sobre temas de actualidad y reivindicativos como el repunte del fascismo, la explotación laboral de las mujeres, la homofobia o la lucha
La historia del versolarismo o bertsolaritza nace antes de crear los primeros escritos en euskera. Se trataba, en sus orígenes, de improvisaciones cantadas y transmitidas de forma oral en las que, de forma pícara y original, mantenían pequeñas discusiones entre dos o más personas. A pesar de que los primeros versos cantados por bertsolaris salieran a la luz sobre el año 1800, no fue hasta 1935 cuando se disputó el primer campeonato oficial. Un año más tarde, el evento se repitió. No obstante, a raíz de la Guerra Civil, no volvió a verse una estampa similar hasta el año 1960. Desde entonces, los mejores se dan cita cada cuatro años en una competición que durante décadas contaba tan solo con la participación de hombres, hasta que en 1997 Maialen Lujanbio participó por primera vez y doce años después, en 2009, hizo historia convirtiéndose en la primera bertsolari mujer ganadora de la txapela vasca, símbolo de la victoria en competiciones de bertsolaritza.
En 2017 repitió aquella escena y este domingo la triplicó recibiendo su tercera txapela frente a un Navarra Arena repleto con cerca de 14.000 personas, ya que el cartel de “entradas agotadas” se colgó poco después de que salieran a la venta. Los autobuses para ver la final desde distintos puntos de Euskadi tuvieron que reforzarse, todo ello, mientras el resto del mundo esperaba atento el resultado de la final del Mundial de fútbol entre Francia y Argentina que se estaba celebrando en Qatar. “Este año no he sentido esa obligación o ambición de ganar”, ha asegurado en una entrevista al periódico Berria. Con obligación o sin ella, la de Hernani logró el aplauso de todos -público y jueces- al cantar bertsos sobre temas de actualidad y reivindicativos como el repunte del fascismo, la explotación laboral de las mujeres, la homofobia o las perspectivas de la lucha en el futuro.
Ese último tema fue con el que cantó su “agurra” o verso de despedida. “Herriak ta hizkuntzak/zuten norantzari/gai gehio lotu zaio/lehengo ardatzari/ta munduak hartu dun/itxura latzari/aurre egiteko beraz/laguna altxa adi/bultza hainbat borroka/ederren martxari/kontrapisu eginez/eskuin balantzari/txapela bete indar/mingaina dantzari/borroka irabazteko desesperantzari”, fueron las rimas que Lujanbio improvisó para despedirse. En su traducción al castellano la bertsolari se refería a que es hora de impulsar luchas ante la desesperanza que está trayendo consigo este mundo que a su vez se está volviendo cada vez más duro.
La competición se divide en dos partes, la de la mañana y la de la tarde. En concreto, la del domingo comenzó poco antes de las 11.00 y finalizó después de las 20.00, con un descanso de algo menos de dos horas para comer. Los bertsolaris se enfrentan a los temas propuestos por la figura del “gai jartzaile”, la persona que modera las sesiones y fija previamente el tema de los versos. Es también quien escoge el ritmo y la métrica que se empleará. El resto lo hacen ellos, que se van enfrentando en parejas y después solos a los temas propuestos con creatividad y absoluta improvisación, ya que disponen de pocos segundos entre que escuchan el tema y en su mente dibujan el verso que van a cantar.
La 'bertsolaritza', un mundo de hombres
Al igual que en otros ámbitos de la sociedad en general y de la cultura en particular, la bertsolaritza también ha sido hasta hace menos de lo deseado un mundo de hombres. Desde históricos como Txirrita o Xenpelar, hasta contemporáneos como Andoni Egaña o Amets Arzallus, que disputó las dos últimas finales con Lujanbio y le arrebató la de 2013. Lujanbio se ha quedado a una txapela de Egaña, pero más allá de eso, ha abierto una puerta que ya será imposible cerrar: la de chicas jóvenes soñando con ser bertsolaris. Alaia Martin y Nerea Ibarzabal son ejemplo de ello, en el primer campeonato en el que Lujanbio no ha sido la única mujer. Feminismo en presencia, pero también en la elección de temas como la violencia machista, los abusos, la igualdad o el amor. Un evento que ha hecho historia y que se mantendrá durante años en la memoria de los vascos y del resto del mundo que entienda que no solo el fútbol llena estadios, también puede hacerlo la cultura vasca.
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