Pablo Benegas y la lucha por la paz frente al bulo que vinculó a La Oreja de Van Gogh con ETA: “Fue doloroso y generó dudas”

Maialen Ferreira

Bilbao —

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En una época en la que las redes sociales no existían, los bulos circulaban por Internet a través de los correos electrónicos. Uno de esos correos con miles de reenvíos a principios de los 2000 relacionaba a la exitosa banda de pop La Oreja de Van Gogh con la banda terrorista ETA. Años después de aquello y de una trayectoria que abarca las últimas tres décadas, Pablo Benegas (1976, Donostia) abre la puerta a sus recuerdos como hijo del histórico dirigente del PSOE y secretario general del PSE-EE, José María “Txiki” Benegas, en la Euskadi de los años de plomo en la que tanto él como el resto de los miembros de su banda, se manifestaban por la paz y el fin del terrorismo.

“Después de lo que habíamos vivido y lo que estábamos pasando todavía en los 2000 sale un bulo que dice que nosotros participábamos de la financiación de ETA y les apoyábamos ideológicamente. Fue muy doloroso para nosotros el hecho de vernos metidos ahí y las dudas que se crearon en muchas personas, en promotores de conciertos y en ayuntamientos de toda España”, reconoce Benegas en una entrevista con este periódico en la que el músico habla del pasado del grupo, de la marcha de Amaia Montero y llegada de Leire Martínez, de la violencia de ETA y el odio que aún sigue vigente en la sociedad y de los costes de la fama. Temas que trata en su recién presentado libro Memorias, en el que relata toda una trayectoria vital y musical.

¿Cuándo y por qué sintió la necesidad de escribir este libro?

Cuando terminamos la gira de 2022, una gira muy intensa, nos dimos un tiempo para descansar y volver a recuperar momentos con nuestras familias. Ahí empecé a escribir, a hacer memoria y a repasar momentos de mi vida que necesitaba ordenar.

¿Qué ha sido lo más complicado de volver a ese pasado?

Ha habido momentos de mi vida que me he dado cuenta que no había procesado, que no había digerido y los había dejado ahí. Incluso algunos que casi ni los recordaba. Al volver a filtrarlos por mi corazón la verdad es que ha habido momentos duros, pero ha sido terapéutico y me ha permitido entender muchas de las cosas por las que pasé. Eso me ha ayudado a perdonarme y a poder mirar hacia el futuro de otra manera.

¿Por qué le ha ayudado a perdonarse?

Porque hubo momentos en los que sentí vergüenza por cosas que no debería haberla sentido. Cuando reflexiono sobre ello y profundizo, me doy cuenta de que tengo que perdonarme porque no fue mi culpa y no tenía que haber sentido aquello.

Se refiere a cuando aparecieron unas pintadas con su apellido dentro de una diana y, según asegura, sintió miedo por un lado, pero también vergüenza. ¿Cómo vive esas situaciones un adolescente?

Era adolescente, con todas mis inseguridades y sentí la mirada del odio, que es una mirada devastadora, que te anula, con una violencia tremenda, porque el que mira con odio está muy convencido de lo que hace y tiene seguridad en su odio. Fueron momentos difíciles, pero lo que yo viví no es nada único. Por ahí pasamos muchos hijos de dirigentes y cargos electos, sobre todo del PP y del PSOE, pero también del PNV.

Su madre le decía que cuando saliese a la calle no se olvidara de quién era su padre. ¿A qué se refería?

Me recordaba que tenía que ser uno más. Que tenía que intentar pasar desapercibido. Que tenía la suerte de vivir cosas que mis compañeros de clase no y que no tenía que alardear de ello ni sentirme más porque mi padre fuera una persona pública o conocida. Eso también me hizo ser reservado, me hizo no compartir mi vida privada y ser muy celoso de mi intimidad.

Es importante que mis hijos entiendan que por las calles donde ellos hacen vida, cogen un autobús para ir al colegio o quedan con sus amigos, se mataba por pensar diferente

En una entrevista con este periódico, en 2021, señaló que usted forma parte de la primera generación de padres de niños que han crecido sin la violencia de ETA y que tienen la responsabilidad, como padres, de contar a sus hijos “qué pasó, pero sin rencor, dejando atrás la sociedad dividida”. ¿Ese ha sido el aliciente para hacer realidad este libro?

Sí, a mis hijos los he tenido muy presentes cuando escribí el libro. Es importante que entiendan que por las calles donde ellos hacen vida, cogen un autobús para ir al colegio o quedan con sus amigos, se mataba por pensar diferente y hubo personas que se jugaron la vida por defender sus derechos y libertades. Es necesario contar todo eso porque el odio, que fue el origen de todo aquello, sigue ahí. Es un odio que esta sociedad tiene que conseguir drenar y tirar por la borda. Vivimos en un momento en el que ese odio está más presente que nunca a todos los niveles y me parece que una sociedad como la nuestra, que ha pasado por lo que ha pasado, no debería permitirse que ese odio siguiera pasando de generación en generación. Tenemos que conseguir sacarlo de aquí.

¿De qué manera está presente ese odio del que habla?

Se ve en la calle, en las noticias. Hay una deshumanización del otro y un tono, sobre todo en política, que es el origen de ese odio. Por ahí se empiezan los grandes desastres y las experiencias tan traumáticas que hemos vivido aquí. Cuando empiezas a deshumanizar a tus vecinos, a tus compatriotas, a verlos como enemigos, nada bueno puede salir de ahí.

En los años en los que la violencia de ETA seguía activa participó en manifestaciones por la paz cuando parte de la sociedad guardaba silencio.

Había una anestesia colectiva. Cuando la violencia se convierte en costumbre, cuando el asesinato se convierte en algo cotidiano, se genera una anestesia colectiva. Es verdad que en la década de los 90 no había mucha gente que saliera a la calle a manifestarse y eso es algo que mis compañeros y yo no entendíamos.

¿La Oreja de Van Gogh surge con esa búsqueda de la paz?

No, lo que surge es el vínculo que nos une. A nosotros, antes del grupo de música, nos unieron las ganas de formar una plataforma ciudadana, tener una voz, convocar manifestaciones y ser partícipes de una manera activa en ese proceso y en pedirle a ETA que dejara de asesinar. Ahí se genera un vínculo fuerte entre nosotros. Pasar miedo juntos une. A partir de ahí y de otros motivos que cuento en el libro, acabamos juntándonos en un local de ensayo para tocar canciones. Y ahí nace La Oreja de Van Gogh.

A pesar de su lucha activa por la paz, a principios de los 2000 hubo algunos bulos que les llegaron a vincular con ETA. ¿Cómo fue aquello?

Después de lo que habíamos vivido y lo que estábamos pasando todavía en los 2000 sale un bulo que dice que nosotros participábamos de la financiación de ETA y les apoyábamos ideológicamente. Fue muy doloroso para nosotros el hecho de vernos metidos ahí y las dudas que se crearon en muchas personas, en promotores de conciertos y en ayuntamientos de toda España. Teníamos una gira maravillosa con nuestro segundo disco y hubo muchas dudas al respecto. El grupo al que queríamos tanto se vio mezclado en algo así y fue muy doloroso para todos.

¿Cómo surge ese bulo?

De un mail. En aquella época no había redes sociales, imagínate lo que habría sido si las hubiera habido. Fue un correo electrónico de una persona que se inventó un bulo de principio a fin y empezó a enviarse a toda velocidad hasta que llegó a cuestionar muchas cosas de nuestra gira y a ponernos en una situación muy complicada.

¿Llegaron a cancelar algún concierto por ese bulo?

No recuerdo exactamente si hubo alguna cancelación, pero sí hubo muchas llamadas a nuestra oficina de management preguntando qué era eso y qué había pasado. Los ayuntamientos podían meterse en un lío si eso fuese verdad. Tener que estar desmintiéndolo y realizar entrevistas hablando de aquello para nosotros fue muy doloroso, porque lo que queríamos era hablar de música, de nuestros proyectos, giras y conciertos.

¿Cuándo fueron conscientes de la fama que estaban adquiriendo?

En los primeros años no asimilábamos lo que estaba pasando. Las cosas eran tan grandes y tenían una dimensión que era muy difícil de entender por su profundidad. Disfrutamos mucho y lo recordamos con cariño, pero no entendíamos bien la dimensión de todo.

El momento en el que Amaia nos comunicó que quería empezar su carrera en solitario fue el momento más duro que hemos vivido como grupo

¿Afecta de alguna manera a la salud mental la dimensión que adquirió su fama?

Puede ser, pero yo creo que el éxito no te cambia, te da el poder de ser realmente quien eres o de ser quién siempre has querido ser. Si por lo que sea no estás bien, puede agudizar todos esos síntomas, pero no es algo que te cambie de la nada. Una persona generosa con éxito va a ser mucho más generosa. No creo que una persona generosa se vaya a volver egoísta con el éxito.

Un momento complicado de la banda fue la marcha de Amaia, la vocalista del grupo, y encontrar a Leire para que la sustituyera. ¿Cómo recuerda aquello?

El momento en el que Amaia nos comunicó que quería empezar su carrera en solitario fue el momento más duro que hemos vivido como grupo. Lo entendimos perfectamente y nosotros también teníamos derecho a seguir. Entonces, encontramos a Leire, que fue lo mejor que nos podía haber pasado y, después de 17 años aquí seguimos. Fueron momentos difíciles que nos llevaron a entender cuál era el origen del grupo, por qué nos habíamos juntado diez años antes a tocar en un local de ensayo. Volvimos a esas raíces, al local de ensayo a tocar y escribir canciones sin ninguna pretensión, por la necesidad de contar historias. Fue algo importante para entender el grupo y mirar hacia el futuro.

¿En qué situación se encuentra ahora el grupo?

Estamos en medio de una gira de festivales. Algo que no habíamos hecho nunca, pero teníamos ganas. Es una gira exigente porque estamos acostumbrados a tocar frente a nuestro público y toda la gente que está en los festivales no es nuestro público, pero nos apetecía el reto. Tenemos mucha confianza en nuestro repertorio, nuestro directo y nos apetece tocar frente a esa gente que nunca se hubiera acercado a ver un concierto de La Oreja de Van Gogh.

¿Con qué momento de La Oreja de Van Gogh se quedaría?

Con las primeras veces. A pesar de haber ganado premios importantísimos me quedo con el primer premio que ganamos en nuestra ciudad, en un concurso local, el Concurso Pop Rock Ciudad de San Sebastián de 1997 que celebramos con nuestra familia en la playa de Ondarreta, en Donostia. Fue un momento emocionante, de esos que te marcan y que siempre vamos a recordar.

¿Y una canción?

Qué difícil... Hay una canción que después de tanto tiempo sigue teniendo una vigencia y un sonido que me gusta mucha mucho. Es La playa.

elDiario.es/Euskadi

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