Esta semana en Donostia se han dado cita más de 300 expertas nacionales e internacionales en Antropología Feminista en el primer congreso sobre este ámbito que se ha llevado a cabo hasta ahora en Euskadi. Su coordinadora, la doctora en Medicina y Antropología, y la responsable del Grupo de Investigación en Antropología Feminista de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU), Mari Luz Esteban, además de organizar el evento, ha participado en una mesa bajo el título 'Antropología feminista, feminismo y sociedad: debates y relaciones'. “La Antropología Feminista es importante porque revisa la disciplina y la mejora. Socialmente, contribuye a la teoría feminista y al movimiento feminista con una aportación específica y con investigaciones detalladas de fenómenos concretos”, explica a este periódico.
A lo largo de su carrera, ha trabajado como médica de planificación familiar y ha desarrollado investigaciones sobre género, salud, cuerpo, las emociones y el amor. Actualmente es profesora de Antropología Social y responsable del Programa de Doctorado en Estudios Feministas y de Género en la UPV/EHU, donde coordina también el Grupo de Investigación AFIT (Antropología Feminista).
¿Por qué es importante que exista la Antropología Feminista?
Por distintas razones. La Antropología Feminista surge en los años 70 para dos cuestiones: revisar el trabajo que se había realizado para ver si se había tenido en cuenta el punto de vista de las mujeres o no, y por otra parte, para revisar la teoría porque no se estaban teniendo en cuenta las relaciones de género. Desde su creación ha habido una evolución, primero se llamaba Antropología de la Mujer, luego Antropología de Género y hoy lo llamamos Antropología Feminista. Es importante porque revisa la disciplina y la mejora. Socialmente, contribuye a la teoría feminista y al movimiento feminista con una aportación específica y con investigaciones detalladas de fenómenos concretos.
Su tesis doctoral, en el campo de la salud reproductiva y el género, se enfocó al estudio de la vivencia de las mujeres de su propia salud y la experiencia de los centros de planificación familiar. ¿Cómo eran esos centros de planificación familiar?
En los años 70 y 80 en algunos sitios de España las asociaciones feministas encontraron en estos centros de planificación familiar la manera de hacer frente a la falta de derechos sexuales y reproductivos. En aquella época la oferta que se hacía tanto desde la sanidad pública como de la educación era escasa en este ámbito. Por eso se crearon unos centros donde se se ofrecía una educación sexual y anticonceptiva, se informaba acerca del aborto y se realizaban actividades fuera, en centros escolares e institutos. En muchos territorios como en Euskadi los centros fueron desapareciendo, pero en su época fueron importantes para las mujeres, porque eran reconocidos por ellas como centros propios, ya que cubrían necesidades que la educación o la sanidad pública no cubrían.
Con el tiempo han ido surgiendo colectivos críticos con la red asistencial, como por ejemplo, con el tema de la endometriosis, la violencia obstétrica o la salud mental
¿Considera que a pesar de que hoy en día las personas tienen más información sobre educación sexual a su alcance, aún hay mucho desconocimiento sobre este tema?
La manera de practicar la sexualidad ha cambiado. Por una parte, la población joven tiene acceso a una educación sexual que nosotras no teníamos, pero, por otra parte, han surgido nuevas maneras de relacionarnos. Hay una serie de cambios, pero yo no creo que se pueda hacer una lectura positiva ni negativa de ello, simplemente ha cambiado.
Usted como médico, ¿cómo valora la falta de perspectiva feminista en la Medicina y el sesgo de género en la atención sanitaria?
Si nos remontamos a los años 70, comprobamos que no se tenía para nada en cuenta lo relacionado con la salud de las mujeres. Si comparamos esos años con hoy en día, la situación es mucho mejor. Actualmente, existen redes de profesionales de la Salud, desde enfermeras, médicas, psicólogas, etc. muy bien formadas y con más conciencia. Las mujeres también se han formado en estos aspectos y saben que tienen derechos. Es cierto que con el tiempo han ido surgiendo colectivos críticos con la red asistencial y tienen razón, como por ejemplo, con el tema de la endometriosis, que es una enfermedad muy poco investigada y que afecta a muchas mujeres, con el tema de la violencia obstétrica o con el de la salud mental. Han ido surgiendo nuevas líneas de crítica y espero que surjan más porque eso hace que se presione a la red asistencial para que mejore. Otro de los problemas en este sentido es el desmantelamiento de la sanidad pública, en los años 80 se consiguieron mejoras, al menos en el País Vasco, donde comparativamente estamos mejor que en algunas partes del resto del país, pero se han perdido derechos.
¿Cómo puede afectar el auge de la ultra derecha a este tipo de avances que se han ido consiguiendo desde el feminismo?
Puede afectar muy negativamente. Se ha visto recientemente con el tema del acoso en las clínicas de aborto en Donostia, a las que acudían miembros de algunos colectivos de ultra derecha para rezar y para hacer campaña en frente de ellas. Veremos qué pasa, en principio se ha prohibido por ley hacer ese tipo de concentraciones. No es casualidad que la extrema derecha tenga al feminismo en el punto de mira porque estamos haciendo planteamientos totalmente revolucionarios y estamos poniendo en jaque muchas cuestiones sociales que son básicas, que tienen que ver con la familia, con el derecho a gestionar los cuerpos, etc. La extrema derecha, desde luego va a seguir por ese camino, no parece que vaya a frenar.
¿Qué puede hacer el movimiento feminista para enfrentarse a la extrema derecha?
Hay que seguir pensando, aliándonos y movilizando a las mujeres que salieron a la calle en las huelgas generales de 2018 y 2019, que fueron un 'boom'. Hay que realizar reivindicaciones y movimientos concretos y pensar en nuevas formas de hacer política más adaptadas a los cambios que está habiendo en la sociedad. En definitiva, hay que seguir en la línea de lo que hemos venido haciendo hasta ahora, pero adaptando las prácticas feministas al contexto y adelantándonos a algunas situaciones. La situación actual no es fácil y menos después de haber salido de una pandemia.
Hay una tensión entre amor y libertad. ¿Dónde queda tu proyecto personal si te comprometes en una relación amorosa?
A lo largo de su carrera también ha escrito libros de poesía, como 'La muerte de mi madre me hizo más libre'. ¿Cómo la muerte de un ser querido puede hacer a alguien más libre?
En el libro, entre otros temas, hablo de las relaciones que hay entre el amor o las relaciones amorosas, y la libertad. Hablo de eso y menciono el caso concreto de la muerte de mi madre, que para mí supuso una crisis tremenda, pero por otra parte, en el libro cuento cómo una situación así puede hacer que te sitúes en el mundo de una forma en la que no lo harías si tu madre siguiera viviendo. Lo pongo como ejemplo de esa tensión que hay entre el amor y la libertad, algo que también trabajo en mi libro 'Critica al pensamiento amoroso'.
¿Se puede ser libre en una relación de amor?
Por eso digo que hay una tensión. No es solo amor o solo libertad. A mí lo que me interesa es pensar dónde queda tu proyecto personal si te comprometes en una relación amorosa. Si lo aplicamos al género, muchas veces se entiende que las mujeres tienen que entregar y punto, pero yo no hago ese planteamiento, me refiero a las relaciones en las que todos nos comprometemos al cuidado y hay una tensión en pensar dónde queda el proyecto de cada persona.
¿Y cómo se resuelve esa tensión?
Se va viendo según se vive. Las personas que viven en relaciones tienen derecho también a tener proyectos propios. Se puede ver en diferentes cuestiones, pero si lo aplicamos al tema de los cuidados, la tensión se resuelve si nadie se entrega completamente a ellos. Aquí habría que tener en cuenta varios elementos como la reciprocidad, el reconocimiento y la redistribución, y ver qué tiene que cumplir el amor para que sea justo y sano.