Pilar Careaga, una de las mujeres más poderosas en el franquismo y la única alcaldesa (hasta hoy) de una capital vasca
La biografía de esta política que murió en 1993 leal a la dictadura es “rompedora” porque fue la primera ingeniera, la primera maquinista de tren o la primera mujer víctima de ETA además de liderar una gran ciudad de 1969 a 1975
Con toda probabilidad, de las elecciones de este domingo saldrá la primera diputada general en la historia de Bizkaia y de Gipuzkoa, así como la primera alcaldesa de la historia de Vitoria. En Euskadi, a diferencia de en otras comunidades autónomas, no ha habido ninguna mujer que haya sido lehendakari ni diputada general. Tampoco alcaldesa de una de las capitales... en democracia. El matiz es fundamental, porque hay un excepción histórica. Y muy relevante. Bilbao tuvo alcaldesa entre 1969 y 1975. Se llamaba Pilar Careaga. En una dictadura de cuatro décadas como fue el franquismo, no hubo mujeres ministras ni gobernadoras civiles y, al menos en las capitales españolas, no consta que ninguna otra mujer ejerciera tal responsabilidad. Careaga, que nació en Madrid en 1908 y murió en 1993 sin renegar del franquismo, fue una de las mujeres que más responsabilidades políticas y administrativas tuvo con Francisco Franco.
“Es una mujer plenamente contradictoria. Era muy franquista pero el papel que ella daba a las mujeres no lo asumió y no se quedó en casa. La suya es una contradicción absoluta entre su ideología y su práctica. Es una mujer rompedora absolutamente en su ámbito. Su biografía es muy interesante”, explica el historiador Mikel Urquijo, biógrafo de Careaga dentro de una publicación sobre todos los alcaldes franquistas que tuvo Bilbao.
¿Por qué rompedora? Fue la Universidad en la década de 1920 y, además, para completar una ingeniería industrial. Fue la primera mujer en hacerlo. En su carrera había una asignatura de “Ferrocarriles” y, en unas prácticas, también fue la primera mujer en España en ser maquinista de un tren que, precisamente, unió Madrid y Bilbao. 'ABC' le dedicó un reportaje. Ello hace que su nombre, de una manera completamente acrítica por su posición en la dictadura, aparezca en algunas publicaciones sobre mujeres “inspiradoras” de España que se difunden en colegios.
Careaga era hija de un diplomático español de muy alta posición y títulos nobiliarios concedidos por Alfonso XIII. En realidad, la familia era “González de Careaga”, pero simplificaron el apellido. Gracias a sus estancias en el extranjero, en concreto en Suiza, hablaba con fluidez inglés, alemán y francés además del castellano. Muy religiosa, el historiador Urquijo cuenta como anécdota que siempre bendecía la mesa en alemán. Uno de sus tíos fue alcalde de Bilbao antes de la II República y otro de ellos ocupó cargos en el primer franquismo. Su cuñado, José Félix de Lequerica, fue ministro de Asuntos Exteriores en el plena II Guerra Mundial. Su familia materna, los Basabe, había hecho fortuna en Cuba.
Indica también Urquijo que Careaga “entró en política muy joven”. Lo hizo en Renovación Española, “la extrema derecha monárquica”. Era el partido de José Calvo Sotelo o Ramiro de Maeztu. En las elecciones de la II República de 1933 fue candidata en las listas. En la Guerra Civil, las autoridades republicanas de Bilbao, donde no triunfó el golpe de Estado, la encarcelaron en los centros de Larrinaga y de los Ángeles Custodios. Pero fue liberada tras un intercambio por niños bilbaínos en una colonia en la Rioja Alavesa y que estaban apresados por los sublevados, según cuenta la Real Academia de la Historia. “Entonces, en vez quedarse en la retaguardia, se fue al frente”, explica Urquijo. Careaga viajó a Valladolid y luego Madrid, donde se acercó ya al que sería su partido como alcaldesa la Falange, una formación totalmente alineada entonces a los espejos nazi y fascista italiano. Colaboró en los hospitales de campaña. Indica Urquijo como dato relevante que recibió una medalla al mérito con distintivo rojo, algo reservado a quienes entran en combate y algo excepcional para las mujeres. Recibió la condecoración junto con otras ocho que habían padecido “fuego de cañón y fusilería enemigos”.
En la posguerra aparece un agujero en su biografía pero en la década de 1960 ya empieza a ocupar cargos intermedios en la Diputación de Bizkaia, principalmente asociados a las políticas sociales y de beneficencia. La primera mujer diputada foral fue Careaga. Fue en 1969 cuando Camilo Alonso Vega, plenipotenciario ministro de la Gobernación, designó a Careaga como alcaldesa. Alonso Vega, ferrolano y amigo desde la infancia de Franco era el máximo mando militar en la plaza de Vitoria el 18 de julio de 1936 e hizo que el Ayuntamiento de esta ciudad fuera el primero en ser asaltado por los franquistas. Luego tuvo un papel relevante en el denominado “frente del norte” que lo vinculó para siempre a las familias más adineradas y conservadoras de la zona de Neguri, donde veraneaba. Urquijo explica que, en Bilbao, los alcaldes eran todos de Neguri y ricos. De hecho, aunque en otras capitales los regidores en el tardofranquismo eran aperturistas en el caso de Bilbao seguían siendo guerracivilistas. Careaga, por su cargo, fue también procuradora en las Cortes franquistas, donde participó en comisiones de relevancia con jerarcas del régimen. “Por sus discursos, para nada estaba en la apertura”, recalca Urquijo.
En 2019, el periódico municipal de Bilbao publicó una semblanza sobre Careaga en la que apuntaba como hitos de su mandato, entre otros, el impulso del actual campus principal de la UPV/EHU en la zona de Leioa-Erandio. Por aquel entonces, el municipio de Bilbao era más amplio y Erandio pertenecía a la capital. Era una ciudad de 400.000 habitantes, de las más relevantes de España. “Bilbao no era cualquier sitio. Era una de las grandes ciudades de España y el suyo era un puesto relevante. Tenía mucho poder”, explica Urquijo, que se entrevistó con algunos funcionarios de la época. Contaban que era intervencionista en el día a día municipal. Estaba muy pegada a la parafernalia del franquismo -más propia de la primera época- y era muy consciente de que el suyo no era un mandato popular.
Careaga dimitió en 1975, a muy pocos meses de que falleciera el dictador. Indica Urquijo que la prensa local -a pesar de estar controlada- empezaba a ser crítica y que el asociacionismo vecinal de algunas zonas también cuestionaban sus políticas, particularmente en Rekalde. Hubo todavía un alcalde más antes de la democracia, aunque ya de perfil menos significado. Después, Bilbao es junto con L'Hospitalet del Llobregat la única gran ciudad de España que no ha tenido alternancia. Todos sus alcaldes democráticos han sido del PNV.
Pero la biografía de Careaga no se agota con su salida del Ayuntamiento. En 1979, Careaga también fue la primera mujer en ser víctima de un atentado de ETA, al que sobrevivió con heridas. Destaca Urquijo del suceso que ella iba de conductora de un Seat 127 y su marido de copiloto cuando, en aquella época, ellas ni siquiera solían tener licencia. Tras el atentado, que tuvo lugar en Getxo, se trasladó a residir en Madrid. Amiga del ultraderechista Blas Piñar, participó en la fundación de Fuerza Nueva y no abandonaría ese extremismo hasta su muerte, en 1993. “Es una pena que no haya más documentación sobre ella. Merecería un estudio en profundidad”, concluye su biógrafo. Debidamente contextualizado y retirado de la zona de honor, el Ayuntamiento de Bilbao conserva un retrato de su primera alcaldesa.