Los tomates calefactados del macroinvernadero de Álava soliviantan a organizaciones ecologistas

Belén Ferreras

14 de abril de 2023 21:45 h

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Una superficie equivalente a cinco campos de fútbol acogerá el primer macroinvernadero de tomates de Álava. Ocupará un total de cinco hectáreas de terreno en la localidad de Tuesta, en Valdegovía, y en él se espera obtener una media de 50.000 kilos de tomates por semana cuando esté a pleno rendimiento. Será a mediados del mes de junio cuando el invernadero entre en funcionamiento y las plantas empiecen a cubrir su ciclo vital, según han confirmado fuentes de la empresa Cultivos Araba, que es la que capitanea el proyecto, y que es una filial de la almeriense Hispalus. Esta producción de tomates a gran escala en Álava -un lugar en el que la climatología no es precisamente la más adecuada para cultivar esta fruta- está poniendo en pie de guerra a organizaciones ecologistas vascas contra un proyecto que ha recibido subvenciones del Gobierno vasco y la Diputación de Álava que suman 4,7 millones de euros, - 4,21 del Ejecutivo vasco y 0,51 millones de Álava, respectivamente-, y del que cuestionan su método de producción “inviable” y “nada sostenible”. ¿Por qué? Pues porque, entre otras cosas, estos tomates para crecer precisarán calefacción que se alimentará, al menos en principio, de gas. “Así es como se quiere descarbonizar la economía?”, se preguntan.

Las críticas contra este proyecto las canalizan el Movimiento por la Alimentación Sostenible, en el que colaboran varias organizaciones y entidades como Bioalai, Bionekazaritza, Arabako Sagardogileen elkartea, Ehkolektibo, Ekoizpen Orduña, Ekologistak Martxan Araba, la Feria Agroecológica en el Campus de Álava, Justicia Alimentaria y la Red de semillas de Euskadi. Isabel Álvarez, una de las integrantes de este movimiento señala que los tomates “se van a producir, no a cultivar”, ya que se tratará de un cultivo hidropónico, es decir, sin tierra, y con “un elevado coste energético por la calefacción que precisarán”, en plena “crisis ambiental y energética”.

Precisamente, el elevado coste de la energía como consecuencia de la guerra de Ucrania ha sido uno de los factores que ha retrasado la inauguración de invernadero, que estaba prevista para el año pasado. De hecho, se procedió a la formación de unos 50 trabajadores para incorporarse al invernadero a través de Lanbide y mediante un convenio de colaboración entre la empresa y Hazi, que luego no llegaron a incorporarse. El hecho de que se haya retrasado el inicio de la actividad hasta el mes de junio permitirá arrancar la producción en temporada favorable climatológicamente, y por lo tanto, minimizar el consumo de energía en los primeros meses de funcionamiento de las instalaciones.

Desde el Movimiento por la Alimentación Sostenible se muestran en contra de este tipo cultivos que “no dejan de ser cultivos de forma artificial”. Recuerdan que este tipo de producción hidropónica prescinde de la tierra y se le proporciona a la planta a través del agua todos los nutrientes necesarios que captaría en condiciones naturales desde la tierra. “Es como cuando a los humanos nos dan suero con todos los nutrientes en lugar de comida. Se mete a través del agua todo lo que se quiere para que crezca el tomate, pero de una forma artificial”, dice Álvarez. Critica por ello que se promocione desde el Gobierno vasco, con dinero público, este cultivo a gran escala en lugar de impulsar los cultivos tradicionales y ecológicos. Además, consideran que el coste de la energía lo hace “inviable”. “El Gobierno vasco lo quiere hacer viable con el dinero del bolsillo de todos”, denuncia Isabel Álvarez. “Ojalá pusieran el mismo empeño en ayudar a los agricultores jóvenes para hacer cultivos ecológicos y sostenibles”, lamenta.

En principio, la mayor parte de la producción estará destinada la venta a Eroski, aunque desde la empresa señalan que todavía no se ha firmado el acuerdo. “Se quiere poner la txapela a unos tomates almerienses para luego venderlos en Eroski”, denuncia Isabel Álvarez. También tienen dudas desde este movimiento en el tipo de empleo que se generará en las instalaciones y temen que sea más estacional que estable. “Todos conocemos cuál es el modelo de empleo de los invernaderos almerienses”, señalan.

Aunque no ha sido posible obtener desde el Gobierno vasco una valoración de la importancia que puede tener esta empresa y la justificación de las ayudas, la última subvención aprobada por el Gobierno vasco de 3,5 millones de euros, publicada en el BOPV del pasado 3 de abril -y que se suma a otros 0,56 millones que se aprobaron en 2021 en el arranque del proyecto- especifica que se trata de “ayudas para grandes inversiones relacionadas con la innovación tecnológica en la producción agraria”, con cargo a los presupuestos generales de Euskadi.

Energías renovables, menos pesticida y producto local

Fuentes de la empresa ponen en valor precisamente el elevado grado de innovación que supone este invernadero, y en contra de las críticas de los ecologistas defienden que se trata de un proyecto sostenible desde el punto de vista medioambiental. Primero porque se han colocado placas solares para tender al autoconsumo de energía “y lo que se pretende, por el medio ambiente y por el bien económico de la empresa, es reducir al máximo el consumo de gas y su sustitución por fuentes de energía renovable de forma paulatina, entre ellas el hidrógeno verde”, señalan las citadas fuentes.

Además recuerdan que el invernadero está tapado por una cúpula de cristal que minimiza el peligro de plagas y enfermedades para las plantas, lo que permite reducir el uso de pesticidas. “Si en otro invernadero habría que usar pesticidas una media de 10 veces, aquí solo será necesario una vez”.

También señalan que se trata de un proyecto sostenible en lo que se refiere al consumo de agua, pese a que es el agua el canal principal por el que se realiza todo el cultivo. Según indican desde la empresa está previsto un sistema de recogida del agua de lluvia y de la condensación de forma que “sólo un 30% del agua que se utilice proceda del exterior”.

Por otra parte, señalan que se trata de reducir la huella de carbono reduciendo el transporte de los productos a través de la producción local para la venta cercana.