Pedro María Uribe-Echebarría y el arte de descubrir y ponerles nombre a las plantas
'Genista eliassennenii', 'Lomelosia graminifolia', 'Narcissus varduliensis' y así hasta veintisiete especies de plantas. Algunas son del mismo género, otras tienen características comunes, pero el hilo que conecta a las veintisiete es que todas fueron descritas y nombradas por el biólogo botánico vitoriano Pedro María Uribe-Echebarría, cuya actividad profesional se extendió a lo largo de cuatro décadas y tanto por la provincia de Álava como por otras circundantes. Cartografió la naturaleza de su provincia natal en el 'Mapa de vegetación de Álava' y, a comienzos de los años setenta, impulsó la creación del Herbario VIT, una suerte de colección de plantas, hongos y líquenes que forma parte del relevante e internacional 'Index Herbarorium' y que ha ido creciendo con el tiempo hasta aglutinar más de 98.000 registros detallados.
Uribe-Echebarría nació en Vitoria el 8 de abril de 1953 y, junto con su hermano, bebió de su padre la pasión por los bosques y los montes, que luego le conduciría a estudiar Ciencias Biológicas en la Universidad de Navarra. Acompañado del también joven Luis Antonio Pérez de Heredia, ingresó en la Asociación para el Estudio y Protección de la Naturaleza en Álava (AEPNA), dependiente de la Diputación Foral de Álava, y allí empezaron a esbozar lo que con el tiempo devendría en el Herbario VIT. En los inicios, pintaban sobre un lienzo en blanco, pues no había apenas referentes en la zona. “En los dos primeros años, realizaban sus excursiones al campo en bicicletas que el padre de Pedro había comprado ese año a un ciclista profesional belga que en la etapa de la Vuelta a España terminada en Vitoria vendió sus máquinas para obtener dinero con el que volver a sus país”, cuenta Juan A. Alejandre Sáenz en unos apuntes biográficos publicados en la revista 'Flora Montiberica' en 2014.
Con más o menos medios, entre ceja y ceja tenían como principal objetivo la protección de la diversidad natural. “Pensamos que cualquier intento de protección de la naturaleza debe ir necesariamente precedido de un estudio profundo de ella, el cual debe hacerse con el método de trabajo más adecuado”, apuntaron, según se recoge ahora en una exposición que honra y rememora su trabajo y que puede visitarse hasta el 8 de abril en el Museo de Ciencias Naturales de Álava, sito en la calle de la Fundadora de las Siervas de Jesús de Vitoria.
Los primeros pliegos del herbario los compusieron en lo que había sido la cocina de la sede de la AEPNA, en la plaza de la Provincia, pero pronto sintieron que necesitaban ayuda y recurrieron al botánico Pedro Montserrat, que estaba al cargo de un equipo del Instituto Pirenaico de Ecología de Jaca y que Uribe-Echebarría ya había tenido de profesor. Según se afirma ahora en la exposición, les inculcó varias nociones clave que luego impregnarían toda su carrera científica: el “cuidado con el que deben hacerse las herborizaciones, la preparación (prensado) y documentación (etiquetado) del material”, así como “la idea de la importancia de los herbarios”. Estas formas de actuar se las instiló más tarde a sus propios pupilos, de los que se rodeó y valió para sus estudios e investigaciones.
Autor prolífico, firmó más de dos centenares de trabajos académicos, todos ellos caracterizados, según Alejandre Sáenz, por la “originalidad”, la “honradez de su proyección social”, el “apego a las necesidades prácticas de la sociedad civil” y por su papel de actor y testigo del “avance histórico del conocimiento de la ciencia botánica”. Con Bernardo Catón Santarén confeccionó en 1980 un 'Mapa de vegetación de Álava', y su firma figuró también encabezando textos como 'Aproximación al catálogo florístico de Álava', 'Mapa de vegetación de la comunidad autónoma del País Vasco' y 'Claves ilustradas de la flora del País Vasco y territorios limítrofes'.
'Genetista x uribe-echebarriae' y 'Narcissus x petri-mariae'
Aunque el trabajo de Uribe-Echebarría fue amplio y variado, se centró sobre todo en el estudio de dos géneros: los arbustos de 'Genista', en ocasiones conocidos como aulagas, y los narcisos del género 'Narcissus'. De su trabajo nació la descripción de veintisiete nuevos taxones y algunos de ellos conmemoran con su nombre o bien a él o bien a elementos destacados de su biografía: 'Arenaria vitoriana' hace una alusión transparente a su ciudad natal; 'Thymus x severianoi' está dedicado “a la memoria de un hombre del páramo de Guadalajara, Severiano Díaz”, que era su abuelo, y 'Narcissus x petri-mariae' y 'Genista x uribe-echebarriae' lo honran directamente a él, el primero con su nombre de pila y el segundo con su primer apellido.
“Es posible definirlo como un 'alquimista de la cuarta dimensión', el tiempo, al que parecía dominar con la pericia propia de un artesano, pautando con exactitud cada una de las jornadas de trabajo, semanas enteras y hasta la temporada al completo, de tal forma que la 'duración' entre sus manos se extendía hasta casi el infinito”, subraya Alejandre Sáenz. Falleció el 9 de octubre de 2013, cuando contaba 60 años, como consecuencia de un atropello.
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