“Mandela tenía claro que la paz se hace con el rival. ¿A qué espera #Rajoy para hacerla con @ArnaldoOtegi?” Este era uno de los primeros tuits de ayer por la mañana, de los muchos que inundaron la Red desde el fallecimiento la noche anterior del líder sudafricano antiapartheid y referente mundial por la reconciliación entre blancos (opresores) y negros (oprimidos). Fue retuiteado de inmediato por la persona que maneja la cuenta de Twitter del secretario general de Sortu, Arnaldo Otegi, una cuenta muy activa que utiliza el euskera, el castellano, el francés, el catalán, el gallego y el inglés y que sirve como altavoz mediático de la izquierda abertzale.
Independientemente de la marca histórica que haya podido presentar el mundo político que nunca ha condenado la violencia terrorista de ETA -HB, EH, SA, PCTV...- la habilidad para el agit-prop ha sido una marca de la casa. Y las nuevas tecnologías y las redes sociales no han hecho sino servir de altavoz sin fin para sus objetivos políticos. La cuenta de Twitter de Otegi es buena muestra de ello.
Atentos siempre a la iconografía que funciona y los elementos publicitarios al servicio de la causa, los independentistas han cogido al vuelo ideas que ya funcionaban por ahí para llenarla de contenido. Cuando la causa Palestina estaba en pleno auge, Otegi presentaba Pamplona, la capital de Navarra, como “la Jerusalén vasca”. Si el referente internacional pasaba a ser el proceso Irlandés, se buscaban los paralelismos que pudieran servir para Euskadi: por ejemplo el reconocimiento de la capacidad de decidir de los irlandeses recogido en el Acuerdo de Viernes Santo -firmado en 1998 en pleno proceso del Pacto de Lizarra- y que supuso el comienzo del fin del conflicto violento entre unionistas y republicanos irlandeses. De hecho, Otegi ha usado en infinidad de ocasiones esa terminología, la del unionismo, para referirse al Estado español y los partidos unionistas (PP, PSOE) que han “negado a los vascos su derecho a ejercer el derecho de autodeterminación”.
Sudáfrica también ha sido otro de los referentes históricos utilizados por Batasuna para mirarse en el espejo. Durante el proceso de alto el fuego permanente de 2006, en varias ocasiones delegaciones de esta formación viajaron hasta la patria liberada de Mandela para buscar enseñanzas de un proceso que tiene incluso menos similitudes que el caso Irlandés, algo más cercano al vasco aunque también alejado de la realidad del conflicto violento en Euskadi.
Cuando Mandela celebró en junio de 1988 su 70 cumpleaños con un macrofestival en Londres, el número de preso que tenía Madiba en la cárcel sudafricana de Robben Island -46664- coronaba el escenario por el que pasaron las estrellas del momento en el panorama musical. Cuando Otegi entró en la cárcel, meses antes de la operación de Segura en la que la Policía detuvo en octubre de 2007 a los dirigentes de la izquierda abertzale bajo la acusación de intentar reconstruir la ilegalizada Batasuna, la maquinaria del agit-prop independentista comenzó a pergeñar la nueva bandera mediática en favor de la liberación de su líder. Y fue poco después cuando recuperaron la idea del movimiento sudafricano y activaron la campaña en favor de la libertad de Otegi. Así nació el 8719600510, Askatu!, el número de preso del dirigente independentista.
Pero el instrumento utilizado para tal fin no modifica la realidad de las cosas. La credibilidad política de Otegi fue sepultada entres los cascotes de la T-4 de Barajas, con el atentado de ETA que arruinó el proceso de 2006. El líder abertzale tardó más de un año en darse cuenta de que o convencían al mundo de las pistolas -al que habían rendido pleitesía desde Txiberta- de que la violencia “sobraba” o acabarían en la cárcel y sin proceso alguno entre las manos. Al final pasaron las dos cosas: ETA tuvo que admitir que su tiempo se había acabado y declaró el cese definitivo del terror un 20 de octubre de 2011 y Otegi acabó entre rejas. Pese a que ya está admitido en círculos políticos que su papel para que la estrategia político militar pasara al baúl de la historia fue destacado.
Y así siguen las cosas. ETA, en silencio; y Otegi, perdiendo las batallas judiciales que le impiden salir a la calle con el puño en alto, como Madiba. La última, el pasado 29 de noviembre, con la oposición de la Fiscalía a amparar a los cinco condenados por el caso Bateragune en el recurso presentado ante el Tribunal Constitucional contra la sentencia del Supremo que mantiene a Otegi en prisión. No hay duda de que la muerte de Mandela activará -ya lo ha hecho- la campaña en favor de la libertad del líder más mediático que ha tenido la izquierda abertzale desde 1998. Al tiempo.