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Tania Lamarca, exgimnasta rítmica: “Solo se preocupaban de que ganara medallas. Cuando dejé de ganar, sentí el abandono”

Tania Lamarca con mazas y una pelota en un gimnasio

Maialen Ferreira

Bilbao —
12 de enero de 2024 21:46 h

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Tania Lamarca (Vitoria, 1980) es una exgimnasta rítmica española, bicampeona del mundo y medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996. Formó parte de las conocidas como Niñas de Oro, el conjunto gimnasia rítmica formado por atletas de entre 15 y 17 años que lograron la primera medalla de oro olímpica en la gimnasia española. Las integrantes del equipo, desde su llegada a la selección nacional, convivieron juntas en un chalet en Canillejas (Madrid) y entrenaban hasta 8 horas diarias durante el año previo a los Juegos Olímpicos, por lo que dejaron de ir al colegio.

Lamarca recoge en su libro autobiográfico 'Lágrimas por una medalla' que la comida terminó siendo una obsesión para las gimnastas. En aquel chalé cada mañana debían “someterse a Emilio”, la báscula con la que tenían que pesarse todos los días. Mantenían una dieta estricta, con la cocina cerrada con llave durante el día y controles en las habitaciones por si hubiera algún alimento no permitido. “En mi etapa deportiva tuve suerte porque era una gimnasta que mantenía el peso y comía más o menos de todo a pesar de llevar una dieta estricta. La parte negativa era que había que pesarse diariamente y, eso, al final te acaba obsesionando. Que cada día te pesen y te digan un número no es saludable”, reconoce la vitoriana.

Finalmente, tras el éxito olímpico, a los 18 años la terminan expulsando del equipo nacional justamente por su peso. “Consideraban que tenía que pesar un peso determinado, me pusieron una fecha, no lo pesé y me echaron. Fue muy duro. Todos los deportistas pasamos ese duelo y, en mi caso, no fue por una decisión personal. A veces hay otros que toman las decisiones por nosotros y solo nos queda asumir, aceptar y aprender a vivir con ello”, sostiene.

¿Cómo fueron sus inicios en la gimnasia rítmica?

Empecé con cinco añitos como empiezan todos los niños a hacer una actividad extraescolar. Me gustaba mucho y lo veía por televisión y mis padres decidieron apuntarme. Acabé haciendo gimnasia todos los días y una cosa llevó a la otra.

Comienza a destacar siendo muy joven y se convierte en campeona de España a los 14 y gana su primer oro olímpico a los 16. ¿Qué supuso para usted en aquel momento?

Todo pasó muy rápido. De pequeña iba a campeonatos, pero no destacaba como gimnasta. Cuando quedé campeona de España, en 1994, me cogieron para el equipo nacional y en cuestión de tres años voy a los Mundiales y a los Juegos Olímpicos de Atlanta en 1996. Fue una época corta, pero muy intensa.

Cuenta su historia en Lágrimas por una medalla, libro autobiográfico escrito a partir de lo que escribía en su diario en aquellos años. ¿Cómo fue leer aquel diario años después?

El libro fue terapéutico. Terminé la etapa y la plasmé en un libro para cerrarla del todo y empezar otra. La verdad es que gracias al diario pude escribir un libro mucho más real, con sentimientos y emociones reales. Al volver a leerlo reviví los Juegos Olímpicos, era como volver a estar ahí. Quise escribirlo tal cual para que cuando la gente lo leyera sintiera lo que yo sentí.

¿Encontró algo que no esperaba cuando volvió a leer esas páginas?

No, porque me acordaba de todo. Había cosas buenas otras más complicadas. Hablo sobre todo de cómo fue el proceso de preparar unos Juegos Olímpicos.

Hay altos cargos a los que lo único que les preocupa es que el deportista gane medallas

En el libro habla sobre la presión, la obsesión por el peso e incluso las visitas a Emilio, la báscula por la que pasaban cada mañana. ¿Cómo sobrellevaba todo aquello?

Lo de mantener un peso siempre ha ido con nosotras, con la gimnasia rítmica. Ahora ha cambiado porque han pasado muchos años. Aunque yo en mi etapa deportiva tuve suerte porque era una gimnasta que mantenía el peso y comía más o menos de todo a pesar de llevar una dieta estricta. La parte negativa era que había que pesarse diariamente y, eso, al final te acaba obsesionando. Que cada día te pesen y te digan un número no es saludable.

¿Ser una gimnasta olímpica se paga con salud mental?

No. Yo creo que la salud mental se paga con cualquier cosa que te pueda pasar en la vida. El deporte de élite es duro y sacrificado, pero también es verdad que tenemos mucho apoyo para cuidar la parte emocional. Si lo miro con perspectiva, yo era una niña que quería ir a los Juegos Olímpicos y siempre había a mi alrededor gente que me ayudaba a mantener los pies en la tierra. Eso me ha hecho no cruzar algunos límites. Yo creo que no todo vale para conseguir lo que uno quiere.

¿A qué se renuncia para ser gimnasta?

Más que renunciar lo que haces es cambiar. Yo cambié una adolescencia típica por otra con cosas que para mí fueron mucho más positivas. Con 15 años viajé por el mundo y viví experiencias que de otra manera no hubiera vivido. Eso sí, cuando dejé la gimnasia con 18 años tuve mucho tiempo para poder hacer lo que no hice con 15.

En la autobiografía señala que no se siente valorada por, como describe en el libro, "los responsables deportivos que exprimen a sus atletas hasta que se quedan sin jugo para después desecharlos".

Hay altos cargos a los que lo único que les preocupa es que el deportista gane medallas. Yo tuve una mala experiencia, porque me di cuenta de que solo se preocupaban de que ganara medallas. Cuando las dejé de ganar sentí el abandono que sienten los deportistas. Un día gano medallas, soy campeona olímpica y hay mucha gente a mi alrededor, sin embargo, al siguiente, sigo siendo la misma persona, pero no hay gente porque no gano medallas. Debe haber un proceso de cuidar al deportista más allá del propio deporte. Aunque es cierto que todo eso ya no pasa, ahora se cuida mucho más al deportista.

Denuncia que, tras su retirada, ni la Real Federación Española de Gimnasia ni ningún miembro del equipo técnico le ayudó ni le orientó para adaptarse a su nueva vida. Además de que la Federación debía dinero a las gimnastas medallistas en Atlanta y que no pagó hasta varios años después. ¿Cómo fue aquello?

Fue muy duro. Todos los deportistas pasamos ese duelo y, en mi caso, no fue por una decisión personal. Los deportistas somos muy exigentes y queremos hacer lo mismo que hacíamos en el deporte porque hemos sido número uno. Creemos que tenemos que hacerlo todo siempre bien y es complicado encontrar algo que nos motive de la misma forma que nos motivaba la competición deportiva. Das tumbos hasta que encuentras algo y te puedes enfocar en eso.

¿Quién tomó la decisión de su retirada?

Me expulsaron del equipo nacional, fue una decisión técnica. Es como cuando estás en una empresa y el jefe decide echarte. Te despiden. Lo viví siendo muy joven. Es duro asumir cómo la decisión de otra persona afecta a tu vida. Eso supone un aprendizaje para mi vida. A veces hay otros que toman las decisiones por nosotros y solo nos queda asumir, aceptar y aprender a vivir con ello. Tomaron una decisión y tuve que dejar el equipo nacional.

¿Qué razón le dieron?

Consideraban que tenía que pesar un peso determinado, me pusieron una fecha, no lo pesé y me echaron.

Las deportistas de ahora se dedican a entrenar como el que tiene una profesión y va a trabajar, pero el resto del día tienen su vida personal y eso es lo que les hace estar bien

A pesar de ello sigue ligada a la gimnasia rítmica y ha sido entrenadora. ¿Qué patrones no repetiría con las nuevas generaciones?

Considero que la confianza y la exigencia pueden ir unidas. No solo en el deporte, también en la educación de los hijos. Hay entrenadores que creen que la confianza va a acabar con la exigencia, pero cuando un deportista se siente a gusto, está bien en su entorno y tiene una buena relación con su entrenador, con cariño y respeto por la persona, funciona mucho mejor.

Dice que la situación de los deportistas ha cambiado con los años. ¿Qué diferencias ve entre la forma de entrenar gimnasia rítmica antes y ahora?

La gimnasia se ha profesionalizado. A partir de ahí, las gimnastas han aumentado su edad, son más mayores y compaginan la vida deportiva con su vida personal. En nuestra época solamente entrenábamos y eso no se puede llevar a largo plazo. Ahora compaginan el deporte con sus carreras universitarias, con su ocio y eso hace que tengan vida más allá del gimnasio. Se dedican a entrenar como el que tiene una profesión y va a trabajar, pero el resto del día tienen su vida personal y eso es lo que les hace estar bien.

¿Qué le diría ahora a esa Tania de 16 años que está a punto de ganar un oro olímpico?

Le diría que disfrute lo que va a vivir porque es una pasada. Ahora, con el paso del tiempo, le diría que se deje llevar y lo disfrute. Que tendrá momentos complicados, pero que los buenos le van a compensar.

¿Cuál diría que fue su momento más complicado?

El más difícil la retirada, sin duda.

¿Y el mejor?

El oro olímpico. Al final, es el sueño de cualquier deportista. Me quedo con la experiencia que viví a lo largo de los tres o cuatro años que estuve en el equipo nacional, con los viajes y las personas que conocí. Me quedo con eso.

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