Izaro, cantante: “Si no hubiera parado un año me habría descarrilado. Habría odiado la música”
Con una sonrisa en la cara y la sencillez que la define, Izaro (Mallabia, 1993) espera a que se enfríe su té en la cafetería de un hotel de Donostia mientras dedica media hora a charlar con elDiario.es/Euskadi. Acaba de volver de un parón de un año alejada de los focos para sacar a la luz su último disco 'Cerodenero', que representa el proceso terapéutico y la cura tras años de sobreexposición mediática. Izaro, quien empezó en la música ya en la Universidad, después de que una amiga le regalara la guitarra que le había tocado en la tómbola, es hoy una de las cantantes más reconocidas de Euskadi y se está abriendo un hueco en el panorama estatal con sus canciones en euskera, castellano e inglés.
Lo más complicado para la vizcaína, la primera cantante vasca en agotar las entradas del velódromo de Anoeta, ha sido perder el anonimato. “Una vez que eso ocurre no hay vuelta atrás, aunque yo deje este trabajo mi anonimato no va a volver en mucho tiempo. Es complicado medir hasta dónde te expones, porque por un lado quieres estar en sitios y, por el otro, no quieres sufrir de sobreexposición”, reconoce. Eso le hizo estar constantemente “en alerta”. “En internet no hay un espacio de cuidado. Tú hablas y no sabes si lo que has compartido es demasiado. Vives con el runrún continuo de que la gente se haga una idea errónea de ti, pero es algo que no está en tu control en realidad”, reconoce.
Cantaba en bares hasta que sacó su primer LG con una campaña de crowdfunding. ¿Cómo recuerda esos inicios?
A una chica de mi universidad le tocó una guitarra en una tómbola. No la quiso y me la regaló. Me fui a casa, a mi piso compartido en el que vivía con otras tres personas y, de repente, busqué acordes en Google y empecé a componer. Nunca había estudiado nada relacionado con la música, si solfeo ni guitarra. Pero así empecé. Primero toqué en el bar de unos amigos de mi pueblo, Mallabia y luego, en todos los lugares en los que me llamaran. Poco después empecé a llevar a músicos conmigo y no parábamos de tocar. Tocábamos tanto que la gente se aprendió las canciones. Me acuerdo que una vez me dijeron que sabría que esto estaba funcionando si en los conciertos había más de diez personas que no conocía. Yo los contaba siempre y, una de esas me di cuenta de que no sabía quiénes eran 15 de los que estaban. Luego, empezaron a sumarse más y ya supe que tenía que grabar un disco porque los que venían se sabían ya todas las canciones. Yo prácticamente tocaba en bares a cambio de bocatas, era una aventura total y de la nada empezó como a subir y subir. Y aquí estoy hoy.
En 2022, con su anterior gira, se convirtió en la primera cantante vasca en agotar el velódromo de Anoeta. ¿Qué supuso para usted?
A veces pienso que es surrealista que sea yo la persona que logra esas cosas. Piensas que son situaciones imposibles de vivir, pero cuando te pasan a ti ves que puede pasar. Es como que el umbral de la imposibilidad se empieza a diluir. Son hitos muy importantes y a veces me cuesta creer que soy yo la artífice de eso.
¿Qué ha sido lo más complicado de su recorrido profesional?
Es difícil tener que aprender a hacer todo, porque este es un oficio que no tiene una carrera, nadie te prepara para hacerlo. Yo emití nóminas antes de recibir una. Pero, lo más difícil es lidiar mediáticamente, que se pierda tu intimidad y anonimato. Una vez que eso ocurre no hay vuelta atrás, aunque yo deje este trabajo mi anonimato no va a volver en mucho tiempo. Es complicado medir hasta dónde te expones, porque por un lado quieres estar en sitios y, por el otro, no quieres sufrir de sobreexposición.
Estaba súper cansada y necesitaba volver a la vida orgánica. A hacer la cama por las mañanas, a comer tranquila, sin medios
¿Cómo afecta en su vida estar sobreexpuesto mediáticamente?
A mí se me hizo difícil tener que estar alerta todo el rato. Pensar que seguro que hay alguien en ese momento diciendo algo malo de mí. Eso es lo más oscuro a lo que he llegado, ahora ya no estoy ahí, pero antes de escribir 'Cerodenero' sí que estaba todo el rato alerta y si oía algún ruido todo el rato sentía que iba dirigido a mí.
¿Por eso tomó la decisión de parar durante un año?
Sí. Estaba súper cansada y necesitaba volver a la vida orgánica. A hacer la cama por las mañanas, a comer tranquila, sin medios. Es complejo intentar tener un discurso que esté bien en todo momento, ya sea en directo o donde sea. Siempre acababa pensando en si me habré explicado bien, en si los periodistas lo pondrán bien o si será un clickbait. En internet no hay un espacio de cuidado. Tú hablas y no sabes si lo que has compartido es demasiado. Vives con el runrún continuo de que la gente se haga una idea errónea de ti, pero es algo que no está en tu control en realidad.
¿Alguna vez ha evitado opinar sobre algo por el qué dirán o por si afecta a su carrera como artista?
Sí. He aprendido a no compartir todo, a saber qué guardarme para mí. Voy aprendiendo con cada fallo, el problema es que, al igual que en el escenario, son errores en directo. Justin Bieber decía que había hecho muchas cosas mal, pero como cualquiera a los 15 años, lo que pasa es que él tenía 5000 cámaras grabándole mientras que del resto nadie se iba a acordar. Es la deshumanización.
¿Siente que en el sector de la música o el arte hay más presión a la hora de opinar libremente que en otros sectores?
Claro. Si hubiera un ambiente amable, de entendimiento, la situación sería distinta, pero no la hay. Digas lo que digas vas a perder. Realmente es mejor, al menos para mí, hablar menos y cantar más.
¿Cómo está viviendo los insultos a Itziar Ituño?
Es justamente eso. ¿Qué se quiere? ¿Se quiere el morbo? Yo creo que realmente es lo que se busca. Es algo muy complejo.
Sus canciones en euskera han superado las fronteras de Euskal Herria e incluso se han colado en Operación Triunfo. ¿Qué supone para usted?
Estoy súper contenta. Además lo de OT ha sido un regalazo porque no me lo esperaba para nada. Han cantado una canción que hicimos hace tiempo y le han dado una segunda vida. Lo supe mientras estaba en casa, así que para mí fue como simplemente recibir algo, un regalo. También estamos recibiendo mucho amor de todo el fandom de OT y estoy muy contenta.
¿Cree que la música puede impulsar el euskera en esos lugares a los que las instituciones no llegan?
Yo creo que sí. El arte puede impulsar todo donde no llegan las instituciones y la música también, porque se crea una conexión y ternura y la gente quiere entender y quiere tender puentes. Para eso sirve la música, porque emociona y te hace querer entender lo que la otra persona te dice.
Cuando recibió el premio Gaztea Sariak realizó un discurso en el que lamentó que “no tenemos nada que hacer cuando quien nos pega es un futbolista famoso”. Recientemente había muerto Maradona y criticó el apoyo que reciben los agresores cuando son referentes o personas famosas. ¿Fue un discurso improvisado o lo tenía preparado?
Intento no ser muy dura conmigo misma, siempre estoy como en duda. Cuando subo a un escenario a veces pienso en decir algo, si me atrevo bien, pero si luego no lo digo no pasa nada. Yo estaba en la ducha, antes de salir y estaba enfadada, tenía rabia. Entonces, pensé “si me atrevo lo digo”. Subí y lo solté.
¿Cómo se sintió después?
Me sentí bien, porque no creo que estuviera diciendo nada descabellado. Solo dije obviedades, pero el mundo a veces no es tan obvio. Para mí fue fuerte la repercusión que tuvo, porque que todavía un mensaje tan sencillo genere tanta compulsividad es algo triste. Aunque empecé también a recibir mucho apoyo, muchos mensajes y conocí a mucha gente a raíz de eso, me conecté con muchas chicas del gremio. Realmente fue algo inesperado, pero positivo.
Dejo de escuchar música de gente si me entero de cosas. Por desgracia, cada día cae uno
¿Por qué a los hombres y a la sociedad en general les cuesta tanto reconocer en sus ídolos, referentes o incluso familiares a un agresor?
A todos nos cuesta cuando quieres a esa persona. Una cosa es querer a alguien y otra razonar sobre él. Cuando quieres a alguien es muy difícil ver las cosas, pero es importante, como también lo es la autocrítica, que te des cuenta de lo que haces.
¿Considera que hay que separar al artista de la obra?
No tengo una opinión hecha, pero a día de hoy no puedo dividirlos. Dejo de escuchar música de gente si me entero de cosas. Por desgracia, cada día cae uno.
¿Qué espera de 'Cerodenero'?
Espero conectividad. Espero poder curarme y que tenga un buen camino. Ojalá me abra puertas. Tengo fe y me gustaría que tuviera una buena acogida y recorrido. Poder llegar a mucha gente, llenar muchos teatros, ampliar nuestro público y que la gente esté a gusto con los directos. Que les resuene el disco y en unos años se acuerde. Yo me acuerdo todo el rato de mis oyentes, espero que el disco sea un legado y se acuerden de mí.
¿El tiempo que ha parado sus oyentes le han esperado, pero la industria musical permite poder parar o existe una presión por tener que producir constantemente?
El algoritmo te machaca. Luego me costó alimentar el algoritmo en redes, que muchas veces no sé ni cómo funciona. En realidad un año de parón no es nada, es algo muy natural entre dos giras, pero la gente no para y eso me hizo replantearme si podía permitirme parar yo. A la hora de la verdad, un año arriba o un año abajo no creo que a la industria le importe demasiado. Es un privilegio poder parar y yo esta vez he podido hacerlo, no sé si voy a poder hacerlo otra vez.
¿Qué hubiese pasado si no hubiera podido parar?
Me hubiera descarrilado. Hubiera odiado tocar, la música, dar entrevistas, compartir. Ya no quería dar nada más de mí, quería que se acabara. Necesitaba parar. Poder enfermarme. Vivo con mi pareja y hoy, por ejemplo, me ha avisado de que está un poco enfermo y tengo que hacer las maletas e irme a casa de una amiga. El año pasado me daba igual, le podía cuidar y si me ponía enferma yo me daba igual. O podía estar tranquila con los hijos pequeños de mis amigas. Ese año no puedo estar tan tranquila en ese aspecto.
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