Cuando el pantano del que beben Vitoria y Bilbao se quedó a 21 centímetros de desbordarse

En la semana 48 de 2021, a finales de noviembre, el gran embalse alavés de Ullibarri-Ganboa nunca había estado con un nivel de agua tan bajo para la época del año que era. El estiaje se había alargado demasiado por el tiempo seco de los últimos meses y los niveles de agua no pasaban en exceso del 50%. Pero empezó a llover. Y siguió lloviendo. En la noche del jueves 9 al viernes 10 de diciembre, tras tres semanas de precipitaciones, la ocupación creció del 86% al 92% y ese día llegó a pasar el 98%. El pantano de Urrunaga, conectado con Ullibarri-Ganboa, vivió un episodio similar y llegó al 96%. Ambas balsas de agua, junto a las más pequeñas de Undurraga y Arbina, conforman un complejo sistema que da de beber a la mitad de la población vasca, a Vitoria y su entorno (20%) y al gran Bilbao (80%) con un trasvase por la cuenca del Arratia. Esos días de diciembre hubo inundaciones en la cuenca del Zadorra, como también en otros muchos puntos del Ebro y sus afluentes. Han sido unas crecidas “excepcionales”, como las califica la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE).

“Hemos vivido el ascenso más rápido y más grande que han sufrido los embalses del Zadorra”, confirma José María Sanz de Galdeano, director de Planificación y Obras de la Agencia Vasca del Agua (URA). Lo explica muy gráficamente: el vaso de Ullibarri-Ganboa se quedó a 21 centímetros de llenarse. Hay botellas de agua más altas. Y al de Urrunaga le faltaron 30 centímetros. En los momentos “álgidos” de la borrasca el nivel subía a “cuatro o cinco centímetros” por hora. ¿Qué habría pasado si las lluvias hubieran continuado unas pocas horas más? “Lo que ha entrado... Son casi dos años del consumo total de Vitoria y Bilbao. Desde el 28 de noviembre al 10 de diciembre ha entrado más de la capacidad completa de los dos embalses. Es como si los hubiésemos dado la vuelta enteros y llenado de nuevo”, describe el técnico de URA.

Todo ello obligó a abrir las compuertas de par en par y a desembalsar millones y millones de litros de agua. Sanz de Galdeano -y también las fuentes consultadas en la CHE- defienden que las imágenes de las compuertas soltando lastre -todavía ahora lo hacen- son “contraintuitivas”. No solamente no es eso lo que ha provocado las inundaciones aguas abajo, en los barrios vitorianos de Gamarra, Abetxuko o Asteguieta -un dron de la Ertzaintza mostró una inmensidad anegada-, sino que precisamente ese control de los flujos ha evitado males mayores. “Ha habido daños, claro. Tenemos casas desalojadas y carreteras cortadas. Pero no ha sido una catástrofe. Esto es una gestión arriesgada pero, si llega a llover más y vienen mal dadas, igual no habríamos podido contener el embalse. Hay que estar pendiente constantemente de las manivelas. Como no controles el embalse, llegue al 100% y tengas que soltar todo para no poner en riesgo a la propia presa...”. Sanz de Galdeano no termina esta frase en primera instancia pero, ante la repregunta, afirma que de 135 metros cúbicos por segundo de desembalse máximo igual habría que haber pasado a “250 ó 300”. “Eso es un desastre garantizado, un caudal catastrófico”, garantiza.

La mirada de los alaveses volvió atrás en el tiempo hasta 2003. Entonces el agua se quedó a muy pocos centímetros de desbordar Ullibarri-Ganboa. Incluso más cerca que ahora. Pero Sanz de Galdeano remarca que nunca hubo tanto riesgo como en este final de 2021. Por un lado, aquella crecida no tuvo una acumulación de episodios de grandes precipitaciones como la actual y había más margen para manejar el 'grifo'. Por otro lado, Urrunaga nunca subió tanto. “Están conectados, comunicados por un tubo. Pero ello no permite un caudal suficiente para que sean vasos comunicantes y pueden tener niveles de metros de diferencia. Para definir la curva de garantía del suministro se tiene en cuenta el nivel de los dos. Pero, cuando toca desembalsar, hay que jugar con curvas de vertido diferentes”, indica el responsable de URA. ¿Qué significa esto? Que en 2003 se podía abrir mucho más la compuerta de Ullibarri-Ganboa porque no había un segundo grifo metiendo presión al Zadorra (vía Santa Engracia), algo que ahora no ha sido posible. En los momentos más críticos de la pasada semana, el desembalse fue un 50% mayor porque Urrunaga también se vaciaba al máximo. Además, había que “apretar” en Urrunaga por si Undurraga, que vierte en el Arratia y en el Ibaizabal y con el que está conectado, no permitía soltar más agua -“la cuenca estaba reventando”- y generaba otro tapón por el norte. En esa salida de Undurraga Iberdrola genera energía.

400.000 botellas de agua cada segundo

Sanz de Galdeano no tiene problema en ofrecer el detalle de la operación con sus notas. Las compuertas -recalca- se abrieron el lunes 6 de diciembre, cuatro días antes del momento de máxima alerta. “Nos preguntan por qué no lo hicimos antes y si se podían haber evitado inundaciones tan grandes. Pues es pura ley de la gravedad”, indica. El pantano de Ullibarri-Ganboa está diseñado como una bañera. Si en ella el agua no llega al aliviadero superior, nunca podrá salir agua por allí. Tras varias jornadas lluviosas y los deshielos de las primeras nevadas y con unas previsiones meteorológicas que con claridad marcaban que llegarían intensas precipitaciones, se abrieron las compuertas en cuanto el nivel llegó a ellas. “Mucho antes de lo que por protocolo de garantía de suministro correspondería -se defiende-. Fue exactamente en el momento en el que físicamente el agua podía llegar a las compuertas. Estábamos diez centímetros por debajo del nivel mínimo, que además en diciembre es el más bajo de todo el año. Además, como el sistema estaba muy cabreado, soltamos 60 metros cúbicos por segundo cuando, por protocolo, el máximo era 30”.

Para quienes demonizan al embalse, Sanz de Galdeano recuerda que las primeras inundaciones de este episodio (28 y 29 de noviembre) se produjeron sin la interacción de los pantanos, todavía por debajo de su nivel mínimo. “Buena parte de la cuenca no está regulada porque no pasa por los embalses”, indica. A partir del 6 de diciembre, el nivel de los pantanos crecía a gran velocidad. Hubo momentos en que era como si cada segundo se echaran a los embalses 400.000 botellas de agua. Entre el jueves y el viernes, con algunas zonas ya anegadas, “el Zadorra y el Alegría no bajaban ni a tiros” y fue cuando se alcanzó el pico de 135 metros cúbicos de desembalse, 90 en Ullibarri-Ganboa y 45 en Urrunaga. Luego se bajó el pistón en el segundo, hasta 30, y la velocidad bajó a 120. “Es arriesgado pero hay que tomar decisiones sobre la marcha. Son dos embalses con tres salidas”, admite Sanz de Galdeano, que explica que el pequeño lago de Arbina no juega ningún papel relevante en esta gestión.

Sea como fuere, el agua del Zadorra inundó Gamarra, Abetxuko, Asteguieta y, más allá de Vitoria, otras localidades como Víllodas. URA admite que hay que “dar una vuelta” a la situación de Gamarra. El agua llegó muchos metros más allá del río dentro del polígono industrial y la zona deportiva. En la zona de Abetxuko unas obras han contenido la oleada en la zona de la ribera sur pero en el norte el agua llegó a las casas y locales. “El primer día el agua salió claramente del alcantarillado porque el río no se desbordó”, explica Sanz de Galdeano sobre este episodio. URA ya ha señalado al Ayuntamiento por no haber previsto esta situación. Añade este responsable de la Agencia Vasca del Agua que el segundo día sí se salió el Zadorra y que Abetxuko precisa un muro al norte como el del sur. “Los vecinos se opusieron. Querían llegar al río. Ahora ha sido el río el que ha llegado a los vecinos”, explica gráficamente. Asteguieta, apostilla, es una zona “clarísimamente inundable”.

Unos embalses con historia

El sistema de pantanos del Zadorra, a pocos kilómetros al norte de Vitoria, arrastra una larga historia y se ha convertido en un espacio natural y de ocio además de sus funciones de abastecimiento, control de avenidas y producción eléctrica. El proyecto es de la II República, pero fue ejecutado ya en la dictadura. El dictador Francisco Franco dictó en la década de 1950 la disolución del municipio de Gamboa. Con la inauguración de los pantanos, gran parte de las localidades que lo componían quedaron sumergidas para siempre bajo el agua y las casas que sobrevivieron estaban o aisladas o sin tierras de cultivo. Sus habitantes, en su mayoría, emigraron. Ahora es la mayor lámina de agua dulce de Euskadi y a su alrededor se han generado también actividades de ocio. En el pantano hay playas con bandera azul y un club náutico, establecimientos de hostelería y el montículo de Zuaza es una isla con colonias infantiles. Una observación con 'zoom' desde el aire permite divisar las estructuras de algunos edificios hundidos.

elDiario.es/Euskadi

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