Cuando el precio del alquiler te expulsa de tu ciudad: “Cada vez vamos más lejos de Donostia para poder pagar un piso”

En Euskadi solo el 15,5% de los jóvenes puede emanciparse con unos alquileres que suponen el 80,2% de su sueldo. Alquilar un piso, concretamente supone de media un desembolso de 711 euros al mes, que se dispara si se pretende vivir en Bilbao, donde el alquiler ronda los 780 euros al mes o en Donostia, la ciudad vasca en la que el alquiler es más caro y una de las más caras también a nivel estatal, con una media de 911,4 euros al mes por alquilar un piso. Entre las razones, además de la imparable subida de la inflación, se encuentra la turistificación, que hace que en Donostia se concentren 4 de cada 10 pisos turísticos que hay en Euskadi. En general, y con datos hasta el 31 de diciembre de 2021, Euskadi dispone de 3.417 viviendas para uso turístico a las que se suman 630 habitaciones disponibles y 1.265 se encuentran en Donostia.

En las estadísticas que se publicarán a finales de este año, el piso del barrio donostiarra de Amara en el que Lydia Mosquera ha vivido los últimos años se sumará a esta lista, después de que su casera le dijera este verano, sin previo aviso, que iba a convertirlo en una vivienda para alquiler turístico. “Básicamente nos vimos en la calle”, explica a este periódico la joven de 25 años. Tanto ella como su pareja trabajan en la capital guipuzcoana. Ella en una ONG y él en el mantenimiento de una empresa. Ambos reciben salarios que rondan los 1.300 euros al mes. “Nos pusimos a buscar alquileres en Donostia porque los dos trabajamos ahí, pero estaban por las nubes. No bajaban de los 900 euros y muchas de las casas que veíamos eran viejas y no tenían permiso de habitabilidad”, indica. Para poder alquilar, además, Lydia explica que en la mayoría de los pisos se realizaba a través de servicios inmobiliarios.

Tenemos que ir al trabajo en coche y, aunque solo sean son 15 o 20 minutos, supone un gasto extra en gasolina, pero por lo menos tenemos un alquiler que nos podemos permitir

“Todas las casas que vimos estaban gestionadas por inmobiliarias y te pedían requisitos como tener avales, tener en tu cuenta bancaria ahorros superiores a la anualidad de lo que te va a costar el alquiler y una fianza de tres meses. Cosas que no nos podíamos permitir. Muchas de las casas que podíamos pagar eran para estudiantes y no nos daban la estabilidad que estábamos buscando porque los propietarios prefieren alquileres que duren solo durante el curso para que en verano tengan la casa libre y puedan alquilarla a turistas. Vimos que era imposible y decidimos irnos”, lamenta.

Tras pasar semanas buscando dónde vivir, encontraron un pequeño piso de 40 metros cuadrados por 750 euros en Errenteria, a 10 kilómetros de Donostia. “Los dos tenemos que ir al trabajo en coche y aunque solo sean son 15 o 20 minutos, supone un gasto extra en gasolina, pero por lo menos tenemos un alquiler que nos podemos permitir”, indica Lydia, que confiesa que entre los gastos de la vivienda, la comida y los dos coches no consiguen ahorrar tanto como les gustaría.

Maialen estuvo cinco años viviendo en Vitoria, mientras estudiaba en el campus de Álava de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU). En aquel tiempo, compartió piso con otras personas, pero una vez de vuelta a su Donostia natal, hace ya seis años, decidió buscar un piso de alquiler para ella y su pareja. “Miré en portales de alquiler o compra de vivienda y me di cuenta de que era imposible vivir en la ciudad porque los precios eran ya por aquel entonces muy elevados”, explica a este periódico. Sumado a los altos precios de las viviendas, la joven se ha encontrado con lo que denomina como 'racismo inmobiliario' debido a que su pareja es de África. “El racismo inmobiliario ha impedido que en las pocas ocasiones que veíamos que podíamos pagar el alquiler de un piso en la ciudad nos cerraran las puertas. Yo siempre he tenido trabajo, soy profesora de Secundaria y tengo contrato indefinido, aún así fue imposible en su momento y hoy en día aún lo es más”, reconoce.

El hecho de que vivir en la ciudad sea imposible, ha creado un efecto dominó en el que los pueblos de alrededor también han subido el precio de los alquileres de una forma brutal

Finalmente, decidieron mudarse a Urnieta, a 15 kilómetros de la capital. “Pagamos 600 euros al mes por una casa de poco más de 30 metros cuadrados y eso que la conseguimos hace cinco años porque hoy en día no hay nada por menos de 700 euros en los pueblos de alrededor de Donostia. El hecho de que vivir en la ciudad sea imposible, ha creado un efecto dominó en el que los pueblos de alrededor también han subido el precio de los alquileres de una forma brutal. Cada vez nos tenemos que ir más lejos para poder vivir si no queremos compartir un piso e incluso compartiendo supone unos 500 euros al mes por habitaciones pequeñas y condiciones precarias”, lamenta Maialen, que critica que desde que se mudaron a Urnieta, tanto su pareja como ella viven dependiendo de los horarios del transporte público que une su pueblo con la ciudad, ya que su trabajo, familia y amigos están en Donostia.

En el caso de Asier, de 28 años, sus opciones se reducen porque debe hacer frente a los gastos de la vivienda solo y, pese a que su sueldo de ingeniero en una multinacional es más alto que el de la media en Euskadi, le resulta complicado ahorrar lo suficiente para comprar un piso, alquilando un apartamento solo para él. “Decidí irme de casa porque me apetecía. Mi empresa se encuentra más o menos a la misma distancia de mi pueblo, Aretxabaleta y Donostia, así que decidí irme a la capital porque había más opciones para alquilar y más cosas para hacer que en un pueblo pequeño. Empecé a mirar, obviamente no en el centro, sino en barrios como Amara, donde los pisos son viejos y muchos de ellos tienen humedad, y muchos de ellos, de poco más de 50 metros cuadrados estaban a 900 euros sin contar gastos ni la gestión inmobiliaria”, indica.

Según sus cálculos, para poder alquilar a través de una agencia o inmobiliaria un apartamento de 1.000 euros al mes, el primer desembolso que se debe realizar ronda los 5.000 euros. “El problema es que la mayoría de los pisos se alquilan mediante agencias, y, aunque la mayoría de ese dinero al irte te lo devuelven, no todos pueden tener 5.000 euros para gastar de golpe”, lamenta.

La mayoría de los pisos se alquilan mediante agencias y para un piso de 1.000 euros hay que pagar 5.000 de entrada

Por eso tomó la decisión de alquilar una habitación. Sin embargo, según detalla, en Donostia los gastos de alquilar una habitación superan los 300 euros al mes si se trata de habitaciones interiores y pequeñas y a partir de los 400 al mes por habitaciones más grandes. “Así encontré un piso en Amara con otros dos trabajadores de mi edad. El casero nos cobra 1.060 euros, pero creemos que nos los subirá a raíz de la subida del IPC”, confiesa.

La “letra pequeña” de las ayudas al alquiler en Euskadi

El Gobierno vasco cuenta con un sistema de ayudas de alquiler llamado 'Gaztelagun' para jóvenes de hasta 36 años cuyas rentas no superen los  24.500 euros anuales para un solicitante individual y los 32.000 euros para unidades de convivencia más amplias. Sin embargo, los requisitos de la misma dejan fuera a los tres entrevistados por elDiario.es/Euskadi y a una gran parte de los jóvenes que residen en Euskadi. Esos requisitos son que la renta mensual de la vivienda no sea superior a los 800 euros en las tres capitales, Donostia, Vitoria y Bilbao, de 750 en áreas metropolitanas de estas capitales y en municipios de más de 10.000 habitantes y de 675 en el resto de municipios.

Una rápida búsqueda a un conocido portal de vivienda en internet arroja que, por ejemplo, en Donostia, de los 308 pisos que se encuentran en alquiler solo nueve cuestan 800 euros o menos al mes, la gran mayoría estudios de entre 40 y 50 metros cuadrados y todos ellos gestionados por agencias. Al ampliar la búsqueda a toda Gipuzkoa, de los 397 pisos en alquiler que hay en total, solo 36 cuestan menos de 800, 21 menos de 750 y siete menos de 675. Como dato, el piso más barato de Gipuzkoa cuesta 402 euros al mes, es un tercero sin ascensor y cuenta con 25 metros cuadrados.

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