Mitxel Lakuntza, secretario general del sindicato ELA, mayoritario en Euskadi y el tercero en Navarra, está convencido de que la huelga y la confrontación es el único camino en estos momentos para conseguir mejorar las condiciones de vida de los trabajadores, desde subidas salariales hasta acabar con la precariedad. Desprecia las mesas de diálogo social porque considera que “no sirven para nada” más que para validar lo que quiere la patronal, que es quien dirige las políticas económicas de los Gobiernos, sentencia. Muy crítico con la actitud del Gobierno vasco en esta crisis en la “se ha dedicado a ahorrar”, también carga contra EH Bildu porque cree que ha abandonado su labor de oposición en Vitoria, en Pamplona y también en Madrid. “Cuando la izquierda de este país se parece cada vez más a la derecha, evidentemente no es una buena noticia”. Se defiende ante las críticas de los que le afean que el sindicato entre a valorar las cuestiones políticas. “Nosotros ya nos presentamos a las elecciones, a las nuestras, y las ganamos”, dice.
Estamos en el mes de mayo y la negociación colectiva está completamente paralizada. ¿Este año no se van a firmar convenios?
Eso depende sobre todo de la patronal, que es quien en última instancia acaba poniendo su firma los acuerdos para que se validen. La firma final depende de que se acepten una parte muy importante de las reivindicaciones que los sindicatos planteamos. Y, claro, la responsabilidad o la misión del sindicato, sobre todo es activar al mayor número posible de trabajadores y trabajadoras para para que esos acuerdos sean los mejores posibles. Y eso está muy relacionado con la huelga. Para nosotros es una buena noticia que haya sectores y empresas en huelga, porque eso significa que un mayor número de trabajadores y trabajadoras está en camino de mejorar sus condiciones de trabajo.
¿La huelga como instrumento más que la negociación?
La experiencia nos dice que, para dar la vuelta a la precariedad, para lograr buenos acuerdos, como en el caso de las limpiadoras del Guggenheim o como las autoescuelas, o en tantas empresas a la que estamos llegando a acuerdos, suele haber detrás una dinámica de organización de huelga. Por eso defendemos tan vehementemente la huelga. Y hay sectores como por ejemplo en el Metal de Bizkaia o el Papel de Gipuzkoa, sectores muy importantes por el número de trabajadores que emplean, que no están en huelga. Y no porque ELA no quiera, sino porque necesitamos activar mayorías para para hacer activas esas reivindicaciones. Hay sectores donde ELA tiene que hacer frente también al freno de otros sindicatos. Pero es en las empresas donde ELA consigue activar esas mayorías, donde más actividad hay. Y es muy evidente que, en un año como éste, en el que, además, por calendario, hay vencimientos muy importantes de convenios, se está dando mucha conflictividad. Que esa conflictividad se convierta después en acuerdos va a tener que ver sobre todo con la capacidad de presión que seamos capaces de llevar adelante.
Nos están diciendo que todo puede subir en la vida de un trabajador, menos su salario
ELA quiere que se traslade la subida del IPC por completo a los salarios. Los empresarios dicen que eso es imposible. ¿No se corre el riesgo de que se bloquee la negociación y al final los trabajadores sigan con los salarios congelados?
Cuando hablamos de la negociación colectiva, el IPC alto es uno de los problemas, pero no es el único. Es decir, nosotros vemos la negociación colectiva también para solucionar, por ejemplo, las condiciones de trabajo de 541.600 personas, 311.000 de ellas mujeres, que es la foto que el sindicato saca de la precariedad en este país. El 40% de todas las personas de la población activa no cobra más de 18.000 euros. A eso le sumamos contratos parciales, le sumamos subcontratas, le sumamos interinidad y da 541.600, que seguramente no son todos ni todas, pero es estadísticamente aquello que se puede reflejar de una manera objetiva. Al problema de esa precariedad, de esos salarios tan bajos, se nos ha sumado ahora un IPC tan alto. Esa es la fotografía la que tenemos que hacer frente. Entonces la patronal nos dice que no es posible y de la mano va el consejero Pedro Azpiazu que también se suma a esa música, la que dice todo puede subir en la vida de un trabajador menos su salario. Puede subir la energía, puede subir la gasolina, puede subir el pollo, la carne y las legumbres. Todo menos el salario. ¿En qué cabeza entra que un sindicato repita esa música? Venimos de la crisis de 2008 y 2013, que supuso una pérdida de poder adquisitivo del 10%, del 17% en el sector público. Mientras, el año pasado se publican los datos del Ibex y las empresas cierran un año 2021 con récord histórico de beneficios. Y, durante este año 2022, la economía sigue creciendo. ¿Entonces, cómo se reparte la riqueza? Porque esa es la pregunta que tiene que hacerse un sindicato. Aquí la riqueza se está repartiendo cada vez de una manera más injusta, las rentas del trabajo van cogiendo una parte de la tarta de la economía más pequeña, la desigualdad está aumentando, y cuando se ve de dónde se recauda, la recaudación recae cada vez más en las rentas del trabajo. Entonces, claro, esto es todo un saqueo orquestado a los trabajadores. Las empresas están forrándose, ganando lo que nunca han ganado, cuando la gente cada vez tiene más difícil poder llenar el depósito o poder pagar la factura de la luz.
Habla de saqueo orquestado por parte de las empresas. ¿Es con la connivencia de los Gobiernos?
Claro, claro. Es evidente que hay una permisividad, hay una supeditación desde el poder político de todos los Gobiernos al poder económico. Eso es algo que el sindicato siempre ha denunciado. ¿Hoy quién manda en la economía? El propio Gobierno de Pedro Sánchez dio un paso para ir a una regulación diferente de la tarifa eléctrica, después rectificó y volvió a la posición de inicio. Y eso demuestra que son esas empresas las que controlan la economía. Son las que van decidiendo qué políticas se hacen. Pero ha sido así durante los últimos años. Eso no es ningún secreto.
¿Y cree que las empresas condicionan también la política fiscal?
No hay más que ver qué política fiscal se hace en las haciendas vascas. Las empresas, cuanto mayores son, menos pagan. Y las empresas aquí pagarán dentro de poco nada. Está muy claro. Es decir, hoy nadie de la política, desde las instituciones que gobiernan, levanta la voz contra ese tipo de prácticas, porque dan por sentado que quien manda son esas empresas.
ELA ya había dicho que no se iba a sentar en ningún tipo de pacto de rentas para negociar subidas salariales. Este jueves se han roto las negociaciones de CCOO y UGT con la CEOE para pactar subidas salariales. ¿Puede abrirse ahora la posibilidad de unidad sindical en la negociación colectiva?
No. No veo por dónde. Aunque esa reunión haya terminado mal ellos defienden ese modelo. Es un modelo de entender que los sindicatos juegan un papel principal o casi estelar en determinadas mesas que están muy alejadas de la clase trabajadora y donde ellos creen que el sindicato ejerce una presión que después no se traslada a la realidad. Nuestro modelo es un modelo diferente, es un modelo que apuesta por la confrontación y por la organización de los trabajadores como única manera efectiva de cambiar las cosas. Y la experiencia nos va diciendo que eso es así. Evidentemente no es fácil, porque cuesta mucho. Salir de la precariedad cuesta. Las empresas y el Gobierno te van a poner todas las resistencias que puedan para lograr buenos acuerdos. Pero las trabajadoras del Guggenheim que son limpiadoras han conseguido un 20% de salario más. ¿En qué mesa de diálogo social se puede esperar eso? Por eso digo que la negociación colectiva es mucho más que el IPC y tiene que ver con solucionar la precariedad. Hay sectores en los que la referencia del IPC, que en este caso sería un 6,5% puede ser insuficiente, o en subcontratas donde hay una brecha salarial del 20%. Esas peleas te llevan a ser mucho más más exigente en esa negociación colectiva. Nosotros estamos en otro modelo que no es el de CCOO y UGT y la patronal, que es un modelo que en la reforma laboral ha evidenciado donde están sus límites y que ha permitido que la patronal siga teniendo los mismos mecanismos de flexibilidad que tenía antes.
La reforma laboral maquilla la precariedad y eso es una práctica antisindical porque no lleva más que a la desmovilización y a generar una idea de que las cosas no están tan mal
Ahora está subiendo la contratación indefinida y se dice que es gracias a la reforma laboral.
Claro, pero no se está diciendo toda la verdad. Nosotros no decimos que eso no vaya a tener un efecto. Sí, pero no es un efecto tan espectacular como dicen. La ministra que lideró el acuerdo, Yolanda Díaz, dice que esto es espectacular. Nosotros no compartimos esa afirmación porque esta reforma lo que va a hacer en una parte importante es cambiar el nombre de la precariedad. Es decir, ahí hay contratos que no vamos a modificar, como los de la construcción. Que ahora le van a llamar los contratos fijos de la construcción, pero es igual que antes. Lo que pasa es que le han cambiado el nombre y estadísticamente figura en el cajón de los contratos fijos. Luego está el contrato fijo discontinuo, que esta es la gran trampa de esa reforma, porque eso antes se hacía para ocupar labores estacionales, cuando se estaba empleado durante una parte del año. Ahora eso no es así. Ahora, otro tipo de contratos, por obra o servicio o subcontratas se pueden meter ahí. Y luego están los contratos parciales también. Claro, si va sumando a los contratos parciales los fijos discontinuos y los contratos de la construcción pues te da que más de la mitad de esos contratos que se dicen hay fijos tienen elementos de precariedad. Para nosotros la reforma maquilla la precariedad y eso es una práctica antisindical porque no lleva más que a la desmovilización y a generar una idea de que las cosas no están tan mal. Y eso no es lo que el sindicato ve todos los días. Aquí viene gente con muchos problemas.
¿No ve nada bueno en la reforma laboral?
No, tampoco he dicho eso. Nosotros hemos hecho una lectura muy crítica de esta reforma por diversas cuestiones. La primera porque no se ha dicho nunca la verdad. Criticamos que en este caso dos formaciones políticas, tanto el PSOE como [Unidas] Podemos, fueron a las elecciones con un programa que decía que iban a derogar la reforma laboral. Eso no es lo que se ha hecho. Y la propia ministra de Trabajo, hasta tres semanas antes de aprobarla, seguía repitiendo que iba a derogar la reforma laboral. ¿Cómo vas a derogar la reforma laboral sentándote con la patronal? Al final no han tenido muchos reparos en mentir. Esta reforma tiene algunos elementos positivos, como el tema de recuperar la ultraactividad de los convenios y puede tenerlo también en una parte de la contratación. Pero no evidentemente con esa espectacularidad de la que se habla. Porque no ha hecho desaparecer la precariedad y no ha tocado nada del capítulo del despido que sigue siendo tan fácil y tan barato como antes. Y luego está una de las demandas que este sindicato, como sindicato independentista, tenía respecto a que no se nos imponga la precariedad vía convenios estatales, que los convenios que se negocian aquí se respeten.
¿Cree que la crisis trasla pandemia y ahora con la guerra de Ucrania está sirviendo a las empresas de disculpa para empeorar las condiciones de los trabajadores?
Sí, pero creo que quien está haciendo una utilización de este argumento más interesada son los Gobiernos. Gobierno y patronal comparten en la práctica el discurso, pero quien más se ha significado en este discurso de que ‘todo es culpa de la guerra’ son los gobiernos, tanto de Sánchez como como de Urkullu. En parte todo tiene que ver con un interés en rebajar las posiciones reivindicativas y hacernos creer que todo es inevitable y que no se le puede dar la vuelta. Antes hablamos del IPC, pero hay sectores tan importantes como el Metal de Gipuzkoa, que es uno de los que más trabajadores emplea, que ha subido el IPC porque lo teníamos firmado. Nosotros decimos que no queremos un pacto de rentas sino buenos convenios. Pero los convenios no caen del cielo y hay que pelearlos. Cada año cerramos más de 300 acuerdos en este país y son acuerdos con contenidos y con negociación real. Nada que ver con esas mesas donde no hay negociación, prácticamente se impone la agenda que quiere el gobierno o la patronal.
Se supone que a esas mesas las partes van a negociar, a intercambiar pareceres y llegar a acuerdos.
Usted lo ha dicho, se supone. ¿Dónde vamos nosotros con el intercambio de pareceres? ¿Qué le decimos a los trabajadores y trabajadoras? ‘Tranquilas, que vamos a intercambiar los pareceres’. Hay una diferencia entre el diálogo y la negociación real. Y en esas mesas no hay negociación real. ELA no va a legitimar mesas donde el Gobierno quiere hacer propaganda dando una falsa normalidad.
ELA no va a legitimar mesas donde el gobierno quiere hacer propaganda dando una falsa normalidad
Queda claro entonces que no se va a ver nunca a ELA sentada en la mesa de diálogo social vasca.
No, no. Nosotros no. Este es el sindicato mayoritario de este país y llegamos a acuerdos. Pero la diferencia está en los contenidos. Las mesas deben tener contenido. No puede ser para quedarnos en un diálogo sin contenido. No queremos formar parte de una ficción o legitimar mesas que no tienen contenido y que están controladas por la patronal. Porque la patronal, si está en la mesa, es porque la controla. Si no, no van.
Los llamamientos desde el Gobierno son constantes para que se sumen.
El Gobierno quiere hacer propaganda dando una falsa normalidad. Le gustaría ir a esa mesa y en vez de tener un foro antidemocrático como tiene ahora, ya que solo van el 28% de los sindicatos, para anunciarlo por la radio como se anuncia, le gustaría sacarse una foto para decir que aquí el diálogo funciona. Pero nosotros saldríamos de esas reuniones y no habríamos sacado nada.
Ahora el sindicato LAB se plantea volver a los órganos sociolaborales en los que no está, como tampoco está ELA.
Hemos estado en todos los órganos de participación en este país, Osalan CRL, Hobetuz, CES… Y hemos acabado saliendo de todos. Para ELA no ha cambiado nada. Si ha cambiado algo será la posición de LAB. Esos órganos siguen siendo mesas sin ningún tipo de contenido.
¿Qué le parecen las medidas que se han tomado por parte del Gobierno vasco para paliar los efectos de esta crisis de la guerra y de la pandemia?
Pues fíjese de dónde viene el Gobierno vasco en la pandemia: de ahorrar. Tiene casi 1.900 millones de euros. Entonces, ¿qué tipo de medidas han llevado cabo? ¿Qué ha hecho en Osakidetza? ¿Qué han hecho las diputaciones con las residencias? No han hecho nada. Lo peor es que se han dedicado a ahorrar, y esto es muy grave, porque mide cuál es el nivel de esfuerzo y de preocupación real de un Gobierno sobre la sociedad. Eso no es lo que la media de los Gobiernos europeos ha hecho. Y en esa parte el Gobierno vasco ha dado una peor nota, incluso peor que la del Estado español y el Gobierno de Sánchez. El dinero que tiene el Gobierno no lo invierte, lo va ahorrando. Y claro, entonces, como tienen caja, para qué van a hacer una reforma fiscal si ya tienen dinero. Ese es el truco. Como no gastan lo que hay que gastar, así no hacen una reforma fiscal para incomodar a sus amigos de la patronal. Pero es necesario obtener más recursos para dos cosas. Primero, porque cuando se recauda más de aquellas empresas y de aquellos que más tienen se está repartiendo la riqueza de una determinada manera. Pero también porque este país va a necesitar muchos recursos para hacer frente a los retos estratégicos que tiene por ejemplo el cambio de modelo productivo, el tema energético, tener una política también de relocalización de empresas. Son cuestiones que deberían de estar marcando la agenda de preocupaciones que nosotros no vemos por ningún lado.
¿Y cómo debería ser la fiscalidad para ELA? ¿Subir el Impuesto de Sociedades?
Habría que tocar muchas cosas, pero no sería un mal comienzo empezar por ahí. Si buscásemos ahora igualar la presión fiscal de la CAV con la de Europa estaríamos recaudando más de 5.000 millones más. Solo con tocar el impuesto de sociedades serían unos 800 millones también. Entonces, claro, el impuesto de sociedades es uno de los que más directamente más aportación te da. Una de las propuestas que el sindicato está haciendo durante estos meses como medida urgente para hacer frente a la crisis es poner en marcha un recargo a las empresas de manera urgente de un 25% sobre los beneficios, porque las empresas tienen cada vez más beneficios pero cada vez tienen menos presión fiscal. Ahora el que más tiene, es el que menos paga. Y a los trabajadores no les sube el salario y esto conduce a una sociedad más pobre. Y nos preocupa que este tema fiscal no está presente en la agenda de la izquierda de este país. Cuando hablamos de la izquierda nos referimos a EH Bildu y a Elkarrekin Podemos[-IU]. No está ni en los acuerdos que se hacen ni de una manera muy vehemente en sus en sus discursos. El sindicato va a seguir insistiendo en esta cuestión como un tema central.
Habla de subir impuestos, pero hay una presión por parte del empresariado para que se bajen siguiendo el modelo Ayuso.
Que no está tan alejado del que tenemos aquí. Aquí y en Navarra hay otras competencias y el impuesto de sociedades más bajo de toda Europa está en la Comunidad Autónoma Vasca y en Navarra. Entonces, claro, los empresarios por medio de sus 'lobby', como sucede con Zedarriak y estas cosas que han salido últimamente, con sus informes, presionan y le dicen al Gobierno ‘estamos contentos con lo que están haciendo ustedes, pero vayan un pasito más allá a la siguiente estación’. Y la siguiente estación está en el Madrid de Ayuso. Claro, hay pruebas evidentes también de qué implica eso, de cómo se acaba descuidando la Sanidad, los servicios públicos y lo que supone la falta de cohesión social en una sociedad. Yo creo que la patronal de este país tiene muy poco de que quejarse.
Como dice, los empresarios se quejan de básicamente de las condiciones laborales y de la fiscalidad como 'handicap' para instalarse en Euskadi. Y si no hay empresas que se instalen aquí tampoco hay trabajo...
Claro, y no se quejan, por ejemplo, de la falta de política industrial. ¿Por qué no se quejan de eso? Si la única política industrial para este país va a ser la de bajar impuestos a los empresarios tenemos un problema muy serio.
¿Cree que no hay política industrial?
No, no hay. Y ha habido casos muy graves, como lo que ha pasado en este país con Euskaltel. O la falta de inversión en La Naval. Este Gobierno ha tenido oportunidades para demostrar que hacía una defensa del arraigo de determinadas empresas que habían sido promocionadas con dinero público, como Euskaltel, que era un ejemplo exitoso de una empresa que con dinero e impulso públicos acaba teniendo una implantación en el país y genera un nivel de empleo y de riqueza. La han vendido a una multinacional y en el camino determinadas personas también ligados a partidos como el PNV han hecho negocio. Eso es lo que ha pasado. Y en empresas como La Naval, donde había una oportunidad para invertir, es evidente y lo han dejado pasar. Entonces, ¿cuántas empresas nuevas se han creado en este país en los últimos diez años? Basar una política industrial en la sola bajada de impuestos te va a llevar a un punto muy peligroso. Y el impulso de estas políticas está muy ligado al tema de la fiscalidad que hablábamos antes porque tiene que haber aquí un gran impulso público para abordar los tiempos que vienen, porque, claro, el sector privado no va a liderar determinados desafíos. El sector privado responde a los beneficios de cada consejo de administración. El desafío que hay en el cambio de modelo energético en el tema de hacer la transición energética, en qué tipo de economía vamos a hacer qué, cómo y dónde vamos a producir. Eso debe tener un liderazgo público. Y ese liderazgo público nosotros no lo vemos por ningún lado.
La Administración pública tiene unas tasas de temporalidad mucho más elevadas todavía que el sector privado. Desde ELA están siendo muy críticos con el tema de la consolidación de los interinos.
Es que de los tres mayores ámbitos que gestiona directamente el Go0bierno que son Osakidetza, Educación y la Administración Autónoma, que son 45.000 trabajadores, lo que están diciendo es que va a estabilizar sólo a un 20% de trabajadores. Estamos haciendo una evaluación relativamente positiva de cómo va la negociación en el ámbito de los ayuntamientos. Pero con el Gobierno vamos a tener diferencias muy importantes en cuanto a las plazas a sacar, porque hay una ley que dice que la eventualidad tiene que ser del 8%. Lo que pasa que es que pretenden hacernos creer que lo normal es que haya un 57% de eventuales. Es muy grave lo que ha pasado. La gente no sabe que cuándo vas a un hospital o un centro de salud, la mitad de los que te están atendiendo son interinos. ¡En un servicio público! Claro, la patronal en esa parte suele sacar pecho y dice ‘qué me dicen a mí de la eventualidad, mire las administraciones donde están’. Siempre hay uno peor para poner en la foto y para nuestra desgracia ponen a la administración pública, que debería ser ejemplo de condiciones de trabajo.
¿Qué pasa con la siniestralidad laboral que este año está siendo especialmente trágico?
Se pretende actuar en el campo de la salud laboral como si no existiese la precariedad, esos bajos salarios, esas condiciones, la presión con la que trabaja la gente… La mitad de los accidentes de trabajo se dan en los dos primeros meses. ¿Qué tipo de formación hay entonces? Aquí hay muchos empresarios que tienen muy poco miedo a que les vayan a pillar. Incumplir las medidas de seguridad les sale muy barato. Se junta un mundo del trabajo muy precarizado, empresas que dicen es casi igual cumplir que no cumplir, porque ver un inspector es casi una ilusión óptica. Y luego la administración, que no pone los recursos ni se toma esto como se tiene que tomar y estamos en una media de 50 muertos cada año. Luego hacen el discurso políticamente correcto, incluso casi a veces se sugiere como si hubiese una especie de corresponsabilidad de los trabajadores, pero la ley es muy clara. Corresponde a la empresa poner los medios para garantizar que la gente no se muera en el trabajo y a la Administración vigilar que eso sea así.
Con ese cóctel de precariedad, problemas en el sector público, negociación colectiva paralizada, ¿se plantean la convocatoria de una huelga general?
El sindicato nunca descarta como hipótesis una huelga general en un momento que queramos reivindicar algo con más fuerza o que haya algún otro ataque o recorte. En el corto plazo no está en nuestra agenda. Pero claro, uno no sabe que es lo que está por venir. Se perdió una oportunidad para haber hecho una huelga general contra la reforma laboral antes de la aprobación. Creíamos que era el momento y así se lo plateamos a LAB en su día.
Entonces no se llegó a un entendimiento con LAB. ¿Una posible alianza con este sindicato está ya descartada de forma definitiva?
Creo que ellos mismos lo han dicho. Si se atiende a lo que van diciendo y haciendo, es evidente que vamos por caminos diferentes. Nos ha asombrado lo que han dicho en la última rueda de prensa de su interés en volver a los órganos de participación. Nos ha sorprendido la posición de LAB porque, como he dicho, esas mesas no han cambiado.
ELA no entiende que EH Bildu dé por buenos los Presupuestos de Urkullu y deje al PSN en Navarra hacer lo que quiere
¿Dificultaría también un entendimiento con LAB el hecho de que ahora ELA critique también a EH Bildu?
No es nuevo eso. LAB nos acusa de haberles dejado solos en la vía de un acuerdo que firmamos en el año 2017 sobre un proceso soberanista. Los acuerdos que firmamos con LAB tenían un punto de acuerdo común que era que coincidíamos en que los procesos soberanistas que se abran en este país deben tener un componente social. Y que parte de nuestro trabajo es interpelar y exigir a la izquierda que esa agenda se lleve adelante. ELA sí está en lo mismo que firmó. Y ELA no entiende que una organización como EH Bildu no haga una lectura crítica de los fondos europeos, dirigidos a financiar determinadas empresas y que están condicionados a que hay que pagar con recortes. La propuesta que se hace por parte de EH Bildu de emplazar al PNV para gestionar conjuntamente esos esos fondos a nosotros nos parece un despropósito. Creemos que el papel de un partido de izquierdas debería ser otro, en nuestra opinión. No entendemos tampoco que, en una situación de pandemia, con las necesidades que hay y cuando el gobierno se está dedicando a ahorrar, se llegue a un acuerdo presupuestario para en este caso comprometer su abstención, dando por bueno el presupuesto. Y cuando el Gobierno de Urkullu te está diciendo que está ahorrando, que no quiere hacer ninguna reforma fiscal, que no cambia las políticas públicas, ¿cuál es el mensaje en este caso que lanza EH Bildu? Tampoco compartimos que en Navarra no haya una mínima tensión para plantear debates como el de la fiscalidad. Ahora están en huelga las trabajadoras de las escuelas infantiles. Son mileuristas. Está gobernando el PSN y Podemos con el acuerdo de EH Bildu. Y esas cosas están ahí. Y no cambian. Las residencias hoy están también en huelga. Y hoy por hoy las decisiones que se han tomado además en el tema fiscal son precisamente para ir en la misma dirección que llevaba UPN. La de eliminar el impuesto de patrimonio y cuestiones de ese tipo. Entonces decimos aquí: ¿qué papel juega la izquierda en este país? ¿Quién levanta la voz ante estas cosas? El sindicato tiene una autonomía que es la que le dan los 100.000 afiliados y afiliadas que tiene para poder criticar y plantear propuestas. Lo mismo criticamos a Urkullu, lo hacemos en aquellas cuestiones en las que creemos que la izquierda no está a la altura de lo que la situación requiere.
¿Y qué le parece que ahora EH Bildu esté salvando las votaciones de Pedro Sánchez en el Congreso?
Lo que creemos que hay que mirar más son los contenidos. Y cuando miramos los contenidos no encontramos cosas de verdad. No encontramos una tensión. Nosotros entendemos, como puede pasar en Navarra, que no es una cuestión menor, sabemos cuáles son las alternativas posibles a esos gobiernos. Pero claro, ser consciente de eso no significa que termine tu acción política. Tendrás que ser capaz de meter una determinada tensión, de hacer un discurso también crítico con algunas cosas. Y esa falta, a veces de tensión, es la que echamos en falta.
Si cae el Gobierno de Sánchez puede ganar el PP y subir Vox.
Es una posibilidad, pero, claro, uno no puede limitar su acción política a que el que Gobierno haga lo que quiera, que es lo que está pasando, por ejemplo, con EH Bildu en Navarra donde un partido con 11 parlamentarios hace prácticamente hace lo que quiere. La acción política tendrá que ser otra cosa, plantear propuestas, mantener una tensión política, decir qué cosas está bien y cuáles no.
¿Cree que EH Bildu está disputando el espacio electoral al PNV?
Sí, creo que hay una parte de intentar homologarse a una realidad institucional donde una parte de su estrategia tiene que ver con ganar un poder electoral que hoy no tiene. Esa es la parte que nos preocupa. Cuando en este caso la izquierda de este país se parece cada vez más a la derecha, evidentemente no es una buena noticia para un sindicato. Eso no quiere decir que electoralmente no sea rentable, pero no responde a nuestras reivindicaciones ni a lo que creemos que hay que hacer en este país.
¿Cree que no hay oposición?
Echamos en falta referencias y alternativas. En medio de una pandemia, cuando el gobierno ha ahorrado 1.900 millones, que desaparezcan referencias de izquierda de oposición que denuncien eso es un problema. Cuando apoyas los presupuestos del Gobierno un partido queda inhabilitado como oposición porque el Gobierno te lo va a recordar. Y eso es lo que nosotros echamos en falta. Referencias alternativas y sobre todo hacer ver que es posible un modelo de sociedad diferente.
Dice que echa en falta referencias en la oposición. En alguna ocasión algún dirigente del PNV ha instado a ELA a presentarse a las elecciones si lo que quiere es hacer política. ¿Se lo plantean?
ELA se presenta a las elecciones y las ganamos. Nuestras elecciones son las sindicales. Tenemos un 41% de representación. Pero eso en el fondo muestra una concepción bastante mejorable desde el punto de vista democrático. Eso quiere decir que hay algunas personas que sólo entienden la participación política y su legitimidad en las elecciones institucionales y políticas. Y claro, para nosotros la sociedad no termina en las instituciones. Y en una concepción además muy del republicanismo, una sociedad civil activada, viva y dinámica es un activo de una sociedad. Y hoy los sindicatos somos parte de una democracia. Nosotros solemos decir es que no hay democracia sin sindicatos ni sin huelgas. La huelga es un elemento de una democracia. Pero claro, hay alguna gente que le gustaría que la democracia tuviese algunos capítulos menos. La patronal también nos suele acusar de esto, pero es su concepción bastante mejorable de la concepción democrática, de que solo se puede opinar y se puede participar en política cuando se está en las instituciones. Pero insisto, nosotros nos presentamos a las elecciones y las ganamos. El problema es que eso no les gusta, y no les gusta lo que decimos porque les gustaría, en este caso, que la mayoría del movimiento sindical en este país estuviese adormecida y que, como pasa en otros sitios, actuáramos más desde la connivencia con el gobierno.
¿Cómo están las relaciones con el lehendakari? Yo no sé si se han reunido alguna vez.
No.
Urkullu es una persona que tiene dificultades para asumir en una democracia, la natural y normal crítica política
¿Ni siquiera una visita de cortesía tras la reelección?
No, no. El sindicato y personalmente yo nos reunimos prácticamente con todos los partidos y todas las organizaciones, a excepción del PP y de Vox. Pero el lehendakari hizo público y además nos mandó una carta en su tiempo diciendo que no quería reunirse porque no está de acuerdo con lo que pensamos y lo que hacemos. Creo que tiene mucho que ver con su talante, pero en el fondo no comparte que digamos y hagamos lo que hacemos porque no le gusta nuestro papel de oposición, porque evidentemente también desarrollamos una oposición desde el plano sindical y hablamos de política, y denunciamos lo que pasa con la interinidad, denunciamos lo que pasa con las subcontratas, con la fiscalidad. Eso no le gusta. Pero somos el mayor sindicato de este país, con 100.000 afiliados y afiliadas. Pero tiene que ver más con su carácter, porque Urkullu es una persona que tiene dificultades para asumir en una democracia la natural y normal crítica política.
¿Con Idoia Mendia en el departamento de Trabajo han cambiado algo las relaciones?
Aquí hay que diferenciar dos cosas. Una, si existe o no esa interlocución y diálogo, y luego, si eso da para algo. Mendia nos llamó cuando fue nombrada vicelehendakari y hemos estado con ella dos veces a lo largo de la legislatura. Y, bueno, existe una interlocución donde el sindicato dice lo que de lo que piensa y punto. Y a partir de ahí, evidentemente eso no se traslada a que cambien las políticas en algo. Estamos pidiendo cosas muy concretas, a veces en temas tan preocupantes como la siniestralidad laboral, para que se doble la actual. plantilla de inspectores para hacer frente a eso, pero no tenemos nada encima de la mesa. La diferencia está en que por lo menos hay una interlocución y un diálogo que con el lehendakari no es posible.