La realidad de las migrantes que cuidan a personas mayores en Euskadi: “Estaba de interna 19 horas al día, era casi su esclava”
“Las migrantes recién llegadas sufrimos un doble luto, por la vida que dejamos atrás y por los malos tratos que sufrimos aquí, por eso estamos más vulnerables y hay quien se aprovecha”, sostiene Claudia Parrales, joven de 26 años de Nicaragua afincada en Bizkaia
Claudia Parrales llegó desde Nicaragua hace tres años, cuando tenía 23. En aquel momento, debido a su situación irregular, falta de contactos en el país y desconocimiento, se puso a trabajar cuidando a una persona mayor en un caserío de Euskadi, algo que se convirtió en una pesadilla que a día de hoy recuerda como “un infierno”. “Me trataban muy mal. Tenía que trabajar de interna atendiendo a una persona mayor 19 horas al día, desde las 07.00 hasta las 02.00 de la mañana, no me dejaban ducharme ni lavar mi ropa. Solo podía descansar los sábados a partir de las 12.00 y hasta los domingos por la noche, todo eso por 800 euros al mes y sin festivos”, explica Parrales a este periódico. “Me tenían casi como a una esclava y se aprovechaban porque yo era una niña que acababa de llegar y no conocía a nadie”, lamenta.
No duró mucho en aquella situación, hasta que encontró otra casa en la que cobraba un poco más, unos 900 euros y libraba los fines de semana, pero sin contrato ni días festivos. “La persona mayor que tenía que cuidar estaba encamada y yo tenía que cuidarla y dormir con ella en su habitación. Como tenía alzhéimer, se podía despertar en mitad de la noche y me despertaba a mí. Recuerdo que la habitación era muy pequeña y me pasaba los días encerrada en esas cuatro paredes”, explica Parrales, que confiesa que la situación le generó “depresión y ansiedad”. “Aguanté un año, porque le pedí a mi jefe que me hiciera contrato y no quiso. Cogí mis cosas y me fui”, sostiene.
Parrales reconoce que pudo haber denunciado esas situaciones ante la policía, pero no se atrevió. “Pensé que no valdría la pena denunciar, acababa de llegar y no conocía a nadie. Las migrantes recién llegadas sufrimos un doble luto, por la vida que dejamos atrás y por los malos tratos que sufrimos aquí, por eso estamos más vulnerables...No me atreví”, confiesa. Ahora, con 26 años, sigue trabajando cuidando a personas mayores, pero solo algunas horas al día. “Ya no estoy de interna y la diferencia es abismal, cuido a una persona unas horas y su familia es muy buena, también se encarga de los cuidados por lo que puedo tener vida yo también. La situación de las personas que llegamos desde el extranjero es muy dura porque se aprovechan. En la segunda casa el que era mi jefe solo quería contratar a personas recién llegadas, porque así sabían menos de sus derechos y se podía aprovechar de ellas”, detalla.
Las migrantes recién llegadas sufrimos un doble luto, por la vida que dejamos atrás y por los malos tratos que sufrimos aquí, por eso estamos más vulnerables
Sandra Milena González llegó desde Colombia hace tan solo diez meses, pero gracias al apoyo de su hermano, que lleva años residiendo en Bilbao, su experiencia ha sido diferente. “Vine como turista, pero al ver la tranquilidad con la que se vive aquí decidí buscar trabajo y quedarme”, indica. Así, se puso a buscar trabajo en asociaciones y recursos de búsqueda de empleo, hasta que encontró la posibilidad de cuidar de una persona mayor. “Yo no tenía experiencia cuidando a personas mayores, solo a mis padres y abuelos. De hecho, no sabía que se podía ganar dinero cuidando a las personas, entiendo que las extranjeras nos dedicamos a ello porque las personas de aquí no quieren y me parece bien. Si no tienes documentación lo más probable es que acabes o limpiando o cuidando”, explica González, de 48 años, que asegura que “por suerte” sus experiencias en el cuidado de personas mayores “hasta ahora están siendo muy buenas”, pero que ha escuchado “historias realmente duras de otras mujeres”.
Ambas se conocieron en el proyecto Ertzean, una iniciativa que tiene como objetivo mejorar la empleabilidad y la calidad de vida de personas de origen extranjero que trabajan en el sector de los cuidados. Para ello, imparten clases de orientación y formación en el sector de los cuidados de personas dependientes y con discapacidad. “Como sabíamos que las personas, en su mayoría mujeres extranjeras, que se dedican a los cuidados tienen horarios muy complicados o están de internas y no suelen tener disponibilidad para asistir a los cursos de formación profesional para formarse como cuidadoras, pensamos en un proceso de formación adaptado, en el que puedan asistir a clase los sábados y con el que reciban un certificado”, explica Andere Goirigolzarri, responsable del proyecto y miembro del Grupo SSI organización que lo gestiona junto a la Fundación Social Ignacio Ellacuría, el Observatorio Vasco de Inmigración (Ikuspegi) y la Universidad de Deusto.
Gracias a ese certificado de profesionalidad, según asegura Goirigolzarri, pueden acceder a mejores empleos en el sector de los cuidados. “Tienen clases prácticas con herramientas como grúas y reciben formación para saber cuidar adecuadamente, porque muchas de ellas no habían realizado estas labores en su país. Así pueden conseguir trabajos con mejores condiciones, como en residencias, donde no viven con la incertidumbre de que si la persona mayor a la que cuidan se muere, ellas se quedan sin trabajo”, indica.
La gente me llama ilegal, pero yo no lo soy, solo quiero una vida mejor
Ertzean es uno de los tres proyectos elegidos el año pasado en la convocatoria KunaCO proiektuak, de BBK Kuna, que busca proyectos de que tengan como objetivo la consecución de los ODS en Euskadi en general y en Bizkaia en particular. Cuenta con una financiación por parte de BBK Kuna de BBK 50.000 euros y se enmarca dentro del reto Migración y prosperidad. Desarrollo económico y social inclusivo.
Se inició el pasado septiembre y está previsto que siga activo al menos hasta agosto. El 95% de las personas que han pasado por él son mujeres y tienen dos perfiles distintos: por un lado, personas recién llegadas sin permiso de trabajo ni de residencia y, por otro, personas con permiso de trabajo y de residencia que quieren profesionalizarse en el sector de los cuidados. “Muchas de ellas tienen situación irregular y tratamos de orientarles. Nuestra intención no es solo formar a las personas extranjeras, sino acompañarles en su proceso de regular su situación y generar lazos con ellas. Les orientamos para que puedan trabajar en el sector y también en otros sectores, pero no mediamos con las empresas ni con las familias que les contratan”, aclara.
“Nos están ayudando mucho porque nos enseñan a cuidar y a cuidarnos a nosotras como cuidadoras, algo que es muy importante. Nos enseñan a utilizar herramientas y hacemos prácticas, es una oportunidad muy grande para nosotras y, después de lo que he vivido aquí, lo agradezco mucho”, reconoce Parrales, opinión con la que coincide González, que añade “llegamos aquí buscando oportunidades y un mejor futuro. La gente me llama ilegal, pero yo no lo soy, solo quiero una vida mejor, como todos, imagino”, concluye.
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