Era pastor en el pueblo vizcaíno de Urduliz y lo llamaban 'José gezurrak', por su predilección por las mentiras. La magnitud de las falsedades que profería era cada vez mayor, siempre tejía una más intrincada que la anterior: de extender cheques falsos pasó a fingir simpatía por la ideología de un agente franquista que le salvó de la deportación; de trabajar para los nazis en la confección de una red de espías en América pasó a vender la información al FBI, que lo empleó como agente doble durante años. La historia de este vasco, al que llamaban 'Bromo' y 'Little Joe', pero cuyo verdadero nombre era José Laradogoitia, con la huella que dejó a su paso por América, es una de las que pueblan estos días el paseo Fray Francisco de Vitoria, en una exposición callejera que se marca como objetivo retratar la vida de aquellas personas que se embarcaron en un viaje al otro lado del charco “sin billete de vuelta” y que dejaron allí su impronta.
Ese viaje, aunque en su caso con el billete de vuelta a mano, lo emprendió también el fotógrafo David Quintas. Las fotografías que venía tomando ya desde 2003 quedaron guardadas en un cajón y ahora las desempolva para esta exposición, 'Basque Way, la huella de los vascos que viajaron a América sin billete de vuelta', con la ayuda del escritor Martín Ibarrola, que pone blanco sobre negro el significado de los doce altos en el camino a lo largo de una travesía de más de 20.000 kilómetros que surca todo el continente americano. “Me impactó la cantidad de imágenes que quedan de la huella vasca y el cariño que la gente tiene todavía al vasco valiente y emprendedor”, ha recordado el fotógrafo. “Son fotografías que, de no ser por el paisaje, se podrían haber tomado aquí”, ha añadido su compañero.
El delegado del Gobierno en Euskadi, Denis Itxaso, ha aprovechado la presentación de este miércoles para recalcar el “carácter emprendedor” y la “capacidad integradora” de los vascos: “Es una huella que da cuenta de esa identidad universal y universalista de los vascos, que allá donde hemos ido hemos dejado huella, una huella positiva”. Lo acompañaban este miércoles la diputada foral de Cultura y Deporte, Ana del Val, y José Andrés Torres Mora, presidente de la Acción Cultural Española, ambas instituciones coorganizadoras de la iniciativa impulsada por la Asociación Tejas Rojas. Ambos han recalcado su “fascinación” por el trabajo y las oportunidades que ofrece una iniciativa de calle con la sociedad todavía sumida en la pandemia de la COVID-19. De hecho, aunque Vitoria ha sido la parada inaugural de la exposición, esta visitará también Bilbao y Donostia en un recorrido que se prolongará hasta el 30 de junio e incluirá conferencias y eventos que ahondarán más en la historia.
Un caserío, la farmacia Iruretagoyena, una fábrica de cereales llamada Los Vascos, frontones para jugar al jai alai en Miami o el Biscayne National Park. Hay también matrículas, lápidas, señales, escuelas. Y muchos más ejemplos repartidos por la docena de cubículos que conforman la exposición. El paseo invita a seguir el rastro de los vascos por América, en algunos casos semioculto a ojos de aquel que no lo esté buscando expresamente. “En mitad de la pandemia, el único viaje que nos podíamos permitir era un viaje al pasado”, señala Ibarrola, que ha ayudado a Quintas a dar forma a condensar su amplio archivo en unas pocas paradas. “Buscamos rescatar a personajes que estaban en la segunda fila de la historia, pero que son muy interesantes”, ha añadido.
Entre esos “personajes interesantes” se cuenta el pastor mentiroso de Urduliz, pero también muchos otros, muy variopintos: Julián de Zulueta, el alavés que se coronaría en Cuba como 'rey' de los esclavistas y que tiene dos palacios en el mismo paseo; el hernaniarra que dirigió los coros de otros treinta vascos que animaba el espíritu de los republicanos que viajaban rumbo al exilio en un barco que había conseguido con diplomacia el poeta Pablo Neruda, también de sangre vasca, y el joven de Elgoibar de apenas 16 años que a mediados del siglo XIX partió hacia las Américas para —después de un arduo viaje de 46 días y no sin antes hacer frente al cólera— ganarse la vida en la región minera mexicana de Real de Catorce.
Otro de esos personajes cuya historia ilustra ahora las calles de Vitoria es Catalina de Erauso, una donostiarra nacida en 1592 que, ante una vida que se le avecinaba en el convento, decidió hacer frente a lo que parecía escrito para ella y escapó. “La joven novicia cogió material de costura, robó unas monedas, dejó el escapulario en la puerta del monasterio y desapareció. Nadie imaginó que había confeccionado un atuendo de hombre y que trabajaba bajo la identidad falsa de Francisco de Loyola”, se puede leer en el texto escrito por Ibarrola en uno de los paneles. Los azares de la vida la condujeron, siempre ataviada con vestimenta masculina, a diferentes puntos de la geografía americana, donde fue protagonista de diferentes episodios bélicos. “Se convirtió en un personaje tan popular que el rey Felipe IV le concedió una pensión anual y el título militar de alférez. Si las crónicas históricas son ciertas, el mismísimo papa Urbano VIII le habría dado permiso para que siguiera vistiendo ropa masculina”, se añade.
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