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Las trabajadoras de residencias de Gipuzkoa que dejaron casi 250 días de huelga para luchar contra el coronavirus: “Volveremos con más fuerza”

Trabajadoras de una residencia de Gipuzkoa, con trajes hechos con bolsas de basura

Maialen Ferreira

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Después de exactamente 243 días de huelga, las trabajadoras de las residencias de Gipuzkoa tuvieron que cambiar las pancartas por mascarillas, dejando en pausa su protesta por una mejora de condiciones laborales para cuidar a los que más lo necesitaban cuando comenzó la pandemia por el coronavirus: las personas de la tercera edad. De esta manera y sin dudarlo se fueron incorporando a sus puestos de trabajo como enfermeras, auxiliares, limpiadoras y cocineras, para dar a los usuarios el mejor servicio posible ante panorama desolador en el que Osakidetza se niega a facilitar los datos globales de que dispone. Se han registrado casos en casi medio centenar de centros y ya han fallecido más de dos decenas de personas con el Covid-19.

Dos de esas trabajadoras son Ana Merchán y Ana Sastre. Merchán trabaja una de las residencias en las qué mayor impacto ha tenido el virus, con 25 pacientes fallecidos con coronavirus confirmados, 6 fallecidos más a los que no se les hizo ninguna prueba y siete trabajadoras ingresadas. Se trata de la Residencia San José de Ordizia, que se encuentra en manos del organismo autónomo Kabia, adscrito al Departamento de Política Social de la Diputación de Gipuzkoa. En la residencia de Sastre, la Txara II de Donostia, por el momento no se han registrado casos positivos. Aun así, hay dos personas con síntomas que podrían ser provocados por el coronavirus, por lo que se encuentran aisladas del resto de ancianos de la residencia.

El sector de las trabajadoras de las residencias reúne a más de 5.000 trabajadoras en Gipuzkoa, en su mayoría mujeres. La brecha salarial que soportan es del 30%, en comparación con los sectores privatizados en los que trabajan hombres, lo que, aseguran, “supone 6.000 euros menos al año”. La negociación para la mejora de las condiciones laborales de estas trabajadoras comenzó en 2017. Sin embargo, a día de hoy, el conflicto no parece tener fácil solución y menos después de la crisis del coronavirus.

Antes de la crisis sanitaria, la falta de personal en los centros que hacía que en ocasiones una única trabajadora se tuviera que hacer cargo de más de 20 ancianos, el mal estado de los edificios y la angustia que suponía el hecho de que el “negocio” primase ante la calidad y dignidad del trabajo, eran algunas de las cuestiones que llevaban a las trabajadoras de cuidados de personas de la tercera edad a no tirar la toalla y a seguir con su lucha.

Sin embargo, las condiciones empeoraron a medida que el virus impactaba en los centros. Las medidas de prevención hicieron que tuvieran que modular los distintos pisos, es decir, ubicar a pacientes con coronavirus en unas plantas concretas y eliminar las zonas comunes. A raíz de eso, cada trabajadora se tenía que hacer cargo de una zona concreta sin posibilidad de que otra le ayudase o apoyase cuando aumentaba la carga de trabajo, todo ello sin aumentar el personal. La falta de material como mascarillas o EPIs homologados -que están empezando a llegar estas semanas, llegada ya la octava semana desde el estado de alarma- hicieron que algunas de las auxiliares tuvieran que crear trajes caseros con bolsas de basura cada vez que tuvieran que atender a un paciente con coronavirus.

“Hay gente haciéndose rica a costa de nuestros abuelos”

“Éramos conscientes de lo que se nos venía encima, fue duro tener que renunciar a la huelga, pero teníamos muy claro que teníamos que aparcarla por la situación que venía. No lo dudamos. Parecía que no importaba lo que pudiera pasar en las residencias a nuestros mayores y mucho menos a nosotras”, lamenta Ana Sastre.

Lo que piden las trabajadoras es que se revise el modelo de las residencias. Exigen, además, que desde las administraciones realicen una reflexión y haya propuestas para mejorar la situación dentro de los centros. Sobre todo para evitar una mayor precariedad en situaciones de crisis futuras que puedan llegar.

“Lo teníamos claro, teníamos que dejar la huelga para atender a los abuelos. Antes de que todo esto saltase por los aires lo valoramos y yo creo que ni lo pensamos, había que hacerlo es la mejor decisión que podíamos haber tomado, porque sin nosotras no sé qué hubiera pasado. Cuando todo se acabe ya retomaremos lo que haya que retomar. Eso sí, que se aplauda todas las tardes para que luego cuando todo pase quede en saco roto me indignaría muchísimo. Al final esta desgracia ha servido para destapar todo el negocio del las residencias, que hemos pasado del ladrillo a las residencias. Esto es un negocio puro y duro. Hay gente que se está haciendo muy rica a costa de nuestros abuelos”, señala Ana Merchán a este diario.

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