¡Menudo musicón!

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“Dejemos de hablar de Alex Sardui, pero hablamos”, me decía una amiga música que es muy lista y feminista. “Lo que tú quieras, pero ha vendido todas las entradas para dos conciertos enteros en el BEC y sigue saliendo en programas 'prime'”, me recordaba otra mientras yo estaba poseída por la euforia del “esta vez sí”. Lo que ha pasado estos días en Euskal Herria es la tormenta perfecta y el indicativo de que todo marcha tan bien como está hecho una auténtica mierda. En resumidas cuentas: el patriarcado y sus hombres armados están vivitos y coleando y la respuesta feminista avanza con un musicón que de esta 'rave' no nos bajamos ninguna.

No es Sardui el problema ni tampoco la punta del iceberg. Sardui es sencillamente la norma a la que se le están rasgando las vestiduras. Ni las feministas -la periodista y las músicas- se han obsesionado con él ni tampoco van a cancelarlo (¡oh sorpresa! es uno de los protagonistas del nuevo programa 'talent show' de ETB1, puro 'prime time'). Tampoco una actualidad que nos exige hablar de él exime al resto de hombres de la música (muchos de ellos en un retiro de silencio) a valorar lo que ha pasado y asumir el lugar que ocupan en la industria. Ellos y quienes escuchan su música.

El problema no son unas declaraciones machistas del líder de Gatibu (que un poco sí), el problema es que ha habido demasiada gente a la que no le han sorprendido en absoluto. Porque nos tragamos la violencia que como sociedad podemos soportar y callar. Por eso, ellos son el tótem musical y ellas “las que lo han hecho bien y han roto el miedo escénico” (Sardui dixit). Ellos dejan los escenarios tras una carrera exitosa y a ellas se les han caído las tetas (a mí me chiflan vuestras tetas). Ellos les han abierto el camino y han dejado que entren en el selecto grupo de los que “lo hacen bien” (Sardui dixit) y ellas se lo devuelven organizando aquelarres feministas y exigiendo más espacio y autoridad (¡tías ya os vale!).

Nota a pie por si a alguien le da por decir un “ya estás con el ellos contra ellas”. Ellos pueden ubicarse con ellas, pero tienen que dejar de pagar la cuota en su secta del silencio y gastarse ese dinerito en un concierto de Olatz Salvador que hoy ha presentado nuevo disco. No vale con grabarse un video pidiendo perdón en un tono brabucón y con la camiseta más feminista que tienes en el armario (¡sí! Sardui llevaba puesta una camiseta de las madres de la Plaza de Mayo). Esto va de romper las complicidades con el patriarcado y remar por un panorama musical feminista.

¡Vale! ¡Dejemos ya de hablar de ellos! Aquí lo realmente interesante no es lo que hacen ellos, sino todo lo que han organizado ellas. Responder masivamente, en el momento más adecuado, con una sola voz, poniendo el foco en lo estructural y crónico del problema y dejando claro que el liderazgo, la autoridad y el éxito musical también es de ellas; o, mejor dicho, es sobre todo de ellas.

El feminismo vasco, que también se enraíza en la escena musical, no solo está curtido en lamerse las heridas y en cuidarse de quienes las violenta, sino que tiene un accionar rápido, colectivo e inteligente, profundamente político y con una vocación clara de hegemonía. Por eso ha pasado todo lo que ha pasado, cómo ha pasado y en el tiempo que ha pasado. Y lo interesante y realmente excitante es que va a seguir pasando, ¿puede que estemos en la antesala de un '#metoo' vasco? ¡Que nuestras ancestras nos oigan y respondan a nuestras plegarias que nosotras, mientras tanto, seguimos enredadas y a todo volumen con nuestro musicón!