¿Precariedad en los festivales? Así es un día con los trabajadores “invisibles” que hacen posible el BBK Live

Un sinfín de grúas y camiones entran y sales del recinto en el que se celebra el BBK Live en el monte Kobetamendi, a menos de 24 horas de que dé comienzo el festival. Los trabajadores de distintas empresas de montaje, sonido y distribuidoras de productos trabajan a contrarreloj para que todo esté listo. “Es totalmente normal que aún falte bastante, puede parecer que no llegamos a tiempo, pero al final, siempre se acaba, aunque haya que trabajar esta noche”, sostiene Jon Bárcena uno de los trabajadores contratados por el Grupo Penny Wise, con sede en Barcelona, que se encarga del montaje, la logística y la hostelería de eventos. “El trabajo está siendo muy completo. Montamos andamios, tapamos todo para que no entre el agua en las máquinas, quitamos estacas y ponemos vallas. También nos encargamos del sonido, las luces y diferentes tareas. Nos vamos moviendo”, indica a este periódico tras una jornada de seis horas. “Hoy he trabajado desde las ocho de la mañana hasta las dos de la tarde, pero mis compañeros se han quedado más tiempo. Esta semana me he estado quedando unas doce horas al día”, explica. Eso sí, “todas pagadas”, insiste, “si no, no me quedo”. Preguntados por qué es lo más complicado de montar un festival como este, su compañero, Martin de Benedetti, detalla que lo más difícil es “trepar a una de las vigas del escenario. Es muy peligroso”, asegura, mientras señala a compañeros que en ese mismo momento están subiendo -con cascos y cuerdas- a lo alto de uno de los principales escenarios para terminar de montarlo.

A la entrada del recinto, dos jóvenes trabajadores de la empresa Le Basque se aseguran de que todo aquel que entra lleva acreditación. “Es mi primera vez en un festival. Por ahora tengo que encargarme de que todos los que pasen son trabajadores o miembros de la organización, cansa bastante estar bajo el sol, pero imagino que me mandarán a otros sitios los próximos días”, explica uno de ellos. Una jornada laboral diaria de doce horas, que cuando empiece el festival podrá incluir otras labores también relacionadas con la seguridad o la limpieza.

Una vez dentro, cuando el festival da comienzo, son miles los trabajadores “invisibles” que hacen posible el BBK Live. Según su director, Alfonso Santiago, unas 3.800 personas. Santiago insiste en que “todo aquel que trabaja en BBK Live repite”, sin embargo, no incluye en esa afirmación a los afectados contratados por la empresa DLG, que en 2019 tardaron dos meses en cobrar. Desde el sindicato LAB, que apoyó a los trabajadores que denunciaron su situación aquel año, confirman que “ninguno de ellos repite”, en referencia a los que se quejaron. Entre ellos se encontraba Xabier Álvarez, un joven que a pesar de haber firmado un contrato de 8 horas, el primer día trabajó 16, el segundo 15 y el tercero 14 horas, según reveló a este periódico. No le dieron copia del contrato ni recibo a la hora de cobrar el salario, de 5 euros la hora. Otra de las afectadas fue Marta Ruiz, en este caso, con nombre ficticio para no hacer pública su situación personal. En el caso de Marta, trabajó un total de 49 horas como auxiliar de seguridad en el festival, pero en su contrato tan solo firmó por cuatro. A ella tampoco le dieron una copia del contrato ni recibió ningún tipo de justificante del cobro de su salario. Aparentemente, 45 de esas horas se han abonado de manera opaca, según su testimonio.

Esta semana me he estado quedando unas doce horas al día. Eso sí, todas pagadas

No obstante, para Santiago ese es ya un problema resuelto. “Ese problema afectó a 250 trabajadores de 3.800 que tenemos. Nosotros estábamos pagando a la subcontrata, pero ella no pagaba a los trabajadores y decidimos eliminarla. Nos preocupa mucho el trabajo justo, ese es uno de nuestros ejes. Estos dos años ha sido importante cuidar a toda la gente que trabaja alrededor del festival, que es freelance, porque en estos dos años ha sido la gente más desprotegida que ha habido”, sostiene. “A raíz de la pandemia se ha perdido mucho talento de gente que ha tenido que abandonar la profesión. Nosotros tenemos un buen equipo, tanto interno como externo y el tratar de ayudarles cuando han estado mal ha sido nuestra prioridad, por eso quieren trabajar en nuestros festivales. Eso es algo importante y nuestro sector no lo ha hecho del todo bien, quizás no han sabido valorar a los trabajadores. La falta de materiales también está perjudicando y ha hecho que haya muchas prisas, que se estén montando cosas demasiado rápido”, concluye el director del festival, financiado por el Ayuntamiento de Bilbao, la Diputación de Bizkaia y hasta cuatro Departamentos del Gobierno vasco.

Las primeras horas, no pasa casi nada, pero según va llegando la noche hay personas que se ponen agresivas y violentas

La primera parada de todo festivalero es acudir a los puestos de canjeo de entradas por pulseras para acceder al BBK Live. Estos puntos se encuentran en San Mamés, en la Sala BBK y en el BEC de Barakaldo y allí esperan las primeras colas. Después, los autobuses para subir a Kobetamendi. Con el objetivo de ordenar la subida y no sufrir el estrés de las horas pico de acceso al festival, la organización ha puesto este año, de manera experimental, un servicio extra de autobuses con pre-reserva. El coste del viaje era de 1,5 euros y ha estado disponible solo para la subida. Algo que ha facilitado la descongestión, pero que no ha evitado del todo que se apilen las filas en la explanada de San Mamés, donde un grupo de trabajadores trataba de ordenar la marabunta que quería subir al festival. “Estamos aquí porque ya hemos pagado, pero te sale mejor coger el autobús gratuito o incluso ir andando, porque los autobuses te dejan bastante lejos del festival”, reconocía uno de los jóvenes que esperaba tras las vallas metálicas.

Las largas filas continuaban en la entrada al festival, en el que una decena de jóvenes, en su mayoría mujeres esta vez, se encargaban de verificar las pulseras. “Si no me enseñas la pulsera a mí, se la tendrás que enseñar al de seguridad”, indicaba una de ellas a un hombre que trataba de entrar en el recinto sin mostrar el brazalete obligatorio. Tras ellas, al menos tres miembros de una empresa de seguridad se aseguraban de que todo aquel que entraba hubiera pagado la entrada y no introdujera al festival ni comida ni bebida.

Una vez dentro, entre concierto y concierto, ahí estaban, haciendo todo eso posible, pero invisibles a los ojos de la gente. Se encargan de la seguridad, el entretenimiento en puestos montados para pasar el rato en las horas muertas sin actuaciones, de servir comida y bebida, de las incidencias relacionadas con pagos y pulseras y, sobre todo, de la más que necesaria limpieza.

Dos de los encargados de que las incidencias relacionadas con los pagos se resuelvan cuanto antes son Alain Lomano y Ariane Garro, dos jóvenes de 20 años que esperan y observan a las personas que acuden a las taquillas de canjeo de dinero físico por dinero virtual para introducirlo en las pulseras, ya que en todo el recinto no se acepta dinero ni tarjetas. “Hay muchísimas incidencias, hemos tenido problemas con la red y no supimos solucionarlo en horas. Cuando cosas así ocurren en las primeras horas, no pasa casi nada, pero según va llegando la noche hay personas que se ponen agresivas y violentas. Por si acaso, hay uno de seguridad con nosotros”, explican a este periódico los trabajadores, cuya jornada laboral es de 12 horas. Preguntados por cuánto cobran por ello, tras una mirada, Lomano responde: “sobre 400 euros los tres días”. Sin embargo, no confirma la cifra exacta, ni si el horario y el salario que recibirán coincide con el firmado en el contrato.

La gente se pone muy pesada y más si va borracha. No cobramos mal y son tres días, pero esto más tiempo no lo aguantas

Tampoco quieren ofrecer esos detalles Sara ni Ane, dos de la decena de camareras que sirven en una de las barras más transitadas del festival, la que va desde el escenario Beefeater al Nagusia, el principal del BBK Live. No paran ni por un instante, mientras quienes esperan, empiezan a ponerse nerviosos, puesto que quedan menos de 20 minutos para que comience el concierto de The Killers. “Llevamos más de 15 minutos esperando, si seguimos en la cola, no vamos a coger un buen sitio”, se quejan dos amigas. “Hacemos lo que podemos, ahora voy a donde vosotras”, les responde Sara. “Cuando lo piden a buenas es una cosa, pero la gente se pone muy pesada y más si va borracha”, explica a este periódico mientras sirve una cerveza y un kalimotxo por más de 5 euros. “No cobramos mal y son tres días, pero esto más tiempo no lo aguantas”, reconoce Ane, visiblemente agotada.

En la puerta de los baños, también en esa zona del festival, por la que más personas pasan, Jonathan trabaja como personal de seguridad. Por el momento, según asegura, no ha habido ningún incidente, pero reconoce “esto es solo el principio de la noche”. “Por ahora estoy tranquilo, la mayoría de las que vienen a los baños son mujeres y, aunque tengan que esperar bastante, no suele pasar nada. La peor parte se la llevan las de la limpieza”, explica, mientras señala a dos mujeres que se encargan de limpiar y reponer el papel de los baños.

Sin duda la peor parte son los baños, pero nos vamos turnando para que no lo tenga que hacer la misma todo el rato

Al igual que otros festivales como Azkena Rock, de las labores de limpieza del BBK Live se ha encargado la empresa Colombiana de Limpieza, con sede en Vitoria. Las trabajadoras, gran parte de ellas mujeres, son originarias de Colombia y países de América Latina, que encuentran en Euskadi una forma de ganarse la vida a través de la limpieza. Dentro del festival, además de de los baños, se encargan de recoger los merenderos, el camping, las zonas que van desde un escenario a otro, y sobre todo, alrededor de los escenarios durante los conciertos y cuando éstos terminan. “Sin duda la peor parte son los baños, pero nos vamos turnando para que no lo tenga que hacer la misma todo el rato”, indica una de las trabajadoras, que prefiere no decir su nombre. La obra de mejora de la red de agua y saneamiento que mejora los baños y elimina los conocidos como baños químicos en esta edición del festival, facilita en parte el trabajo, pero no impide que “se sigan atascando”, detalla.

Según datos de los organizadores, en total en los tres días que ha tenido lugar el festival, han pasado por Kobetamendi cerca de 115.000 personas. Cifra mayor de la esperada que “ha rozado el lleno” y que “ha batido el récord” de la última edición, la del 2019. El público ha llegado a Bilbao procedente de 75 países y en el camping se han alojado 10.000 personas. Habrá que esperar para conocer si es cierto que la precariedad en el BBK Live fue cosa del pasado o si, por el contrario, es una lacra que aún sigue presente en los festivales, en los que, no por casualidad, la gran mayoría de trabajadores son jóvenes y estudiantes.

elDiario.es/Euskadi

¡Te necesitamos!

Necesitamos tu apoyo para seguir elaborando contenidos de calidad. Puedes darte de alta como socio o, si ya lo eres, desde tu panel personal puedes dedicar parte de cuota específicamente a tu edición más cercana, a la de Euskadi. Ahora te necesitamos más que nunca.

Para seguir a tu lado, disponemos de un sistema de alertas en Telegram con la última hora informativa y nuestros mejores temas y puedes encontrarnos también en TwitterFacebook Instagram. Y recuerda: suscríbete a nuestro boletín semanal si quieres recibir en tu buzón de correo electrónico una selección de contenidos cada martes. Para más información, estamos en el 625 88 87 80.