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Titulados extranjeros en Euskadi, en el limbo de la falta de homologación: “Tenemos la vida pausada”

Héctor Alberto, médico, posa con su fonendoscopio en la concentración.

Belén Ferreras

Bilbao —

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Héctor Alberto tiene 31 años y es médico de formación, especializado en medicina familiar. Desde que llegó a Euskadi hace ya tres años desde Colombia ha trabajado como agente de seguridad, como obrero de la construcción... Nada que ver con la medicina, pese a que en la sanidad pública vasca hacen falta médicos y, precisamente, de su especialidad. Cuatro veces ha pagado ya las tasas para pedir la homologación de sus titulaciones sin haber obtenido respuesta. Tres veces presentó la solicitud ante el Gobierno central, de las que tuvo que desistir para poder inscribirse en la convocatoria del Gobierno vasco después de materializarse el acuerdo de la transferencia de esta competencia a Euskadi. La decisión del Supremo de paralizar el proceso tras un recurso de la Unión Interprofesional de la Comunidad de Madrid contra la transferencia de la homologación de títulos de extranjeros a Euskadi, le ha vuelto a dejar en el limbo. “Es como si nuestra vida estuviera en suspenso, siempre a la espera”, dice.

Como el de Héctor Alberto hay muchos casos más. Al menos 200, que son los que se suscribieron a la convocatoria abierta por el Gobierno vasco, aunque asegura que serán alrededor de 1.000 los extranjeros que se encuentran en Euskadi con titulaciones superiores, en su mayoría médicos y enfermeras, dedicados al cuidado de mayores, la limpieza, la hostelería o la construcción a la espera de que se homologuen sus títulos. “No todos tiene capacidad económica para hacer frente a las tasas de 180 euros, y para presentarse aquí había que anular la del Ministerio, si al final se paraliza el traspaso a Euskadi tenemos que empezar de cero, con lo que eso supone de desgaste económico y emocional”, señala.

Los que presentaron la solicitud de homologación en Euskadi tuvieron que anular previamente la presentada en Madrid. “Si ahora se paraliza todo, en Euskadi nos quedamos a la deriva” , dicen. Y por eso han sacado este viernes sus reivindicaciones a la calle y se han concentrado ante la Subdelegación del Gobierno central el Bilbao para pedir que “decisiones burocráticas no arruinen sus vidas” y para hacer hincapié en que Euskadi necesita de profesionales como ellos del sector sociosanitario. “Nosotros, los migrantes, y más los que tenemos estudios, venimos aquí al país a aportar una mayor economía, no venimos a hacer daño, no venimos a robar, sino que venimos antes a aportar cosas positivas”, insisten.

Melva, ecuatoriana de 35 años, dice con orgullo que acumula 11 años de experiencia en el campo de la enfermería y de la salud pública. Lleva en Bilbao un año y cinco meses, donde llegó huyendo la violencia de Ecuador, y es otra de las profesionales a las que la decisión del Supremo de paralizar la transferencia de las homologaciones cayó como un jarro de agua fría.

“Inicié el proceso de homologación hace un año tres meses y el expediente no ha dejado de estar en revisión”, señala. Cuando surgió la posibilidad de presentar la solicitud en Euskadi lo vio como una posibilidad que ha quedado truncada con la decisión del Supremo de cancelarlo. “Tienes que trabajar en cualquier otras actividades que no son lo que te formaste. Es trabajo al fin, pero que no te garantiza unas condiciones dignas para poder subsistir, y no trabajas en la formación que tienes. Trabajo cuidando a personas, mayores, limpiando sus casas”, agrega.

Valentina, es médico de Colombia. También desestimó la solicitud en Madrid para poder presentarla en Euskadi: “Ahora estamos a la deriva, ni allá ni acá. Hay un déficit de médicos porque me han escrito muchas para oportunidades laborales que me ha tocado rechazar pues todavía no puedo ejercer acá y estoy trabajando de camarera y con el miedo de que si paraliza todo en Euskadi tenemos que empezar de cero”.

“Lo que nos falta y lo que pedimos es información”, dice Ramón. Está junto a su mujer Marili en la concentración en representación de su hija Lianet, que “está trabajando, aunque no en la medicina, que es lo suyo”. “Lleva dos años detrás de una barra”, dice desde que vinieron de Cuba. “Nos choca mucho la falta de información que tenemos, nadie no dice qué va a pasar y seguimos en el limbo”, rematan.

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