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'Maixabel' lleva a la cárcel un alegato por las segundas oportunidades con el plantón de los presos de ETA

Vista de la película 'Maixabel' en la cárcel de Pamplona

Iker Rioja Andueza

26 de septiembre de 2021 15:19 h

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La película 'Maixabel' ha tenido este domingo por la mañana en la cárcel de Pamplona su 'première' más singular y emotiva. La cinta, dirigida por Icíar Bollaín y ya estrenada en el Festival de Cine de San Sebastián esta semana, cuenta la historia real de Maixabel Lasa, viuda de Juan María Jáuregui, gobernador civil en tiempos de Felipe González asesinado por ETA en 2000. Quien también fuera responsable de Víctimas con los lehendakaris Juan José Ibarretxe y Patxi López se sentó en su momento con dos de los tres terroristas, Luis Carrasco e Iban Etxezarreta, como parte un proceso de reinserción que incluyó el arrepentimiento de los delitos. Este alegato por las “segundas oportunidades”, incluso para quienes han empuñado una pistola para arrebatarle la vida a otro ser humano, ha sido proyectado en el interior de la prisión y, después, se ha organizado un coloquio con las propias Lasa y Bollaín, que no han dudado en internarse en la penitenciaría. El estreno ha sido seguido con interés por varias docenas de presos varones y también por una docena de mujeres, que han ovacionado a las protagonistas y agradecido el mensaje de convivencia y resocialización. Sin embargo, el aplauso no ha podido ser unánime, ya que un grupo ha optado por continuar con su rutina carcelaria: los nueve presos de ETA que cumplen condena en Pamplona.

Según la asociación Etxerat, la política de traslados aplicada desde 2018 por el Gobierno de Pedro Sánchez y que 'de facto' ha puesto fin a la dispersión de los condenados por delitos de terrorismo ha dejado nueve internos en el centro penitenciario navarro. Son las mujeres Josune Arriaga, Idoia Mendizabal y Olga Comes y los varones Txuma Altable, Garikoitz Arruarte, José María Dorronsoro, Aurkel Sola y los más conocidos -por sanguinarios- Mikel Otegi y Josetxo Arizkuren, alias 'Kantauri'. 'Kantauri' llegó a ser uno de los jefes de la estructura “militar” de ETA después de haber ejecutado personalmente una larga lista de atentados. Los movimientos autorizados por Instituciones Penitenciarias exigen la aceptación de la legalidad penitenciaria por parte de quienes integran el colectivo de presos de ETA, conocido por sus siglas EPPK. Sin embargo, este paso no es equiparable al que Carrasco, Etxezarreta y otros dieron hace una década en la denominada 'vía Nanclares', que toma el nombre de la antigua cárcel de Álava y en la que se produjeron los primeros “encuentros restaurativos” entre víctimas y condenados. El plan quedó parado cuando Mariano Rajoy llegó a La Moncloa y ahora se está gestando una propuesta similar con una veintena de presos de ETA interesados en participar, según las fuentes consultadas. En su día, el EPPK y la izquierda abertzale expulsaban a quienes daban ese paso por considerarlos traidores y colaboracionistas con el Estado. La película 'Maixabel' refleja bien esa realidad: para ellos nunca hubo 'ongi etorris' y eran borrados de los mosaicos con las fotografías de todos los reclusos tan comunes en las calles vascas.

En el coloquio, uno de los internos comunes ha preguntado abiertamente por los presos de ETA. “Ha sido también mi primera pregunta. ¿Va a haber etarras? Me han dicho que no. Es una pena”, ha señalado la propia Lasa, que ha llegado al recinto con Bollaín casi al final de la proyección. Con ellas, Eduardo Santos, ahora consejero de Justicia en el Gobierno de Navarra (el único de Podemos en un tripartito con PSN y Geroa Bai, la coalición de Socialverdes y PNV) pero que fue uno de los mediadores de la 'vía Nanclares'. Él puso su casa para el primer encuentro entre Lasa y Etxezarreta y él llevó al exterrorista a un homenaje a Jáuregui, en el que depositó tantas flores rojas como años en que no había acudido y una blanca para simbolizar su arrepentimiento. Ha sido precisamente el Ejecutivo navarro el que ha organizado el acto en colaboración con Instituciones Penitenciarias y Bollaín ya ha mostrado su disposición para visitar más cárceles. A él han asistido otras autoridades locales, políticas y judiciales, y se ha permitido el acceso condicionado a los medios de comunicación.

El Ministerio del Interior no ha ofrecido excesiva información sobre la situación de los presos de ETA en Pamplona y su no participación en este foro. Simplemente se ha reseñado que la invitación se extendió a los 261 presos y 22 presas -de 504 plazas- y que, de ellos, se apuntaron quienes quisieron, un total de 96. Un funcionario explicaba ya de manera extraoficial que los hombres condenados por terrorismo “van a su aire”, que actúan como un grupo y que tienen un comportamiento exquisito. “No dan ningún problema”, afirma. Están en los módulos 3 y 4. Ellas están en el módulo 1, con las otras internas. Otro funcionario explicaba que han pasado la jornada dominical en su módulo, libremente, haciendo otras actividades de su elección. Bollaín también ha lamentado esta ausencia: “Que lo vean, que les haga pensar”.

El resto ha llegado puntual a la cita. Han salido de las celdas ordenadamente y, por grupos, han ido tomando asiento. Los invitados externos, después de superar una decena de rastrillos y sin DNI ni teléfono móvil, se han sentado en la parte trasera para ver con los reclusos la proyección. A las 10.09 ha arrancado la película y, una vez terminada, el coloquio se ha alargado otra hora larga.

Y el mensaje que ha ofrecido ha calado hondo en los espectadores. “¿Hay algún programa de reinserción?”, preguntaba en voz alta uno de ellos, de origen americano. Son 258 los presos en procesos de justicia restaurativa en cárceles dependientes del Gobierno central, que son todas las de España salvo las catalanas. Esto cambiará muy pronto: el 1 de octubre se traspasan las tres cárceles vascas y sus 700 funcionarios a la comunidad autónoma. 20 de los 258 son presos de ETA. En Navarra, hay seis personas haciendo itinerarios de este tipo, aunque ninguno de los del EPPK.

“La película es un canto a la necesidad de convivencia y a la deslegitimación del uso de la violencia. Con la violencia no se consigue absolutamente nada. El odio no te lleva a nada”, ha explicado muy pausada Lasa sobre un escenario casi desnudo salvo por una sábana blanca en la que se leía 'Maixabel' a modo de decorado rudimentario hecho a mano por los internos. Tenía letras recortadas de color dorado y unos fotogramas en blanco y negro en los que se adivinaba a la actriz protagonista, Blanca Portillo. “Habría sido imposible hacer esto cuando ETA mataba. Sabíamos que nos estábamos metiendo en un terreno difícil. Hay muchos [terroristas condenados] que tienen una actitud terrible, provocadora y chula. ¿Estábamos blanqueando algo? No, porque el discurso [de Carrasco y Etxezarreta] no puede ser más deslegitimador de la violencia. El mensaje es claro: la violencia no lleva a ningún lado”, ha aseverado Bollaín.

“Mi padre fue asesinado por ETA cuando tenía yo cinco años”, ha revelado entonces desde el público un asistente. La intervención ha permitido comentar la figura de María Jáuregui, hija de Lasa y que ha hecho un recorrido desde posiciones más reacias al acercamiento con los asesinos hasta participar en foros públicos, según su madre. El mismo comando que acabó con la vida de Jáuregui cometió otros crímenes. Uno de ellos fue el de Santiago Oleaga, de 'El Diario Vasco'. Y, si tres meses después del atentado contra Jáuregui Lasa ya estaba en la calle dirigiéndose a 100.000 personas pidiendo diálogo para la paz, hay otras víctimas con otros ritmos. Amaia Guridi, viuda de Oleaga, lo explicaba así hace unos meses sobre la posibilidad de verse con Carrasco o con Etxezarreta: “El cuerpo no me pide estar con ninguno de ellos y no voy a estar. Este mundo es muy grande. Tenemos muchas aceras. Que vayan por la suya que yo iré por la mía”.

Esos ritmos también se dan entre los terroristas. El comando que mató a Jáuregui y a Oleaga, como también al empresario José María Korta, tenía una tercera pata, Patxi Xabier Makazaga. Del trío, él es el único no arrepentido. Un recluso le ha preguntado a Lasa por él. “Me encantaría que esta persona me pidiese estar con él. Pero no sé ahora mismo en qué condiciones estará”, ha dicho. Sin embargo, una reciente información de 'El Diario Vasco' apunta a que sería uno de los veinte interesados en iniciar un proceso de reinserción. El interno ha recordado a los presentes que fue Makazaga quien apretó el gatillo mientras Etxezarreta esperaba fuera del bar en el que se produjo el atentado con un Renault 18 blanco listo para huir y mientras Carrasco iba de acompañante. “El tema del disparo es anecdótico. Todos son responsables. Y también el que lo ordenó”, ha opinado.

Ha despertado también la curiosidad del público el hecho de que Jáuregui fuera miembro de ETA en el franquismo. “¿Cuál era su función?”, ha indagado un joven preso. Lasa ha explicado que formaba parte de la rama “política” de oposición a la dictadura y que, tras su paso por la cárcel como consecuencia del Proceso de Burgos, se acercó a CCOO y al PCE. Luego saltó al PSOE, quien le propuso para el cargo que hoy sería equivalente al de subdelegado del Gobierno central en Gipuzkoa. “Testificó contra Galindo por los crímenes de Lasa y Zabala”, ha recordado su viuda. Ella misma, al frente de la Oficina de Víctimas, amplió el reconocimiento a familiares de asesinados por el GAL o por otras organizaciones allende ETA. “Son igual de víctimas que yo”, ha dicho. Precisamente este puesto le obligó a llevar escolta después de que apareciera “en los papeles de un comando” terrorista. Lasa ya no milita en ningún partido y se dice “libre” y “transversal”. Dejó el PSOE hace dos años expulsada por haber apoyado a su mano derecha en la etapa en el Gobierno, Txema Urkijo, cuando fue candidato por el partido de Íñigo Errejón.

Los asistentes han considerado a Lasa una “madre coraje” y una “mujer muy fuerte”. Han dicho que gracias a ella “se terminó esa guerra aquí, en el País Vasco”. “¡Olé, tú!”, ha exclamado un hombre, que no ha tenido necesidad de ofrecer más explicaciones a su gratitud. Solamente uno ha abogado abiertamente por el ojo por ojo: “Mi familia es sagrada. Yo me hubiese vengado. Si lo cojo en el momento... No habría perdón”. “Me he sentido identificado con la parte de haber hecho daño. Gracias a eso, he podido apartarme de lo que estaba viviendo”, se ha sincerado un interno con sudadera amarilla y un delito cometido por el que nadie le ha preguntado. Ordenados, los presos han abandonado el auditorio y regresado a sus módulos convencidos de que la película de su vida puede tener una segunda parte. Otros, en cambio, han seguido con su rutina.

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